Dosier Pandemias 2020

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Han participado en este dosier especial Pandemias

Emilio Gómez Barroso
Matías Buera
José Slimobich

Ricardo Forster
Jorge Cano y Susana Gómez
Miguel Romero, El Negrish
Gorka García Hernández
Mariano de Hossorno
José Luis Romero
Miguel Ángel Movilla

EDITORIAL

La expansión a escala mundial del COVID-19 o SARS-2 (síndrome respiratorio agudo), como lo denominan algunos autores, hace aparecer teorías que sostienen una nueva conspiración para producir desequilibrios económicos y rediseñar de nuevo el tablero de ganancias.

Hace tiempo que los más agoreros vaticinaban una nueva crisis del capitalismo, lo no calculado era el origen, tocado ya el sistema fiduciario, con guerras interminables abiertas en Oriente Medio ganando activos y la industria bélica funcionando sin freno alguno; estaba en juego desde hace tiempo la detención de la contaminación planetaria que, a pesar de los avisos reinantes y de las opiniones de los más expertos, no se lograba disminuir las emisiones de gases que licuaban a gran velocidad los hielos antárticos, provocando climas extremos y cambios de corrientes oceánicas que un día traían ambiente tropical para helar al día siguiente la atmósfera, con intervalos de clima desértico, calor diurno, frío intenso por la noche.

Nada ha sido capaz de poner freno a un modo de vida de desecho contínuo que llenaba el mar de microplásticos e invadía de residuos la cadena trófica. Continentes incendiados sin posibilidad de detener un fuego bíblico. Nadie se cuestionaba la muerte propia si la vida era ese continuum inevitable de éxtasis futuros. Ha sido una especie de miedo general lo que ha puesto freno a todo con la amenaza de dejar fuera de juego a muchas personas en el seno de la vida alegre. Ha sido el contagio, la imagen de la muerte de seres cercanos sin llegar a comprender demasiado lo exponencial y el múltiplo a nivel íntimo, no estamos preparados para eso.

Mientras tanto, es lo que toca, los medios de comunicación manejan la muerte como un algoritmo diario, mirando al cielo para que la campana de Gauss llegue a la cúspide y empiece a asomar la cola del elefante dormido.

Las calles se han llenado de patrullas que controlan los abrazos y los movimientos diarios de los ciudadanos, el comportamiento requerido es el aislamiento máximo y la reclusión domiciliaria, para el que pueda soportarla. La autoridad se ha introyectado, y las denuncias vienen de eso que se ha llamado policía de balcón, que arroja el odio de la masa silenciosa aleatoriamente a cualquier paseante sin preguntar ni establecer diferencias sobre las personas que no pueden soportar el aislamiento por causas muy diferentes.

Hay, en este momento, muchos hogares excluidos del nuevo orden provisional, que no sabemos hasta cuándo habitaremos. Pequeñas casas masificadas con el hándicap de vivir una cuarentena si algún miembro es contagiado. Mediante también la imposibilidad de conocer estadísticamente cómo se extiende la epidemia, puesto que no hay tests suficientes para comprobarlo. ¿Qué podemos aprender de esto?

  • Que el vínculo medicina-política no es lo mismo que la medicina a secas o la política abierta. Se establecen una serie de medidas, necesarias para una pandemia, pero el cálculo inconsciente de la muerte es otro. La muerte del otro añade un plus a la propia vida. La pulsión de muerte se articula como salvación de la vida subjetiva, hay algo íntimo que supone un más allá de la tanatocracia o el algoritmo sin rostro.
  • Que la educación no es simplemente cumplir con el curriculum académico, sino la interacción del juego.
  • Que el sujeto se subvierte al aislamiento cada vez mayor para preguntarse qué ocurre con la masa exterior.
  • Que el sistema por más que sea el mismo repetido tiene una historia con diferentes formas de habitarlo.
  • Que la clínica psicoanalítica no tiene que ver con la división alma-cuerpo, sino que existe una continuidad entre el interior y la piel, no existe más cuerpo que el cuerpo imaginario, la cercanía o lejanía del otro a través de los objetos pulsionales.

