Sábado 26 de octubre Sábado 2 de noviembre Sábado 9 de noviembre
Hora: 12 de la mañana (duración una hora y media) Lugar: CC Macedonia/ Sarmiento 3632 Arancel: 5.000 pesos (por sesión)
A cargo de Emilio Gómez Barroso
Desde los orígenes del capitalismo ha habido una tendencia, cada vez mayor, a no poder, si quiera imaginarse un mundo fuera del capitalismo. Es más algunos autores imaginan que el fin del capitalismo será el fin del mundo. La aceleración desmedida que imprime el sistema hace imposible pensar un posible freno. La pandemia del COVID que supuso un punto de inflexión nos hizo pensar que la amenaza iba a ser tomada en serio. Sin embargo, la crueldad se ha vuelto espectáculo, que consumimos sin apenas rozar nuestro corazón; una imagen cruenta es elemento suficiente para vaciar de pena el siguiente horror. La mirada acostumbra a colmarse con relatos de odio, que se han normalizado y se carga de pasión con eso que se ha dado en llamar la postverdad, que no es más que una mentira apasionada llevada hasta sus últimas consecuencias. El capitalismo forcluye el amor, como dice Lacan, que pobre e inoportuno que se presenta en el momento más inesperado, sin pensar mucho qué latir conquista y qué ser oculta haciéndolo más hermoso y misterioso porque ama algo más que el ser. El amor equivoca, mientras que el odio es certero, pues atina con el estómago de ese que quiere devorar al otro, suprimirlo, abusar de él, y hasta aniquilar su recuerdo. Empero una parte esencial del ser humano vive de eso que murió y vuelve una y otra vez a parecer como un fantasma que no deja de hacerse cuerpo. Es en la magia del lenguaje, la magia de la lengua donde se genera otra vez una especie de esperanza obscena, pues no deja de mostrarse. La figura de la mujer, que había sido invisibilizada bajo el dominio del hombre, apareció en el siglo XIX en la primera línea cultural, antes del sufragio universal. Ese lugar la ponía en una situación de desprotección. Siendo punta de lanza no tenía lugar en el Estado que protegía los intereses de un antiguo régimen sostenido en la revisión escolástica de Aristóteles, quien había proclamado la tríada de ordenación lógica: Dios, alma, mundo, metaforizada hoy en Capital, consumo, dominio, y otras visiones inflamadas. En este taller trabajaremos y reflexionaremos sobre los reflejos en la actualidad de la convulsión que supone una nueva reedición de la crueldad sistémica.
Textos de referencia:
“La lectura en la palabra: una escritura de lo real” José León Slimobich
“Filosofía en tiempo de descuento” José María Ripalda
“Umbral de época” José María Ripalda
“Contra pedagogías de la crueldad” Rita Segato
“De un discurso que no fuera solo del semblante” Jacques Lacan (Cap. 4 “Lo escrito y la verdad)
“La lógica del fantasma” Jacques Lacan (cap. 6 “el inconsciente y el ello”)
Los que conocimos a José Slimobich, los que le acompañamos en su periplo de enseñante del psicoanálisis, los que fuimos sus analizantes, cuando en España no había analistas o apenas, asistíamos atónitos a cómo era posible una ciencia que hundía sus raíces en el campo del goce.
Fundamentalmente las publicaciones de J. Slimobich han sido colectivas, desde “el leer en el habla”, “la marca del leer” y “Amor y deseo en la civilización del odio”. Todas ellas han sido publicaciones colectivas. Fiel en esto a la transindividualidad del sujeto y a la importancia de lo colectivo que quedó reflejado en un título de la revista Letra-Hora y en su participación política en su país natal: Argentina.
Queda una más: “El psicoanálisis en la actualidad”. Y junto a estas: otras dos a nombre propio: “Que es un niño en psicoanálisis?” y El paradigma del leer. Podemos decir que ésta última marcó un giro en su enseñanza… Seguir leyendo:
Este escrito emerge del espacio de supervisión grupal con José Slimobich, donde se propone un breve material y su lectura, para mostrar que allí que de la escritura en las palabras del analizante deviene el poema.
Es la flor de nomeolvides. Símbolo de los amores eternos y de la memoria, dice elsignificado de la flor.
Esta pequeña historia no sigue una escritura lineal y convencional, sino que va por los atajos, por un ritmo de transferencia. ¿Qué dimensión tiene la transferencia?: Quizás algo que tiende al infinito y resuena en el cuerpo provocando ondulaciones.
Un viernes a las 14 horass ha sido el encuentro de formación, el segundo del grupo, no sabíamos su extensión y nos anticipaba al estudio y la proximidad de un posible libro:
“Nuevas aportaciones del paradigma del leer”. El énfasis es como un analista puede leer el texto de su analizante. Cómo deviene en poema esta lectura.
El poema es el nombre encontrado; el formar cuerpo con la lengua es el poema. Al decir de Pascal Quignard: “Para procurar una definición precisa del poema, quizá hay que convenir en decir sencillamente: el poema es exactamente lo contrario que el nombre en la punta de la lengua”.
José Slimobich presenta el relato de un sueño:
“El sujeto que habla plantea que hace tiempo no visita la tumba de su madre y esto le molesta. Se lee: “no me olvides”. Este verso es muy interesante, pues muestra que el que llega hasta el hablanteser lo hace desde la tumba, desde el más allá. Este verso merece un desarrollo más extenso, pues si bien todos los fragmentos que presentamos apuntan a movimientos del cuerpo, este nos muestra algo muy preciso.
El sujeto padece de este olvido de visitar la tumba de su madre, sufre por ello, pero sufre también de no lograr los éxitos que ambiciona, que son muchos y esforzados.
