Viernes 1 de noviembre a las 18.30 h. Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543, CABA
Intervienen: Ricardo Forster/Dr. en filosofía,
Pablo Garrofe/psicoanalista y escritor,
Vivian Palmbaum/ psicoanalista y parte del equipo de edición,
Presenta: Emilio Gomez Barroso, filósofo y psicoanalista de la EAP
Dice Juan Gelman «La poesía es resistencia, justamente contra este mundo tan sombrío en el que estamos viviendo de manera tan mercantilista, donde se nos quiere amputar el espíritu, donde se nos quiere uniformar para convertirnos en tierra fértil para cualquier autoritarismo. La poesía enriquece a quien la lee y le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía».
Los textos reunidos en este libro constituyen nuevos aportes al Paradigma del Leer y toman como base el exergo que se halla en el prefacio de la edición inglesa del Seminario XI de Lacan: “y aún cuando se haga confirmar por una jerarquía. ¿Qué jerarquía podría confirmarle como analista y darle ese certificado?(…)Repudio ese certificado: no soy un poeta, sino un poema. Y que se escribe, pese a que tiene aires de ser sujeto”.
Este exergo que rescata Slimobich nos dice que el serhablante es poema, tal su propuesta que dice nos protege del ruido del lenguaje, de la proliferación del sentido que como ruido nos aturde, nos confunde en las tramas del dominio que nos propone este sistema de producción y consumo. Slimobich hizo de la lengua poema, pero como un poeta comprometido con la realidad que circula en las calles.
Pese a que la época de la mano de la ciencia, como su herramienta, nos enrostra una locución sin sujeto llamada inteligencia artificial, el psicoanálisis nos propone leer en la palabra como un método que parecería más cercano a una mística que a una ciencia que avanza dejando fuera a la persona humana. Esta compilación de textos nos al psicoanálisis como una praxis que se hace teoría, que muestran a un sujeto atravesado por la época, donde la memoria es el presente.
Los que conocimos a José Slimobich, los que le acompañamos en su periplo de enseñante del psicoanálisis, los que fuimos sus analizantes, cuando en España no había analistas o apenas, asistíamos atónitos a cómo era posible una ciencia que hundía sus raíces en el campo del goce.
Fundamentalmente las publicaciones de J. Slimobich han sido colectivas, desde “el leer en el habla”, “la marca del leer” y “Amor y deseo en la civilización del odio”. Todas ellas han sido publicaciones colectivas. Fiel en esto a la transindividualidad del sujeto y a la importancia de lo colectivo que quedó reflejado en un título de la revista Letra-Hora y en su participación política en su país natal: Argentina.
Queda una más: “El psicoanálisis en la actualidad”. Y junto a estas: otras dos a nombre propio: “Que es un niño en psicoanálisis?” y El paradigma del leer. Podemos decir que ésta última marcó un giro en su enseñanza… Seguir leyendo:
Este escrito emerge del espacio de supervisión grupal con José Slimobich, donde se propone un breve material y su lectura, para mostrar que allí que de la escritura en las palabras del analizante deviene el poema.
Es la flor de nomeolvides. Símbolo de los amores eternos y de la memoria, dice elsignificado de la flor.
Esta pequeña historia no sigue una escritura lineal y convencional, sino que va por los atajos, por un ritmo de transferencia. ¿Qué dimensión tiene la transferencia?: Quizás algo que tiende al infinito y resuena en el cuerpo provocando ondulaciones.
Un viernes a las 14 horass ha sido el encuentro de formación, el segundo del grupo, no sabíamos su extensión y nos anticipaba al estudio y la proximidad de un posible libro:
“Nuevas aportaciones del paradigma del leer”. El énfasis es como un analista puede leer el texto de su analizante. Cómo deviene en poema esta lectura.
El poema es el nombre encontrado; el formar cuerpo con la lengua es el poema. Al decir de Pascal Quignard: “Para procurar una definición precisa del poema, quizá hay que convenir en decir sencillamente: el poema es exactamente lo contrario que el nombre en la punta de la lengua”.
José Slimobich presenta el relato de un sueño:
“El sujeto que habla plantea que hace tiempo no visita la tumba de su madre y esto le molesta. Se lee: “no me olvides”. Este verso es muy interesante, pues muestra que el que llega hasta el hablanteser lo hace desde la tumba, desde el más allá. Este verso merece un desarrollo más extenso, pues si bien todos los fragmentos que presentamos apuntan a movimientos del cuerpo, este nos muestra algo muy preciso.