La crisis se ha convertido en espectáculo incierto. Mientras tanto son las redes cibernéticas las que han ocupado el lugar del cuerpo a cuerpo, los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), que iban tomando su lugar hegemónico en el mercado, se han convertido en necesarios, en sustitutos de la palabra cotidiana, con una reducción considerable del tiempo social, conexiones de apenas una hora por la eliminación de aquello que prorroga el cuerpo: “quédate un rato más”. Las preguntas a los expertos van más por el lado de si la red aguantará la ansiedad comunicativa que por la solución a la pandemia. El cine se ha vuelto la evasión necesaria para el descanso del pensamiento, sigue costando mucho en esta situación trabajar en un texto o pensar algo que tenga que ver con la cultura, ¿cuándo y cómo volverá el libro y el debate?
Se ha programado un nuevo orden psicótico para contener la pandemia, la normalización es la psicosis, así esos casos que antes escapaban a la normalidad son los que más soportan el aislamiento. La psicosis ya vivía en ese orden interior aislado de cualquier realidad común.

Mientras tanto, la pregunta sigue abierta ¿qué nuevo orden nos deparará el modo reciente de habitar el capitalismo? Es difícil pensar que un virus haya conseguido hacer la revolución suficiente, sigue en el horizonte la pregunta de Francis Fukuyama de si el fin del planeta coincidirá con el fin del capitalismo, es más fácil pensar la muerte del planeta que el fin del sistema. Así, y a pesar de todo, hay presiones desde el norte de Europa para dejar desabastecido financieramente el sur de Europa, cada palo que aguante su vela. De esta manera, las potencias pujantes en el nuevo capitalismo son las que están ayudando a los desesperados, China y Rusia enviando ayuda humanitaria a España e Italia, amenazados por los ministros de economía del norte de Europa, con Estados Unidos también intentando contener la acelerada expansión del virus.

¿Cómo sería este nuevo modo de habitar el capitalismo? ¿Un modo menos colonial y con más presencia económica que territorial? ¿Un modo de cierre de fronteras, incluso en Estados miembros de una misma unión? ¿Un capitalismo con tintes comunistas y algo más dictatorial? ¿Un panóptico donde nosotros mismos enchufamos la pantalla que nos vigila, llevando un poco más allá la pesadilla orwelliana?
El mundo tiene miedo ¿cuál será el siguiente paso?

Sobre el diálogo

Sobre el diálogo
Un artículo de Pedro Muerza

¿Qué quiere decir dialogar? ¿Hay posibilidad de diálogo? En la actualidad, cuantos más medios tecnológicos tenemos para comunicarnos, más se habla de aislamiento social.

Habla, te escucho. La particularidad de esta forma de comunicación es que dialogar implica un interlocutor, que lo es, no porque responde sino porque promueve el interés de seguir hablando con él. A veces, pensamos  en la respuesta que le vamos  a dar en lugar de escucharle. En otras ocasiones, lo más difícil es callar, no ser empujado a decir lo primero que se nos ocurra.

En cualquier tipo de diálogo, lo que  importa que el interlocutor siga hablando. Darle una acogida y escuchar para que siga hablando: sí,…ya…, mmm…; con eso, tiramos de la cuerda del lenguaje, vamos abriendo el tema a tratar. Esa actitud nos permite interrogar, decir “no sé”, pedir una aclaración y así puedan ir apareciendo  otros dichos o decires que no estaban antes. Sí, hay una diferencia entre el pensar algo y decirlo. Al decirlo, puede aparecer otra cosa.

El diálogo  se constituye al hablar con otro que es diferente a nosotros. Esta diferencia permite la distancia necesaria para ver la particularidad del otro que es un semejante pero radicalmente otro, por eso es imposible ponerse en el lugar del otro.

El elemento material del dialogo es el lenguaje que se compone de palabras y silencio.

Las palabras nos sirven para aclarar, tranquilizar, desdramatizar, para decir la verdad y también para mentir. Nos proporcionan gozo, placer, humor, risa.  También se pueden convertir en arma de dominio, de desprecio y quizá el mayor desprecio es el  desprecio por la palabra del otro.

Además, está la estrategia sobre el silencio. Así vemos el silencio destructivo de la negación que intenta reducir a nada acontecimientos importantes, hechos y  dichos que, por silenciarlos, se quiere hacer pasar como si no hubieran sucedido.

¿Desde dónde se hace la escucha? Es diferente si escucho a alguien para cambiarlo, para convencerle, para dirigirle, para enseñarle, para adoctrinarle, etc.  La posición de escucha en un dialogo designa una posición contraria al dominio, a la imposición.

Hay distintas situaciones en las que, aunque se habla, no se dialoga.