Pertenece a una familia de origen humilde y el progreso es el santo y la seña de su acción… Ser recordado por sus logros. La asociación con el verso presentado lleva a enlazar que una operación reciente de columna que tuvo también la padeció su madre y que un problema estomacal muy serio, que también sufre, era el padecimiento que llevó a su madre a la muerte. Por supuesto, apela al saber médico, como es lógico, pero se percata de algo extraño en tanto su cuerpo es igual, en sus padecimientos, al cuerpo materno. En principio, esto le muestra algo: podrá olvidar, pero su cuerpo recuerda perfectamente el entrelazamiento de los cuerpos. Hilos invisibles, como antes hemos señalado, marioneta de ese no me olvides”
Es como si la voz que leo en los márgenes fuera una voz distinta, que no se desborda de su cauce. Surgen estas asociaciones: como la flor no me olvides…. Cómo la flor del aniversario del genocidio armenio. El bolero que escuchaba mi madre….
“Las palabras que dicen el sueño parecen extranjeras al mismo, pero ellas revelan al soñador, a veces son un relámpago, alguna solución o una anticipación”. Para Lacan lo real del inconsciente es un “tejido de palabras”, que se presenta al sujeto como enigmático.
Saber que un paciente no es un organismo formado por órganos, sino que puede devenir sujeto cuyo cuerpo gozante, se halla atravesado por el lenguaje. Saber que podrá revelarse un deseo porque hay inconsciente, porque a nivel del lenguaje algo escapa a la conciencia. El lenguaje toca al cuerpo sutil.
La escritura, letra del goce, que se lee como significante, sitúa lo real en el centro ausente de la falta en ser, en su pura exterioridad. Es importante remarcar que los significantes que introducen el goce en el cuerpo, no son los mismos que se dan a leer. Pues estos últimos ya no están situados respecto a la sustancia gozante, que han introducido los primeros, sino que son producto de la letra que deviene de un cierto orden del espacio llamado Nudo Borromeo. Ese decir no transcurre en el tiempo, sino en el espacio, es borromeo y nada le debe al sonido. Es la separación de lo fonológico, el campo propio del escrito. No es lo real como imposible, sino que es lo real posible de ser escrito, y por ello Lacan sitúa el nudo de lo real y lo real del nudo. Es lo real que solo puede “leerse” desde un discurso, no lo dicho, sino el decir. Esa letra hace operativo el concepto de goce, nos permite hacer con este parte de una lógica discursiva, siendo aquello que surge y se estabiliza en la repetición.
El sujeto recorre a tientas la existencia y se plantea tareas titánicas que su fragilidad puede malograr. A veces nadie sabe de esta intimidad persistente, pero hay un ritmo, una musicalidad que se llama vida.
Cada paso lo siento que retumba y vibra en una pequeña circunferencia y en mi pie, como dice Lacan que se piensa con los pies.
Cada tanto recordando esta última clase me veo interrumpida por un frescor que me rosa, tu presencia y voz, y cómo un recuerdo puede desencadenar diversas emociones. Vivir un poco consecuente con lo que uno cree que anhela, sin melancolizar la pérdida y la ausencia.
Queda el legado de tu libro, que los colegas de la Escuela le dieron el formato necesario.
¿Qué nos humaniza? Todo sujeto habita una extranjeridad en relación a la lengua, a su historia y la de sus ancestros. Ese puente entre lo mortal y lo inmortal, entre su voz y las voces de los muertos constituyen al sujeto. Recuerdo el concepto de transindividual: “El sujeto del inconsciente es transindividual. Pero en eso más allá del ser individual, se juega lo profundo singular. La historia, la trama, que se realiza entre una pequeña voz familiar y la estructura de la sociedad y la cultura de mi tiempo. Que recoge las historias y las culturas, y las lenguas. Sobre todo la transmutación de los sentidos que las lenguas proponen. Y no se opone singular y universal, pues el sujeto es lo particular capaz de universalidad. Y es en esta singularidad donde encuentra su dimensión social, a tal punto que es indistinguible el síntoma particular del síntoma social. El puente es el discurso.”
Lacan plantea que para el psicoanálisis la escritura poética tiene un valor que abre una dimensión diferente de la interpretación analítica. “Cuando el analizante habla, con suerte a veces deviene un poema, poesía” y esa es una vía privilegiada de acceso a lo inconsciente.
Al decir de José Slimobich: “Si algo vivifica es el encuentro con la letra, la ruptura del sentido común, como experiencia cercana a la poesía, el arte que se anima a jugar con el vacío necesario para un discurrir menos mortificante de la existencia”.
¿Acaso los sueños no pueden ser pensados como producciones de lo inconsciente que nos presentan letras que rompen el sentido común, como lo indescifrable que nos interroga?
El psicoanálisis comienza por y con el desvío, por y con la desorientación, por y con la posibilidad de perderse de un saber dado; haciendo de la lectura, equivocidad; haciendo vacilar los sentidos establecidos. El cuerpo se precipita en la lectura. No hay cuerpo sin lectura.
El poema es la interrupción noble de un silencio, de ese silencio que reina, maravilloso, en el mundo, mientras no es derrotada la emergencia de un continuo que está, que puede ser o no ser nítidamente evidente.
Quizás es un intento de poetizar esa clase, esa clase devino en poema por la resignificación, o es el doblez de la lectura, nomeolvides…
Leyendo un libro de poesía de Juana la Coja: “Un rompeola en el fregadero” un recorte del poema:
“Quise decirle, mi general, que del mar ya no quedan flores y plantamos nomeolvides, como era despedirse sin moverse porque al irse ya no somos persona, sino lugares.
Se nos mueren las ciudades que otros viven, mudarse, irse. Volver. Porque nadie vuelve, mi general, todo son despedidas que empiezan y no terminan. Porque nadie vuelve, mi general, pero nadie se va. Todos los lugares que te han visto se quisieron ir contigo, pero al no poder moverse, te dejaron dentro. Así, habitas cada sitio que has conocido»…
Enfurecer, enojar, enfadar, cabrear, exasperar, enervar, indignar, airar, enconar, sulfurar, crispar, encrespar, molestar, jorobar, excitar, encalabrinar, rabiar, agallarse… y la lista de sinónimos castellanos para la palabra irritación puede variar según el diccionario que se mire. Sabemos por nuestra experiencia que es una impresión sentida.