El sujeto padece de este olvido de visitar la tumba de su madre, sufre por ello, pero sufre también de no lograr los éxitos que ambiciona, que son muchos y esforzados.
Pertenece a una familia de origen humilde y el progreso es el santo y la seña de su acción… Ser recordado por sus logros. La asociación con el verso presentado lleva a enlazar que una operación reciente de columna que tuvo también la padeció su madre y que un problema estomacal muy serio, que también sufre, era el padecimiento que llevó a su madre a la muerte. Por supuesto, apela al saber médico, como es lógico, pero se percata de algo extraño en tanto su cuerpo es igual, en sus padecimientos, al cuerpo materno. En principio, esto le muestra algo: podrá olvidar, pero su cuerpo recuerda perfectamente el entrelazamiento de los cuerpos. Hilos invisibles, como antes hemos señalado, marioneta de ese no me olvides”
Es como si la voz que leo en los márgenes fuera una voz distinta, que no se desborda de su cauce. Surgen estas asociaciones: como la flor no me olvides…. Cómo la flor del aniversario del genocidio armenio. El bolero que escuchaba mi madre….
“Las palabras que dicen el sueño parecen extranjeras al mismo, pero ellas revelan al soñador, a veces son un relámpago, alguna solución o una anticipación”. Para Lacan lo real del inconsciente es un “tejido de palabras”, que se presenta al sujeto como enigmático.
Saber que un paciente no es un organismo formado por órganos, sino que puede devenir sujeto cuyo cuerpo gozante, se halla atravesado por el lenguaje. Saber que podrá revelarse un deseo porque hay inconsciente, porque a nivel del lenguaje algo escapa a la conciencia. El lenguaje toca al cuerpo sutil.
La escritura, letra del goce, que se lee como significante, sitúa lo real en el centro ausente de la falta en ser, en su pura exterioridad. Es importante remarcar que los significantes que introducen el goce en el cuerpo, no son los mismos que se dan a leer. Pues estos últimos ya no están situados respecto a la sustancia gozante, que han introducido los primeros, sino que son producto de la letra que deviene de un cierto orden del espacio llamado Nudo Borromeo. Ese decir no transcurre en el tiempo, sino en el espacio, es borromeo y nada le debe al sonido. Es la separación de lo fonológico, el campo propio del escrito. No es lo real como imposible, sino que es lo real posible de ser escrito, y por ello Lacan sitúa el nudo de lo real y lo real del nudo. Es lo real que solo puede “leerse” desde un discurso, no lo dicho, sino el decir. Esa letra hace operativo el concepto de goce, nos permite hacer con este parte de una lógica discursiva, siendo aquello que surge y se estabiliza en la repetición.
El sujeto recorre a tientas la existencia y se plantea tareas titánicas que su fragilidad puede malograr. A veces nadie sabe de esta intimidad persistente, pero hay un ritmo, una musicalidad que se llama vida.
Cada paso lo siento que retumba y vibra en una pequeña circunferencia y en mi pie, como dice Lacan que se piensa con los pies.
Cada tanto recordando esta última clase me veo interrumpida por un frescor que me rosa, tu presencia y voz, y cómo un recuerdo puede desencadenar diversas emociones. Vivir un poco consecuente con lo que uno cree que anhela, sin melancolizar la pérdida y la ausencia.
Queda el legado de tu libro, que los colegas de la Escuela le dieron el formato necesario.
¿Qué nos humaniza? Todo sujeto habita una extranjeridad en relación a la lengua, a su historia y la de sus ancestros. Ese puente entre lo mortal y lo inmortal, entre su voz y las voces de los muertos constituyen al sujeto. Recuerdo el concepto de transindividual: “El sujeto del inconsciente es transindividual. Pero en eso más allá del ser individual, se juega lo profundo singular. La historia, la trama, que se realiza entre una pequeña voz familiar y la estructura de la sociedad y la cultura de mi tiempo. Que recoge las historias y las culturas, y las lenguas. Sobre todo la transmutación de los sentidos que las lenguas proponen. Y no se opone singular y universal, pues el sujeto es lo particular capaz de universalidad. Y es en esta singularidad donde encuentra su dimensión social, a tal punto que es indistinguible el síntoma particular del síntoma social. El puente es el discurso.”
Lacan plantea que para el psicoanálisis la escritura poética tiene un valor que abre una dimensión diferente de la interpretación analítica. “Cuando el analizante habla, con suerte a veces deviene un poema, poesía” y esa es una vía privilegiada de acceso a lo inconsciente.