No se dialoga cuando se dice siempre lo mismo. Entonces las palabras se desgastan, no llevan a la acción, son como las gallinas que cacarean pero no ponen huevos. Es el consabido bla,bla,bla. Se habla sin decir nada, se mete ruido.

Tanto a nivel individual como colectivo, hay situaciones donde se da una yuxtaposición de monólogos o diálogo de sordos. Ocurre cuando desaparece el valor simbólico de las palabras, su función mediadora. Por ejemplo, decir padre, madre, compañeros, es nombrar las diferentes funciones que cada una de esas palabras transmite. Si se les quita ese valor simbólico quedan como palabras sin contenido diferencial. Todo queda en el registro imaginario. Por ejemplo, las peleas inacabables: “tú eres un listillo”, “anda que tu”. Pelea de las imágenes con su saldo de hostilidad, de agresividad.

No hay diálogo si nos quedamos en la queja, en la atribución de la culpabilidad al otro o en el mero reproche. Tampoco  hay diálogo  cuando al otro se le interpreta en el sentido de  “lo que te pasa es que eres…” En ese caso estamos diciéndole: yo tengo un saber independiente de lo que tú dices y  trato de que lo aceptes, es más,  trato de imponértelo. Por eso, la respuesta a esta  interpretación de saber es siempre de enfado y  de enojo.

No hay diálogo igualmente cuando se intenta que nada del otro quede desconocido. ¿Cómo? Con el insulto. Lo sé todo de ti, eres solo eso.  Un intento de reducir al otro y petrificarlo bajo la injuria, que todo su ser sea ése y solo ése.

No siempre es posible dialogar. Bien sea que uno no quiere  dialogar con cualquiera, o bien que el otro  tiene también sus límites (indiferencia, hostilidad, odio). Estos límites hacen que las buenas intenciones y la buena voluntad no sirvan.

Tampoco se puede hablar de que haya un modelo de diálogo, un modelo ejemplar que se pudiese aplicar y que llevaría a “saber” dialogar en todo momento. En cada situación, en cada conflicto, bien sea familiar, de pareja, de trabajo, hay que ver qué obstáculos concretos y qué dificultades surgen haciendo posible o no el diálogo.

El diálogo analítico toma en cuenta que hablar es también decir más de lo que se sabe, que cuando uno dice  no sabe lo que dice o puede estar en juego otra cosa que lo que se dice. Por eso, la apuesta del psicoanálisis es que, usando las palabras de uso común, se construya un diálogo donde vaya apareciendo la implicación que uno tiene en su propio malestar y que desconocía absolutamente.

¿Qué conclusiones pueden servirnos a todos?  Cuando alguien habla, hay en su palabra la posibilidad de creación para resolver una situación planteada. Para que eso suceda, es necesaria una actitud  que conlleva la anulación de un saber de antemano.

Así, podemos ver el poder de transformación que la palabra tiene, la palabra que hace, la palabra que actúa. Por ejemplo, decir No al individualismo que nos lleva a encerrarnos cada uno en nuestro pequeño mundo o No a la corrupción que nos propone el sistema o No a la sensación de que el semejante es un enemigo ante el que solo cabría cultivar la hostilidad.

Pedro Muerza

 Psicoanalista de la Escuela Abierta de Psicoanálisis

 

Los escritos de los psicóticos

Los escritos de los psicóticos
Un trabajo de Pedro Muerza.

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La escritura es un hacer que da sostén al pensamiento. Jacques Lacan

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Escribir no es lo mismo que hablar, no se parece en nada al decir. Se suele pensar que escribir es una mera inscripción, un modo de registro de lo hablado o una suma a lo hablado. Entre el decir y el escrito hay una montaña.

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Presentación LetraHora en Bakakai, Granada

 

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Intervienen:  Jorge Ríos, Carolina Laynez y Manuel Duro Psicoanalistas miembros de la EAP
Modera: Antonia Torres  


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«Terror nombre del sujeto», «a qué no», «la época», «violenta», «las políticas de la mujer», «preminencia de la letra», «lecturas de lo social», «el silencio», son algunos de los títulos de la revista Letrahora. Estos títulos han capturado a lo largo de estos años no solamente el trabajo de diferentes miembros de la Escuela Abierta de Psicoanálisis y otros autores, sino los momentos que nos han hecho transitar lo público, lo político y lo más íntimo. Desde Letrahora no desvinculamos estos dos términos, sino que se atan en uno sólo influyéndose continuamente. Una vez más el nuevo número digital de Letrahora: «Ahora el psicoanálisis» muestra diferentes trabajos que producen una acción social y nuevas lecturas clínicas a través de la evolución de movimiento analítico de la lectura en la palabra.
Teléfono: 620860281
bakakai@libreriabakakai.net www.libreriabakakai.net