La filosofía a lo largo de las épocas ha trabajado alrededor del concepto de las pasiones. Solo basta con mencionar a algunos filósofos como Aristóteles, Spinoza o más acá a Descartes. Su abordaje pareció ineludible porque las pasiones revelaban un afecto sentido alrededor del cual se buscaban explicaciones. Freud nos llevó de las pasiones a las pulsiones, cuando descubrió que la complementariedad biológica en el humano reside en esa pérdida que introduce el lenguaje. Fue así que elaboró el concepto nodal de la pulsión, que mas allá del principio del placer estableció como pulsión de muerte. Luego Lacan, releyendo la filosofía situó las tres pasiones del ser: amor, odio e ignorancia. Conceptos todos ellos que parecen teóricos pero sin embargo tienen su asiento en el cuerpo. Por ello podemos decir que la experiencia del psicoanálisis más bien toma el lugar de una práctica de lo singular.
Dicho esto, además podemos situar que tanto Freud como Lacan abordaron la angustia como ese sentimiento real que conmueve, “un afecto que no engaña”, agujero en el sentido del que brotan sentimientos que muchas veces se presentan como enigmáticos, sin explicación. A riesgo de generalizar, podemos pensar que muchas veces la irritación podría tener una íntima relación con ese afecto que no engaña.
Mark Fisher nos acercaba con su abordaje de la realidad en el capitalismo[i], que “el capitalismo se alimenta del estado de ánimo de los individuos, al mismo tiempo que los reproduce”. El psicoanálisis ha trabajado alrededor del discurso capitalista y la reproducción del odio, porque el amor es un don, fuera del mercado de lo que se compra y se vende, y este sistema ha mercantilizado todo lo que alcanza, reproduciendo como una medicina dosis de individualismo, miedo, terror y el consiguiente aislamiento que pandemia mediante se han intensificado y que lejos de volvernos mejores, como en un momento quisimos creer, nos ha vuelto despiadados individualistas. Lo dicho se acompaña de la explosión de nuevas dinámicas que basadas en el anonimato, como las redes, multiplica la crueldad sobre el otro. Lo dicho se contrapone al protagonismo del feminismo, que derribó la puerta del poder patriarcal y aportaron nuevos sentidos, que a la vez generaron muchas reacciones en tanto conmovieron la estructura de ese poder.
Ahora bien, quizás un salto para acercar alguna cuestión respecto de la irritación que circula entre nosotras y nosotros. Una joven llega a la consulta diciendo que tiene sentimientos inexplicables de fastidio, de una molestia extrema, como si tuviera la piel enrojecida por el sol y nada la puede tocar porque le arde. Esa sensación aparece como indescifrable, a primera vista, la va sacando de lugares, de relaciones, porque tiene poca o ninguna tolerancia a lo que se dice a su alrededor. Se impacienta, aunque entiende que se encuentra en una situación cuyo contenido no tiene que ver con lo que hacen los demás puntualmente.
Podríamos agregar entonces que el psicoanálisis como clínica de lo singular, no puede desligarse del contexto social desde donde se produce la subjetividad, que adviene como el modo en que se inserta lo social en lo singular. Posición ética porque lo contrario sería perpetuar el aislamiento. No vamos a ahondar en la historia particular sino mostrar las coordenadas desde donde la misma se escribe.
Las respuestas son múltiples, y pueden apreciarse en la vida cotidiana, en redes, en las calles y en situaciones de intolerancia como la ocurrida hace pocos días donde un hombre, produjo un crimen lesbo-odiante hacia cuatro mujeres, que vivían precariamente en una habitación de un conventillo, pereciendo tres de ellas. Pocos días antes, el biógrafo de ultraderecha de Mi-ley, hablaba de la homosexualidad como una conducta insana, este argumento fue parte del discurso de campaña del entonces candidato devenido presidente. El odio se expande desde diferentes usinas y ha tomado como modelo a la intolerancia, la agresividad entre algunas de sus manifestaciones, que además también es patrimonio de los discursos progresistas y del campo popular, que descalifican y anulan las palabras de quienes piensan diferente, convirtiéndolos en enemigos.
Quizás entonces una primera aproximación a la irritación sentida, esa que nos alcanza es que es el eco que proviene de otro lugar y que se hace carne en las historias singulares, como un afecto que no engaña porque sale de las pantallas para volverse realidad en lo singular. Fue Freud el primero que nos mostró un mal de la época, como la histeria, y podríamos decir que el neoliberalismo ha introducido el odio y la intolerancia en la actualidad como un padecimiento del que ojalá nos podamos librar. No será sin una escucha atenta y respetuosa de las palabras de la diferencia con las cuales hay alguna posibilidad de construir otra cosa.
[i] Mark Fisher, Realismo Capitalista, ¿No hay alternativa?, Ed. Caja Negra
La crisis, no del discurso del amo, sino del discurso capitalista, que es su sustituto, está abierta. No es que yo diga que el discurso capitalista esté mal, es al contrario algo locamente astuto. En fin, es después de todo lo más astuto que se ha hecho como discurso. No por eso está menos consagrado a reventar.
Discurso de Milán (Jacques Lacan)
Este argumento, proferido por Lacan en Milán, tiene elementos muy interesantes y que todo el mundo ha pensado o ha leído en algún momento. Desde los primeros tiempos del capitalismo, el sistema alentado desde el incipiente poder de los comerciantes llevaba inserta la palabra crisis. Se conoce la crisis del trigo en Inglaterra, donde bajó su valor y dejó de ser rentable y nadie quería cultivarlo. Cuando los primeros economistas que teorizaban sobre el capitalismo no entendían muy bien, pues tanto David Ricardo como Adam Smith pensaban que el movimiento del capital sólo se basaba en la oferta y la demanda, el dinero pagaba una mercancía y su valor variaba solamente porque hubiera más oferta o menos demanda, apenas dos parámetros, sin esoterismo adyacente.