Al decir de José Slimobich: “Si algo vivifica es el encuentro con la letra, la ruptura del sentido común, como experiencia cercana a la poesía, el arte que se anima a jugar con el vacío necesario para un discurrir menos mortificante de la existencia”.
¿Acaso los sueños no pueden ser pensados como producciones de lo inconsciente que nos presentan letras que rompen el sentido común, como lo indescifrable que nos interroga?
El psicoanálisis comienza por y con el desvío, por y con la desorientación, por y con la posibilidad de perderse de un saber dado; haciendo de la lectura, equivocidad; haciendo vacilar los sentidos establecidos. El cuerpo se precipita en la lectura. No hay cuerpo sin lectura.
El poema es la interrupción noble de un silencio, de ese silencio que reina, maravilloso, en el mundo, mientras no es derrotada la emergencia de un continuo que está, que puede ser o no ser nítidamente evidente.
Quizás es un intento de poetizar esa clase, esa clase devino en poema por la resignificación, o es el doblez de la lectura, nomeolvides…
Leyendo un libro de poesía de Juana la Coja: “Un rompeola en el fregadero” un recorte del poema:
“Quise decirle, mi general, que del mar ya no quedan flores y plantamos nomeolvides, como era despedirse sin moverse porque al irse ya no somos persona, sino lugares.
Se nos mueren las ciudades que otros viven, mudarse, irse. Volver. Porque nadie vuelve, mi general, todo son despedidas que empiezan y no terminan. Porque nadie vuelve, mi general, pero nadie se va. Todos los lugares que te han visto se quisieron ir contigo, pero al no poder moverse, te dejaron dentro. Así, habitas cada sitio que has conocido»…
Enfurecer, enojar, enfadar, cabrear, exasperar, enervar, indignar, airar, enconar, sulfurar, crispar, encrespar, molestar, jorobar, excitar, encalabrinar, rabiar, agallarse… y la lista de sinónimos castellanos para la palabra irritación puede variar según el diccionario que se mire. Sabemos por nuestra experiencia que es una impresión sentida.
La filosofía a lo largo de las épocas ha trabajado alrededor del concepto de las pasiones. Solo basta con mencionar a algunos filósofos como Aristóteles, Spinoza o más acá a Descartes. Su abordaje pareció ineludible porque las pasiones revelaban un afecto sentido alrededor del cual se buscaban explicaciones. Freud nos llevó de las pasiones a las pulsiones, cuando descubrió que la complementariedad biológica en el humano reside en esa pérdida que introduce el lenguaje. Fue así que elaboró el concepto nodal de la pulsión, que mas allá del principio del placer estableció como pulsión de muerte. Luego Lacan, releyendo la filosofía situó las tres pasiones del ser: amor, odio e ignorancia. Conceptos todos ellos que parecen teóricos pero sin embargo tienen su asiento en el cuerpo. Por ello podemos decir que la experiencia del psicoanálisis más bien toma el lugar de una práctica de lo singular.
Dicho esto, además podemos situar que tanto Freud como Lacan abordaron la angustia como ese sentimiento real que conmueve, “un afecto que no engaña”, agujero en el sentido del que brotan sentimientos que muchas veces se presentan como enigmáticos, sin explicación. A riesgo de generalizar, podemos pensar que muchas veces la irritación podría tener una íntima relación con ese afecto que no engaña.
Mark Fisher nos acercaba con su abordaje de la realidad en el capitalismo[i], que “el capitalismo se alimenta del estado de ánimo de los individuos, al mismo tiempo que los reproduce”. El psicoanálisis ha trabajado alrededor del discurso capitalista y la reproducción del odio, porque el amor es un don, fuera del mercado de lo que se compra y se vende, y este sistema ha mercantilizado todo lo que alcanza, reproduciendo como una medicina dosis de individualismo, miedo, terror y el consiguiente aislamiento que pandemia mediante se han intensificado y que lejos de volvernos mejores, como en un momento quisimos creer, nos ha vuelto despiadados individualistas. Lo dicho se acompaña de la explosión de nuevas dinámicas que basadas en el anonimato, como las redes, multiplica la crueldad sobre el otro. Lo dicho se contrapone al protagonismo del feminismo, que derribó la puerta del poder patriarcal y aportaron nuevos sentidos, que a la vez generaron muchas reacciones en tanto conmovieron la estructura de ese poder.