Coordina | Carolina Laynez

 

El Síntoma en el niño

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Autor | José L. Slimobich

Editorial | Edición Signos del Tiempo. Reimpreso por el Instituto de Psicoanálisis de Pamplona

Más allá de la estética, un niño grita. En eso resume toda una historia: el llamado, la respuesta, el accidente, la pérdida, el olvido, el retraso. El síntoma en el niño, una introducción al psicoanálisis, pone en forma el momento del encuentro del niño con su destino de sujeto. Es decir, en el síntoma, el niño se está jugando no solamente su inscripción en la realidad ?dificultades en el aprendizaje, enuresis, mala conducta, etc.?, se está jugando su nuevo abordaje como hombre o mujer. Su inscripción en el lazo social. El síntoma no es entonces, en definitiva, un algo a quitar, una maldición. Es la expresión escrita, con una letra tomada del cuerpo, de una verdad que aún no se ha formulado. Que se opone al amo y a su exigencia. El síntoma es poner algo del cuerpo en el lugar donde debe advenir el lenguaje. Así se aborda desde el discurso analítico, en un tono sencillo y universal, este nudo entre el niño y su síntoma.

Este libro es el resultado de La Jornada «El síntoma en el niño», dictada por José L. Slimobich en la ciudad de San Luis los días 20 y 21 de octubre de 1995 y fue publicado por primera vez en 1998 en primera edición, por la Secretaría de Biblioteca y Publicaciones de la Biblioteca de Psicoanálisis de  San Luis «Eugenia Sokolnicka. Lavalle 1227. San Luis CP 5700 (Argentina). En 2010 ha sido reimpreso por el Instituto de PSicoanálisis de Pamplona.

 

El psicoanálisis en la actualidad

actualidad

Autor | José L. Slimobich (compilador)

Editorial | Anthropos

Del Prólogo Este libro tiene su origen en diferentes trabajos psicoanalíticos presentados en las jornadas sobre «Clínica Psicoanalítica Hoy: Freud-Lacan» (Pamplona, mayo de 1994). Recoge también las cuestiones más interesantes que se suscitaron en el debate entre analistas y no analistas. La presencia de estos últimos testimoniaba que la clínica psicoanalítica puede ser objeto de una transmisión y su vehículo específico es el caso clínico. Este libro trata, expone, lo que hacemos los psicoanalistas en la privacidad de los consultorios, lo que llamamos casos clínicos. El caso clínico es un material escrito para efectuar una transmisión. Que sea un acto de transmisión fue y es nuestro reto. Decimos transmisión, que tenga efectos sobre el inconsciente de cada cual, diferente a la enseñanza de unos meros conocimientos. Las preguntas, con todo insisten: ¿porqué un grupo de psicoanalistas presentaría sus casos frente a la sociedad y la convocaría específicamente para eso?, ¿porqué ahora los publicamos? Debe haber varias razones, sólo apuntaré algunas. El psicoanalista no existe sino articulado a un discurso, discurso analítico, que propone un nuevo lazo social: propone analizar la guarida del deseo, la relación social entre dos que convoca el sujeto del inconsciente y no al yo. Y esto hace diferencia con otros vínculos sociales y con otras prácticas «psi». Por ejemplo, el psicoanálisis no es una profesión, porque, como puede vislumbrarse, el psicoanalista no tiene el refugio de la complacencia profesional que garantice su saber hacer, no tiene el mismo lugar de neutralidad que el profesional. Además, de entre los diferentes discursos de la cultura, el discurso analítico, reverso del discurso del amo, es joven: necesita abrirse camino entre la vetusta y trascendente filosofía, la tecno-ciencia y su cortejo utilitarista y las respetables religiones. Y eso no se asegura, y quizás tampoco, sino con actos en que se muestra que el psicoanálisis pervive. Termino con una cita de Freud, que quiero recordar a los analistas y a los futuros analistas: «los fragmentos de conocimiento, trabajosamente extraídos que aquí ofrecemos podrían parecer poco satisfactorios; pero la labor de otros investigadores se enlazará a ellos, y el esfuerzo común podría conseguir aquello que para uno es quizá demasiado arduo» Pedro Muerza Chocarro