El problema de un sistema tan abierto como el capitalismo es que a medida que avanza comienzan a intervenir demasiadas variables en su solución y, a medida que los elementos de las fórmulas van creciendo se hace más difícil manejarlas.
En el último tiempo aparece una tendencia behaviorista dentro del capitalismo que intenta calcular todas las variables existentes en el comportamiento humano con respecto al consumo, que se complementa con las políticas del terror que provienen fundamentalmente de la Escuela de Chicago. Ahora sabemos más de la primera por la extensión de las empresas de Big Data que van calculando nuestros gustos.
Ahora bien, es interesante para entender la astucia de la economía capitalista comprender cómo fueron sus primeros pasos, la revolución del comercio, la revolución de los mercaderes, que pedían un lugar dentro de la corte, que hasta ese momento había estado compuesta únicamente por la Nobleza que defendía estrictamente sus bienes.
Marx comenta en los Gründisse (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política):
“La sociedad burguesa es la más compleja y multifacética organización histórica de la producción. Las categorías que expresan sus relaciones, la comprensión de su articulación por ello procura al mismo tiempo el entendimiento de la articulación y de las relaciones sociales de todas las formas sociales desaparecidas, con cuyos escombros y elementos se ha construido, parte de dichos restos no superados se arrastran en ella, simples alusiones que han de desarrollarse hasta significaciones desarrolladas… la economía burguesa proporciona la clave de lo antiguo.”
La economía burguesa digiere las crisis adyacentes a su acción, y se reinventa en otro lugar. Emmanuel Wallerstein, historiador del capitalismo, señala que las crisis dentro de la economía capitalista se producen cada 20 o 25 años, sin embargo, a medida que se aceleran los procesos de producción y recogida de beneficios diversos estas crisis se van estrechando en el tiempo, es decir, su periodicidad se vuelve más breve.
Uno de los elementos que introduce la economía capitalista es la división del trabajo, las diferentes divisiones de la producción se producen al principio en diferentes espacios, para luego ensamblar el producto final. Como consecuencia se produce una especie de arrebato en el tiempo vivido hasta el momento:
Desposesión: primero se arrebata a una cantidad ingente de población sus condiciones de vida.
Apropiación del tiempo: se compra el tiempo que no puede utilizar en otra cosa que en trabajar para el que tiene las condiciones de producción.
Anulación del tiempo: se produce en las contracciones del capital, es decir, cuando este se retira de la producción y espera otro momento propicio para invertir sus recursos.
Lo cierto es que con ese movimiento de concentración comienza a aparecer en la historia un sujeto que no es consciente de su producción, no es consciente del producto final del que participa. La mercancía, aquello que se vende al final del proceso de fabricación es algo que se le ha ocultado al que ha ofrecido su mano de obra, le sorprende al final cuando la mercancía aparece bailando ante sus ojos, quedando fascinado por el brillo de ésta que favorece que sea consumido por mucha gente.
Cuando aparece este poder del comercio, despierta cierto recelo, el Ancien Régime se incomoda entre sus costuras, ya que intenta compartir el mismo traje del soberano y aminorar su poder absoluto, el amo antiguo mira de reojo, e incluso reprime su acción. Sin embargo, es muy pronto cuando los comerciantes se dan cuenta del desgaste, y en vez de luchar contra el amo feudal, las propias leyes en las que se basa se añaden a las feudales, montando un clima asfixiante para las clases populares.
Walter Benjamin dice que el poder feudal se da cuenta muy pronto de que lo único que puede hacer para frenar la ambición desmedida del comercio es constituir Estados compartidos, es mejor tener un poder tan pujante en la misma habitación que fuera de ella, es desde el interior que el egoísmo contribuye a esa especie de Leviatán donde se mitigan sus fugas y astucias.
Una de las primeras leyes que se aprueban en el nuevo parlamento prusiano, que incluye representantes del comercio y la aristocracia, es la ley llamada del robo de Leña, con intereses privados dentro de lo público. La ley no establece separaciones que ahora son aceptadas:
– Convierte los elementos comunales en un obstáculo de la propiedad mercantil, la mercancía así protegida comienza a tomar carácter de fetiche. Ésta toma más valor para la ley que las costumbres populares.
– No establece la separación en la ley entre el elemento sancionador y elemento tasador.
No deja de ser increíble que la ley que intentaba aprobar el gobierno chileno, contra los mapuches, no hace más de una década para surtir de mano de obra a las minas de cobre se llamara también Ley del robo de leña.
Es interesante también por ello lo que sucede con el fenómeno de los cercados, de la parcelación de la tierra o como lo nombra Marx “enclosures”, la cada vez mayor implantación de este fenómeno, que inmediatamente gana la legalidad vigente, de la Inglaterra del siglo XVII, se va extendiendo hacia el continente; con este fenómeno se van orillando derechos antiguos, como el ius iure, que protegía al primero que llegara a tierras vírgenes, o el derecho de beneficencia, que protegía a los desposeídos, y que de alguna manera se le otorga a la Iglesia.
Al aparecer la nueva economía de la división del trabajo aparecen también leyes de vagos y maleantes; los que se niegan a trabajar son marcados a fuego en el rostro, con lo cual quedan estigmatizados de por vida con una marca demasiado visible.
Las tricotomías y competencias en las que entra el nuevo campo del derecho son comunicadas por Marx a su padre en las cartas que le dirige, a través de ellas intentan despejar el galimatías de la convivencia de derechos. Es mucho más tarde cuando el derecho a la educación entra en las fábricas textiles, donde la edad media de vida de los niños que trabajaban en los telares de Manchester no alcanzaba los 16 años.