Ahora bien, quizás un salto para acercar alguna cuestión respecto de la irritación que circula entre nosotras y nosotros. Una joven llega a la consulta diciendo que tiene sentimientos inexplicables de fastidio, de una molestia extrema, como si tuviera la piel enrojecida por el sol y nada la puede tocar porque le arde. Esa sensación aparece como indescifrable, a primera vista, la va sacando de lugares, de relaciones, porque tiene poca o ninguna tolerancia a lo que se dice a su alrededor. Se impacienta, aunque entiende que se encuentra en una situación cuyo contenido no tiene que ver con lo que hacen los demás puntualmente.
Podríamos agregar entonces que el psicoanálisis como clínica de lo singular, no puede desligarse del contexto social desde donde se produce la subjetividad, que adviene como el modo en que se inserta lo social en lo singular. Posición ética porque lo contrario sería perpetuar el aislamiento. No vamos a ahondar en la historia particular sino mostrar las coordenadas desde donde la misma se escribe.
Las respuestas son múltiples, y pueden apreciarse en la vida cotidiana, en redes, en las calles y en situaciones de intolerancia como la ocurrida hace pocos días donde un hombre, produjo un crimen lesbo-odiante hacia cuatro mujeres, que vivían precariamente en una habitación de un conventillo, pereciendo tres de ellas. Pocos días antes, el biógrafo de ultraderecha de Mi-ley, hablaba de la homosexualidad como una conducta insana, este argumento fue parte del discurso de campaña del entonces candidato devenido presidente. El odio se expande desde diferentes usinas y ha tomado como modelo a la intolerancia, la agresividad entre algunas de sus manifestaciones, que además también es patrimonio de los discursos progresistas y del campo popular, que descalifican y anulan las palabras de quienes piensan diferente, convirtiéndolos en enemigos.
Quizás entonces una primera aproximación a la irritación sentida, esa que nos alcanza es que es el eco que proviene de otro lugar y que se hace carne en las historias singulares, como un afecto que no engaña porque sale de las pantallas para volverse realidad en lo singular. Fue Freud el primero que nos mostró un mal de la época, como la histeria, y podríamos decir que el neoliberalismo ha introducido el odio y la intolerancia en la actualidad como un padecimiento del que ojalá nos podamos librar. No será sin una escucha atenta y respetuosa de las palabras de la diferencia con las cuales hay alguna posibilidad de construir otra cosa.
[i] Mark Fisher, Realismo Capitalista, ¿No hay alternativa?, Ed. Caja Negra
El 24 de marzo de 1976 se inició en nuestro país, en consonancia con la región, una dictaudra que se sostuvo a fuerza de persecuciones, asesinatos, desapariciones, tormentos, campos de concentración y se hace difícil continuar enumerando una lista de vejámenes que aún no se hallan esclarecidos y que ofenden la condición de humanidad. El régimen vino a dar por terminado un gobierno que estaba próximo a las elecciones democráticas. El peronismo que había sufrido la proscripción durante 18 años, con una feroz persecución y muertes, donde estaba prohibido hasta nombrarlo, había podido retornar a la vida democrática y ganar las elecciones en 1973 hasta que a principios de 1976 fue derrocado por la fuerza. Así es que destruir es conservar. Fue entonces que aquella proscripción forjó un movimiento de resistencia frente a la barbarie de sucesivos gobiernos de las fuerzas armadas. Lo que siguió a ese 24 de marzo fue el período más negro de la historia reciente de nuestro país.
La memoria se ha abordado de distintas maneras. Memoria y olvido conforman un continuo, sin embargo la negación de la memoria es una acción de la voluntad humana a diferencia de lo que se olvida que pertenece al plano de lo involuntario e inconsciente. Dichos recuerdos retornan muchas veces de otros modos, Freud nos lo mostró en la psicopatología de la vida cotidiana, con los olvidos de nombres propios, en los sueños, y en otras formaciones del inconsciente donde algo de eso reprimido ha sido tomado bajo una forma menos advertida y se presenta como una extraña a nuestra intelección.