En el Letrahora 6, José León Slimobich expone:
“…hay algo común entre el término «violencia» y el término «democracia». Ejemplifiquemos: tome usted una persona de cualquier punto de la Tierra y pregúntele lo siguiente: “¿Desea usted vivir en una sociedad donde existe libertad de expresión, libertad de circulación, libertad de prensa…?”, y le contestará, seguramente, «sí». Ahora repita usted la pregunta del siguiente modo: “¿Desea usted vivir en una sociedad donde la medicina es gratuita, donde la educación es gratuita, donde está asegurado el trabajo, donde la renta del alquiler no puede superar el seis por ciento de su sueldo?”, y le contestará, seguramente, «sí». Bien, la mayoría de las constituciones de los países recogen ambos grupos de aspiraciones, pero sólo pueden respetar algunos. En las democracias occidentales, en su mayoría, son los primeros puntos los que se respetan. A los otros, directamente, se los ignora”
“Mutaciones del término violencia” José León Slimobich
Este nuevo poder viene avalado por una virtud, el capitalista se sustrae al consumo descabezado, en él está mal visto el despilfarro y la frugalidad es su modus vivendi. La burguesía había tomado como valor la frónesis griega. Comenta Marx en el Capital, en el capítulo llamado “teoría de la abstinencia”:
Mientras que el capitalista clásico estigmatizaba el consumo individual como pecado contra su función y como un «abstenerse» de la acumulación, el capitalista modernizado está ya en condiciones de concebir la acumulación como «renunciamiento» a su afán de disfrute. «Dos almas moran, ay, en su pecho, y una quiere divorciarse de la otra”
La burguesía se había considerado a sí misma como el único estamento social capaz de asumir para sí la suficiente entidad moral y superar los excesos de la aristocracia con respecto a un funcionamiento lógico de los Estados modernos. “Había heredado la consigna feudal de frugalidad para las masas a cuyas necesidades pretende servir”. Era la única clase capaz de emanciparse de la tutela política y religiosa anterior, que seguía constriñendo al pueblo llano.
Se promovía así, como nuevo motor económico, suficientemente astuto como para poner en movimiento la vida de la sociedad, y salvar las paralizaciones que sustentaba la vida natural, el dinamismo es otra de las columnas en la que se apoya:
“En los inicios históricos del modo capitalista de producción y todo capitalista advenedizo recorre individualmente esa fase histórica el afán de enriquecerse y la avaricia prevalecen como pasiones absolutas. Pero el progreso de la producción capitalista no sólo crea un mundo de disfrutes. Con la especulación y el sistema del crédito, ese progreso abre mil fuentes de enriquecimiento repentino. Una vez alcanzado cierto nivel de desarrollo el «desgraciado» capitalista debe practicar, incluso como necesidad del negocio, cierto grado convencional de despilfarro, que es a la vez ostentación de la riqueza y por ende medio de crédito. El lujo entra así en los costos de representación del capital. Por lo demás, el capitalista no se enriquece como sí lo hacía el atesorador en proporción a su trabajo personal y a su no consumo individual, sino en la medida en que succiona fuerza de trabajo ajeno e impone al obrero la renuncia a todos los disfrutes de la vida. Por tanto, aunque el derroche del capitalista no posee nunca el carácter bona fide [de buena fe] que distinguía al del pródigo señor feudal, y en su trasfondo acechan siempre la más sucia de las avaricias y el más temeroso de los cálculos, su prodigalidad se acrecienta, no obstante, a la par de su acumulación, sin que la una perjudique necesariamente a la otra y viceversa. Con ello, a la vez, se desarrolla en el noble pecho del individuo capitalista un conflicto fáustico entre el afán de acumular y el de disfrutar”
Ahora bien, ¿de qué elemento nuevo se surte la ganancia capitalista? El capitalista pone en marcha la división del trabajo, sin embargo, nadie se había dado cuenta hasta Marx de cómo era su ganancia, él lo nombra plusvalía:
… el patrón hace del trabajo una mercancía más. Entonces cuando el obrero dice” págame por el trabajo” este responde “yo te pago el trabajo” y ríe porque no le viene la ganancia de que no le pago el trabajo, viene de que el trabajo es transformado en mercancía y lo que no paga es el valor del trabajo como mercancía, paga el valor del trabajo.
¡Voltereta colosal! El capitalista no lo entendió hasta que Marx lo aisló, se regía por la ganancia, pero no entendía de dónde venía. Marx se lo explica, “lo que pasa es que usted le paga el trabajo realizado, pero usted no le agrega lo que hace con el trabajo como mercancía”. Su ganancia no es el trabajo más capital invertido, es el trabajo del capital más “el trabajo como mercancía”, es el plus, la plusvalía. Hasta que Marx no escribe “El capital” esto no se puede entender. Ahí es donde los obreros dicen: “queremos participar de la plusvalía”. Más aun, en el comunismo teóricamente se elimina la plusvalía. El capitalismo se vuelve capitalismo de estado. ¿Qué tiene esto que ver con el psicoanálisis?
José León Slimobich
En el Seminario 16 alguien le recuerda a Lacan que el objeto a de la pulsión es homológico a la plusvalía marxista, ¿qué quiere decir esto? Marx descubre que, con la división del trabajo, el hombre, el trabajador, produce más objetos de los que necesita, no puede calcular la cantidad de ellos en los que participa parcialmente. Es pagado como valor de trabajo, pero no con el valor de producto. Así, finalizando la jornada recibe un precio, pero hay un plus de objeto fabricado, ese plus va a parar al bolsillo del capitalista, como dice Lacan, el capitalista no se lo espera, simplemente ríe.
Por otra parte, en el ser humano, el infans, cuando recibe el alimento, cuando intenta satisfacer el hambre queda un resto de placer, algo le incita a seguir mamando, no solamente satisface la necesidad, sino que va más allá. En la medida en que la palabra va apareciendo la boca pasa de la función succionadora a la función invocativa, descubre así otra modo del placer en la boca. Por otra parte, como si fuera un input y un output, el infans percibe que a la vez que se alimenta también se le pide el escíbalo como producto, el control de esfínteres representa un dar o no dar, un soltar y retener, ahí Freud se da cuenta de que esta función de la pulsión representa el carácter. Es decir, le doy o no le doy, que es otra forma de controlar la relación con el otro. No deja de ser curioso que Freud establezca a raíz de esto la equivalencia escíbalo= dinero. Ahí es donde se establece cierto dominio sobre el otro.
Este dar o no dar también es privilegio del capitalista, aunque más tarde aclararemos la diferencia.
La mirada también se comporta como la voz, no se satisface con el objeto que mira, ni sabe por qué lo mira, simplemente lo hace. Esto es conocido por el mercado, el mercado produce continuamente espectáculo para captar la atención de cuantas más miradas mejor y durante el tiempo más extenso posible.
Así, intenta producir gadgets u objetos que capturen de la pulsión. Comida que entra por los ojos, e intenta satisfacer algo más que el hambre, aparatos de grabación más importantes que la voz propia, e imágenes seductoras que hacen que nos volvamos locos por imitarlas o parecernos a ellas. Todo un anticipo a cualquier vacilación y una forma de dirigir los gustos de masa que se componen por la captura y uniformidad del tiempo capturado.
La alianza entre el amo y la técnica es el giro que permite pasar desde el antiguo discurso del amo al discurso capitalista. Giro perverso, intercambio entre el amo como agente y el sujeto. Donde el amo pasa al lugar de la verdad, oculto así del lugar visible de la acción:
En el lugar de la producción tenemos esos gadgets que va produciendo la tecnociencia, y en el lugar del agente un sujeto susceptible de ser llenado con objetos de consumo. Esta perversión o cambio de términos no solamente los troca, sino que cambia el giro del discurso, convirtiéndose en un discurso que sólo se agota en sí mismo, no es un discurso que dialogue con los otros discursos, sino que aparentemente es autosuficiente, y oculta el significante amo o la orden a los ojos de cualquier racionalidad. Es por eso por lo que el éxito del capitalismo es haberse transmitido como imposible de ser relevado. En los últimos tiempos observamos con impotencia la imposibilidad de corregir su acción, si anteriormente en otras etapas del capitalismo había un amo visible, en la actualidad no se nos facilita ese visión, incluso el nuevo mesianismo en el caemos una y otra vez con gobiernos virados hacia la ultraderecha no son otra cosa que una vuelta al medievalismo con la esperanza de que se vuelva visible la figura de un culpable al que abatir. La competencia ya no se da en la lucha de clases, sino entre diferentes formas de habitar el capitalismo (financiero versus productivo).
Cuando Lacan afirma que el capitalismo tiende a reventar apunta a ese cambio de giro que ya no necesita del amor. El capitalismo es despiadado y produce desechos continuos. El valor mismo ya no es marcado por la cantidad de trabajo necesario para producir la mercancía, sino por la ambición y la sustracción, puestos ambos a una velocidad vertiginosa.
Los viejos elementos de localización de la racionalidad cartesiana: el espacio y el tiempo, han sido sustituidos por una única referencia huidiza, la velocidad. Paul Virilio, en su texto velocidad y política propone que para entender algo de la realidad actual no hay que dirigir el cursor a los elementos significantes clásicos, sino a pensar el elemento velocidad, posiblemente con un centro incentivador de la prisa que, a su vez es acéfalo y ansiógeno.
Hay un grupo crítico surgido en Alemania con diferentes autores como Robert Kurz, Anselme Jappe, Roswitta Schölz, etc., que basa esta velocidad en la crítica del valor en Marx y en las teorías del fetichismo. Bien, este grupo apunta a que el capitalismo produce dos límites, uno interno, a medida que aumentan la velocidad de los procesos se reduce el valor de la mercancía, y otro externo, ligado al anterior, los límites planetarios de acoger los restos de la producción sin que el planeta se vuelva cada vez más hostil.
José León Slimobich Pogarelsky y Emilio Gómez Barroso
Introducción
• El ser que habla, el ser hablante, es poema • El analista lee en el texto, que le presenta el analizante • Lo que se despliega en los juegos entre el lenguaje y la lengua es la letra como plus de goce • Lo real que solo puede “leerse” desde un discurso • El goce está fuera del tiempo cronológico • La escritura interviene en la palabra y el leer se produce en ese acto, fuente del equívoco • Los sueños: la lectura en sentido doble • El escrito que surge en simultaneidad con su lectura • El cuerpo como síntoma: fragmento significantizado del goce •…no hay palabra sin escritura, ni escritura sin palabra. Y agregamos: no hay autor • Ungrund (fundamento del fundamento). Nunca se tendrá
“Y aun cuando se haga confirmar por una jerarquía. ¿Qué jerarquía podría confirmarle como analista y darle ese certificado?(…) Repudio ese certificado: no soy un poeta, sino un poema. Y que se escribe, pese a que tiene aires de ser sujeto. ” (Prefacio a la edición inglesa del seminario 11 de J. Lacan)
Sobre el paradigma del leer de José León Slimobich Coordinación: Beatriz Reoyo y Emilio Gómez
Dirigido a quienes tengan interés en interrogarse acerca de la diferencia entre una escritura común, y aquella que escribe en la palabra. Esto funda, en la enseñanza de Lacan, una npráctica diferente, asentada en el discurso analítico. Lo que la escritura en el habla propone es una interferencia en la construcción fonológica del relato hablado. Dicho relato es texto para nuestro modo de abordarlo, camino hacia la letra. La letra que lee no progresa ni evoluciona, repite sin consideración, que es lo propio del goce. De esta repetición, surge el escrito que porta algo nuevo. Eso nuevo no le debe nada a la historia, a la cronología, no acepta las coordenadas del cálculo histórico con respecto al hito o al epos.
Con eso “Nuevo”, efecto de lectura en la repetición, el sujeto construye su entrada al mundo de la diferencia. Se aparta de la lengua materna, de la lengua impuesta en el hogar primitivo. Entra al mundo con ese objeto, la letra, de la mano. Esta entrada no se habla, no está en el registro fonológico, no participa del Otro. Es lo escrito que habla y hace semblante.