La memoria muestra su carácter de ficción, construida con retazos que vienen a nuestro encuentro y bordean un centro ausente, porque no hay un todo que completar. Sin embargo la historia de los pueblos constituye un fondo común que es fuente de cohesión entre quienes habitamos los mismos territorios. Fueron los testimonios de las y los sobrevivientes, en los juicios de Lesa Humanidad, los que permitieron reconstruir ese rompecabezas que hace a nuestra memoria colectiva. Algunas palabras, como nos enseña el psicoanálisis, vibran en el cuerpo, con un peso significante en nuestras vidas. Es desde ese centro ausente que la palabra desaparecido adquiere sus resonancias. Una palabra que pronunciada por un genocida muestra que ha quedado elidido el término “forzada”, porque aquellas desapariciones fueron forzadas. El dictador Videla interrogado acerca de la desaparición de personas decía: “ni vivos ni muertos”, para referirse a unas vidas que quedaron en suspenso, que continúan suspendidas porque no tenemos rastros de esa cifra, 30.000, que constituye el corazón de la memoria corroída por el dolor. Pero no solo han hecho desaparecer esas vidas sino que también las identidades de personas nacidas, hijas, hijos, nietas y nietos, han sido usurpadas y estos crímenes no cesan de escribirse.
Escribía Jean Luc Nancy sobre la Shoah, que “saber una verdad acerca del mal no lo cura”. Es entonces que no es la rememoración lo que nos salva de la repetición, sino es su elaboración, no como una memoria estática que como un monumento hay que honrar, dejándola congelada. Nos vemos entonces con una memoria presente, una visión del mundo que en aquel entonces se quiso imponer y que no fue esclarecida, porque sus responsables no fueron interdictos, ni juzgados, sino que solo alcanzó a quienes lo ejecutaron a través de las armas y de las más crueles maneras de exterminar, que aún no terminan de ser juzgados. Estos verdugos se encargaron de instalar la lógica de la sospecha, “por algo será”, para intentar borrar las huellas de una sociedad solidaria. Detrás de las más bestiales y feroces acciones se escondía la instalación de un régimen económico que nos dejaría sumidos en un sistema económico inescrupuloso que nos volvía (y nos vuelve hoy) un poco descartables. Quienes se vieron beneficiados, y aún se favorecen, fueron los grandes capitales transnacionales que gozan de impunidad. Vemos entonces el retorno de aquello mudo, que fue silenciado, escondido, omitido bajo unas nuevas y feroces políticas que se actualizan para intentar mancillar la condición humana de quienes vivimos en esta tierra. El terrorismo de Estado de aquel entonces, ejecutado por la fuerza de las armas, fue una dictadura cívica, militar y eclesial que aún nos compromete, a través de nuevos rostros, con discursos más refinados, con una artillería mediática que aprovecha la grave crisis de representación que nos ha dejado a merced de nuevos buitres.
A poco de constituirse la ex Esma en un Espacio de Memoria, el periodista e historiador Osvaldo Bayer afirmaba que hemos olvidado que somos hijos de la tierra, un vínculo que se ha borrado a la par que avanza el daño irreparable que provoca la mercantilización de la vida. Nuestras memorias hunden sus raíces en tierras que fueron colonizadas a fuerza de exterminio y borramiento de nuestras ancestralidades. Sin embargo, la incansable búsqueda y firmeza de Madres y Abuelas es la que nos guía para continuar resistiendo y enfrentando a un nuevo viejo poder que reivindica la muerte por sobre la vida.
¡30.000 detenidos y detenidas presentes, ahora y siempre!
A cargo de Pamela Monkobodzky, Marta Berrocal y Antonia Torres
¿Cuáles son las consecuencias del inconsciente Freudiano? ¿Como se presenta el concepto de repetición en la experiencia del psicoanálisis? ¿Cuál es la autenticidad del amor tal como se produce en la transferencia? ¿Pertenece la pulsión al registro de lo orgánico o el campo del instinto ya no es suficiente?. Realizaremos un recorrido a partir de estas preguntas para adentrarnos en los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, en cuestiones relativas al sujeto del inconsciente y a los síntomas de la contemporaneidad.
Las reuniones serán los jueves alternos con una periodicidad de dos semanas. Comenzarán a las 20 h de España y 16 h de Argentina a través de la plataforma Zoom. correo a eapseminario11@gmail.com
Las reuniones serán los jueves alternos con una periodicidad de dos semanas. Comenzarán a las 20 h de España y 16 h de Argentina a través de la plataforma Zoom.
La matrícula del curso será de 150 euros (80 euros para estudiantes) y de 50 dólares para America Latina.
Número de cuenta para Europa: ES48 01829465650208451475Bizum al: 658 50 71 89
Cuando Freud escribe más allá del principio del placer, ese más allá es formulado como algo sin bordes, no limitado, como una especie de relación al infinito. Él lo nombra como merh Lust, como más placer, que en Lacan se homologa a la plusvalía (merh Wert). Es Lacan quien aísla esta instancia “más allá” nombrándola como goce (Jouissance).