“Amigos y amigas queridos. Ayer partí rumbo a otro mundo, espero que mejor. Me fui silbando bajito, siempre con alegría. Cualquier cosa me escriben. ¡Un gran abrazo!” José León Slimobich Pogarelsky
Así que finalmente no era el apocalipsis retratado en las pinturas holandesas ni en el alma de los que temen a Dios. Era una muerte escasa y anciana, encerrada humanidad en las paredes de la ciudad ausente de toda naturaleza. No se muere así no más, sin gloria alguna, sin un velorio, alguien que en presencia dice algo que suene a vivo del que ha muerto. Sobre las tumbas recientes no florecerá la vida, sino la permanencia del contagio, la peste que sigue …
Pero nada es negativo. Al trastocar el tiempo, al eliminarse toda la actividad desarrollada por los cuerpos en el espacio y el tiempo, tropezando unos a otros, buscándose para hallar consuelo a esta capacidad de justificar la existencia, llamémoslo amor, amistad, bajeza, ganas de reír o llorar y, sobre todo, la incapacidad de comprender por qué hemos, conjuntamente, todos, hemos llegado hasta aquí.
En pocas ocasiones el tiempo se extiende libre para gran parte de la humanidad, desde todas partes a todas partes, por fin se entiende lo que es la globalización. Se cierran las puertas, quedan limitadas las circulaciones, la intimidad es sugerida, el ocio necesario y se despiertan entonces, inclinaciones que estaban guardadas en la ausencia del tiempo eterno, del suceder igual de los días, de las distintas manifestaciones de lo mismo.
Esto sucede con la pandemia: se despiertan las escrituras. Psicólogos, educadores, sexólogos, periodistas, filósofos, políticos, economistas, infectólogos, profesionales de la estadística, del humor, de la canción, de las religiones apocalípticas, de las religiones del consuelo, de las medicinas alternativas son escritores, largan su papel impreso con reflexiones profundas, con verdades de a puño, como si los papeles se hubiesen puesto a soñar ideas, como este mismo que dice Elogio de la Pandemia.
He abierto los ojos y he visto. Inútil tiempo del encuentro cuando en la soledad encuentro, entre estas paredes el destino que espera por mí, no es la algarabía del otro, en lo cual concurre el olvido. El exterior, lo que se llama la vida normal, no es más que distracción, pedido de reconocimiento, acción para mostrar la existencia de algo que se llama con un nombre y que responde cuando lo dicen.
Elogio de la Pandemia, pues no necesito de ningún otro, y solo del almacenero de la vuelta de mi casa y apenas un par de zapatos en toda mi vida, para recorrer los metros que me separan de él. El resto es respirar seguro, mientras mi olfato recorre una y otra vez el olor distintivo de lo que contagia, el enemigo humano que quiere envenenarme con su corrupción, por las vía aéreas, como un patrón que castiga a su obrero o como un dios que olvida a su devoto.
No se distingue el día de la noche, la molicie del movimiento, el orden del desorden, pues en un sitio determinado, es igual. Nadie saldrá a juzgarme, nada me acucia, solo el yo, si así lo quiero, puede no dejarme en paz. Las pocas cosas que adquieren importancia se compone de las comida del día, cantidades y calidades, gustos e innovaciones, el tiempo del cual hablamos se desliza en los fuegos y se hace en los platos distintos. Es casi absurdo aquello que sucede y esto es lo mejor, el Elogio.
Un presidente, el del país más poderoso de la tierra, sugiere tomar insecticida para curar la maldición, el petróleo se regala como una prostituta avejentada en las plazas públicas, sin nadie que quiere tomarla, más que algún adolescente sin dinero, los muertos se juntan en las fosas comunes, y nada se dice, será igual a como era. Es otra virtud en lo que sucede: cómo se renueva el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal. De un lado las muertes, la infección, los límites de lo humano, por el otro, la obediencia, el orden para que los contagios no se extiendan, al menos por ahora el prevalecer de la vida sobre la economía. Pero ya reacciona con vigor: falta dinero en sangre, que es la existencia sin el salario, porque como se sabe todos, absolutamente todos, somos proletario. ¿Acaso no lo dice así el dueño de los bancos …?» toda mi vida he trabajado, nadie me regaló nada»
Siempre el bien, el esfuerzo de los médicos, el brujo salvador, el chamán y del otro que se burla del aislamiento, el que lleva la peste donde va con total impunidad. El que dona su esfuerzo y su posibilidad material y el que hace pingües negocios con la necesidad imperiosa de sobrevivir que posee el humano, justamente porque sabe que puede querer desaparecer.
Elogio de la Pandemia, pues de ella son el taciturno, el ermitaño, el que no tiene futuro, el drogadicto, los que duermen mal, los hijos de familias desestructuradas, y los hijos de familias estructuradas que no fueron amados, los que fracasaron, los que cayeron, los que nunca subieron, los que saben que no, los ladrones, los esclavos de todo tipo, los que aún no han nacido, los que desean la muerte de los que odian y también los que se odian a sí mismos, pero cuidan su salud…. Y especialmente los escritores, que finalmente no necesitan sonreír durante el día, y tienen todo el tiempo para gozar con sus letras, sus ideas y fundamentos, para buscarle los pies al gato y también su maullidos escapando por los techos del nunca.
Se puede acusar de falta de compasión a los deudores de la pandemia, pero tienen su pequeña justificación: creen firmemente que todo esto que sucede en todo el universo conocido, a saber, la Tierra, es absoluta responsabilidad de eso que llaman el ser humano, otros el ser que habla, y otros no se sabe. Pero todas las denominaciones de ese objeto viviente llamado humanidad mata un niño cada 30 segundos por hambre…
Ahora, un interlocutor supuesto dirá que confundo las cosas y que son diferentes problemas. Esto es muy cierto: con la pandemia muero yo y no un niño confuso en una lengua extranjera. Confusión por partida doble y aún más porque cada muerte de la pandemia tiene número, pero… ¿qué número tiene aquel que no existe?