Hay un momento en que en uno de sus seminarios alguien le pregunta si puede haber dos más allá. Es cuando empieza a vislumbrar que puede haber dos goces, no como esencias, ni atributos, sino como lugares del de-ser o del no-ser, señalando que si ese goce fuera él mismo no sería ése. A raíz de esto, tenemos una dificultad por lo menos: ¿cómo pensar el goce?, y no sólo eso, sino cómo captar lo real del goce. Eso que aparece como un imposible de ser pensado, y que posiblemente si podemos trabajar con ello no puede ser desde otro sitio que el de una cierta escritura.
Ése “dos” no deja de ser curioso, pues aparece también en el Proslogium, de Anselmo de Aosta, como reflexión sobre los bordes ontológicos donde se señalan los límites del conocimiento, que da paso a la apertura del pensamiento medieval hacia la nueva ciencia:
Hay un ser (el máximo) mayor que el cual no puede haber otro. De esta primera afirmación se pasa a la delimitación del campo del conocimiento. El máximo es uno (no es posible la existencia de dos seres máximos) y es absoluto (no está ligado por nadie ni enfrentado con nada, en caso contrario se relativizaría y serla contradictoria la noción de absoluto que le adscribimos).
Con respecto al placer Freud señala que tiende al grado cero, lo que podemos llamar la homeostasis del sujeto, no obstante, no se queda ahí, sino que ese más allá señalado en el placer intenta recomponer las condiciones que se tuvieron en un principio en una relación mítica con el objeto de goce, instaurando otra instancia “hay uno” o “hay del uno”, que tampoco es autorreferencial pues posee la cualidad de un comienzo de la cuenta, ya que se constituye en rasgo, suma a otro volcándose hacia el dos, que podemos nombrar como el amor, el goce con el otro o el goce del otro.
Ahora bien, ¿cómo puede el analista trabajar con esto que se le escurre entre los dedos como jabón mojado? Dice José León Slimobich:
…el analista escucha desde algún sitio. Este lugar se compone de la formación que dicho analista posee. Con los instrumentos de su propio análisis, de la supervisión, de los lugares donde estudia con otros y de sus propias lecturas construye el modo de abordar lo que el analizante plantea. Sin embargo, solo podrá acceder a lo real en juego, cuando luego de haber aprendido y valorado toda su formación y conocimientos escuchando y ubicando cuestiones en lo que se le presenta, lo abandone y se sitúe en la ignorancia para que ¨eso ¨se le presente.
Es evidente que dicha formación se constituye en la posibilidad de causar en el sujeto, en forma coloquial, el surgir de lo que sabe de sí o lo insabido.
Lacan es reiterativo en su obra sobre este hacer desde la ignorancia. Ubica, en el trabajo que realiza sobre Nicolás de Cusa sobre la docta ignorancia, una de las entradas en la modernidad.
Nicolás de Cusa señala en el primer capítulo de dicho texto:
Si la sabiduría es un conocimiento total de las realidades, el hombre ha de conformarse con la ignorancia, pero no con una ignorancia por ausencia de conocimiento, sino con una ignorancia que resulta del conocimiento de las limitaciones del entendimiento humano.
Y continúa José León Slimobich más tarde:
Requiere entonces, que algo no esté aún desvelado, en tanto no todo lo que el analizante habla puede ser pasado por el saber del analista. Más aún, la exigencia freudiana de no acotar nuestra escucha en lo sabido nos coloca a la espera de algo en los nudos del relato que escuchamos.
Así, podemos nombrar este conjunto de saberes del analista de la siguiente manera: el saber que ignora lo suficiente.
Lacan en variantes de la cura tipo señala:
Freud pone en ello el acento hasta el punto de decir que laciencia analítica debe volver a ponerse en tela de juicio en el análisis que de cada caso (v. g. «El hombre de los lobos», toda la discusión del caso se desarrolla sobre este principio), muestra suficientemente al analizado la vía de su formación.
El analista, en efecto, no podría adentrarse en ella sino reconociendo en su saber el síntoma de su ignorancia…
Así José León Slimobich manifiesta cómo esto se liga al cuerpo: …el deslizarse en lo incomprensible del lapsus o la escritura del sueño, por ejemplo, nos muestra algo que transcurre en la dimensión de la relación del tiempo con el cuerpo, pues lo que hemos expuesto se nos muestra en otro momento y con relación al cuerpo callado.