Escucho el rumor de los filósofos, los políticos, la gente culta que dice que esto que aquí se dice, en este Elogio de la Pandemia, es muy simple, que las cosas son más complejas, más confusas. Y por ello no comprende este escrito el ajedrez del mundo… que este Elogio de la Pandemia termina siendo un texto de la fe, de las buenas intenciones, de las conciencias que se lavan en el agua de la impotencia. Pero lo cierto de este Elogio es que insulta a los de siempre, los dueños de la tierra, del aire y del agua, que ejercen el odio y el deseo de muerte o más bien, que no molesten, que mueran en su lugar inferior, negros, pobres, mujeres golpeadas, mientras que denigran a los colectivos que intentan proteger, organizar y socorrer a los postergados de siempre, denigran los movimientos sociales, y a los gobernantes hechos de pueblo, que comprenden que todos, hombres y mujeres, y ricos y pobres, tienen miedo de morir, como si esperara el infierno o el peor de los castigos: desaparecer en un sin nombre.
Elogio de la Pandemia, pues el humano solo podrá llamarse a sí mismo, Elogio de la Pandemia, pues nos obliga a reflexionar sobre la injusticia y el dolor del mundo, aunque no queramos, aunque cerremos los ojos… y solo nos quedará abrazar al otro en la luz del mundo.
José León Slimobich integrante de la revista Letrahora.
Este es un texto recogido de los archivos no publicados de José León Slimobich, en la medida en que podamos seguiremos publicando otros textos suyos y de miembros de la EAP.
A los que ponen un lobo en su rostro cuando comen cordero Ceux qui mettent un loup sur leur visage quand ils mangent du mouton Jacques Prevert
José León Slimobich (con b larga para respetar la grafía de la confusión migratoria) Pogarelsky, siendo un psicoanalista, pensador, militante y hacedor de cuerpos poéticos, presente en múltiples foros psicoanalíticos, eligió desde hace más de 30 años, pertenecer a la Escuela Abierta de Psicoanálisis.
Se alejó con firmeza de la purpurina política que otorgaban los escenarios multitudinarios para trabajar lo que él mismo, a través de la lectura viva de Freud y Lacan, llamó el paradigma del leer. Slimobich (con b larga) entendía muy bien que la política necesita de la visibilidad, de la imagen, y también que las apariencias engañan. Basó este paradigma en el campo de la ética (que se alimenta más de la voz y el corazón), por ello para él un seminario central era la ética del psicoanálisis, y no cedió a ninguno de los cantos de sirena que despertaban su quehacer clínico para incluirlo en las cortes monárquicas.
Tentado por el campo freudiano para un lugar en su jerarquía eligió embarcarse en la fundación de la Escuela Abierta de Psicoanálisis junto con otros compañeros. Eso le hizo encontrar lo sorprendente en lugares que tienen más que ver con el arrabal (como el tango, su música) que con la ciudad dormida. Esta Escuela se fundó bajo el modo asambleario no jerárquico, ni democrático, desde la voz de la asamblea cada uno tomaba decisiones para allanar el camino al texto de los nuevos sentidos.
No dudó en frenar, driblar, correr hacia adelante, hacia atrás, volar, con tal de combatir el aburguesamiento del diván. Fundamos también Letrahora en un momento político duro, la enésima crisis argentina, leída por él como el nuevo laboratorio mundial de la precariedad y huida de capitales hacia lugares sin miedo. También leyó el casamiento de la ciencia y el capital que traería la licuefacción de los polos, porque sabía muy bien que el amo cambia los rumbos del saber instrumental para aprovechamiento propio. Eso es discurso, compañeros, y no un saber psicológico de la letra psicoanalítica.
Una época dura como la actual nos conminó a todos al aislamiento, pero aún así seguimos estableciendo contacto a distancia, no deteniendo el trabajo analítico, ni siquiera el político, José León siempre estaba ahí para escuchar y alentar nuevas ideas, incluso echar unas risas, porque el humor no faltaba, y hay cosas que no se pueden comprar. Comenzaron desde ahí a aparecer dosier en Letrahora que expresaban la inquietud del nuevo orden y jornadas que la pantalla posibilitaba.
Es difícil traducir esto a otras lenguas, pues el significado se confunde cuando la voz suena familiar. La traducción funda el equívoco de cambiar el sentido de las cosas cuando las palabras se escriben de manera parecida, los falsos amigos del lenguaje y la política se surten de la fe y la desesperación, pero Pepe no era un hombre de fe y tampoco se dejaba llevar por la impaciencia. Sabía muy bien que la repetición era el lugar de lo inconsciente y que siempre aspira a la novedad, eso no le arredraba… Esperaba, pues su descanso era una letra que a los orillados nos transmitió como lugar de la desapropiación, de la desapropiación de sentido y de la desapropiación del yo. Un lugar vacío hecho de voz dormida, de mirada ciega, de resto y del sabor de inútil que marca el lenguaje poético y que permitió hacer cosas que ninguno de nosotros hubiéramos sabido hacer desde la reflexión y el pensamiento, decía: uno hace más con lo que no sabe que con lo que sabe, eso me llegó directo al corazón.
Implicaba esto ya una acción, la del no saber, la del no tener ni idea, transmitió muy bien que la posición del psicoanalista es no tener ni idea, y aun así no desesperar, lo importante es el discurso, no la normalidad.
Deja muchas cosas, muchos caminos abiertos, mucha letra viva y soñante, porque conocía muy bien que el sueño es un lugar atemporal donde habitan las letras por venir, quedan muchos pedazos rotos y ese lugar que dejó para ser hablado de nuevo. Vaya nuestro sentimiento más cordial hacia la familia y amigos.
Un abrazo enorme amigo y compañero.
Emilio Gómez Barroso Presidente de la Escuela Abierta de Psicoanálisis en España