Por Graciela Ramirez
Este escrito emerge del espacio de supervisión grupal con José Slimobich, donde se propone un breve material y su lectura, para mostrar que allí que de la escritura en las palabras del analizante deviene el poema.
Es la flor de nomeolvides. Símbolo de los amores eternos y de la memoria, dice el significado de la flor.
Esta pequeña historia no sigue una escritura lineal y convencional, sino que va por los atajos, por un ritmo de transferencia. ¿Qué dimensión tiene la transferencia?: Quizás algo que tiende al infinito y resuena en el cuerpo provocando ondulaciones.
Un viernes a las 14 horass ha sido el encuentro de formación, el segundo del grupo, no sabíamos su extensión y nos anticipaba al estudio y la proximidad de un posible libro:
“Nuevas aportaciones del paradigma del leer”. El énfasis es como un analista puede leer el texto de su analizante. Cómo deviene en poema esta lectura.
El poema es el nombre encontrado; el formar cuerpo con la lengua es el poema. Al decir de Pascal Quignard: “Para procurar una definición precisa del poema, quizá hay que convenir en decir sencillamente: el poema es exactamente lo contrario que el nombre en la punta de la lengua”.
José Slimobich presenta el relato de un sueño:
“El sujeto que habla plantea que hace tiempo no visita la tumba de su madre y esto le molesta. Se lee: “no me olvides”. Este verso es muy interesante, pues muestra que el que llega hasta el hablanteser lo hace desde la tumba, desde el más allá. Este verso merece un desarrollo más extenso, pues si bien todos los fragmentos que presentamos apuntan a movimientos del cuerpo, este nos muestra algo muy preciso.
El sujeto padece de este olvido de visitar la tumba de su madre, sufre por ello, pero sufre también de no lograr los éxitos que ambiciona, que son muchos y esforzados.
Pertenece a una familia de origen humilde y el progreso es el santo y la seña de su acción… Ser recordado por sus logros. La asociación con el verso presentado lleva a enlazar que una operación reciente de columna que tuvo también la padeció su madre y que un problema estomacal muy serio, que también sufre, era el padecimiento que llevó a su madre a la muerte. Por supuesto, apela al saber médico, como es lógico, pero se percata de algo extraño en tanto su cuerpo es igual, en sus padecimientos, al cuerpo materno. En principio, esto le muestra algo: podrá olvidar, pero su cuerpo recuerda perfectamente el entrelazamiento de los cuerpos. Hilos invisibles, como antes hemos señalado, marioneta de ese no me olvides”
Es como si la voz que leo en los márgenes fuera una voz distinta, que no se desborda de su cauce. Surgen estas asociaciones: como la flor no me olvides…. Cómo la flor del aniversario del genocidio armenio. El bolero que escuchaba mi madre….
“Las palabras que dicen el sueño parecen extranjeras al mismo, pero ellas revelan al soñador, a veces son un relámpago, alguna solución o una anticipación”. Para Lacan lo real del inconsciente es un “tejido de palabras”, que se presenta al sujeto como enigmático.
Saber que un paciente no es un organismo formado por órganos, sino que puede devenir sujeto cuyo cuerpo gozante, se halla atravesado por el lenguaje. Saber que podrá revelarse un deseo porque hay inconsciente, porque a nivel del lenguaje algo escapa a la conciencia. El lenguaje toca al cuerpo sutil.
La escritura, letra del goce, que se lee como significante, sitúa lo real en el centro ausente de la falta en ser, en su pura exterioridad. Es importante remarcar que los significantes que introducen el goce en el cuerpo, no son los mismos que se dan a leer. Pues estos últimos ya no están situados respecto a la sustancia gozante, que han introducido los primeros, sino que son producto de la letra que deviene de un cierto orden del espacio llamado Nudo Borromeo. Ese decir no transcurre en el tiempo, sino en el espacio, es borromeo y nada le debe al sonido. Es la separación de lo fonológico, el campo propio del escrito. No es lo real como imposible, sino que es lo real posible de ser escrito, y por ello Lacan sitúa el nudo de lo real y lo real del nudo. Es lo real que solo puede “leerse” desde un discurso, no lo dicho, sino el decir. Esa letra hace operativo el concepto de goce, nos permite hacer con este parte de una lógica discursiva, siendo aquello que surge y se estabiliza en la repetición.
El sujeto recorre a tientas la existencia y se plantea tareas titánicas que su fragilidad puede malograr. A veces nadie sabe de esta intimidad persistente, pero hay un ritmo, una musicalidad que se llama vida.
Cada paso lo siento que retumba y vibra en una pequeña circunferencia y en mi pie, como dice Lacan que se piensa con los pies.
Cada tanto recordando esta última clase me veo interrumpida por un frescor que me rosa, tu presencia y voz, y cómo un recuerdo puede desencadenar diversas emociones. Vivir un poco consecuente con lo que uno cree que anhela, sin melancolizar la pérdida y la ausencia.
Queda el legado de tu libro, que los colegas de la Escuela le dieron el formato necesario.
¿Qué nos humaniza? Todo sujeto habita una extranjeridad en relación a la lengua, a su historia y la de sus ancestros. Ese puente entre lo mortal y lo inmortal, entre su voz y las voces de los muertos constituyen al sujeto. Recuerdo el concepto de transindividual: “El sujeto del inconsciente es transindividual. Pero en eso más allá del ser individual, se juega lo profundo singular. La historia, la trama, que se realiza entre una pequeña voz familiar y la estructura de la sociedad y la cultura de mi tiempo. Que recoge las historias y las culturas, y las lenguas. Sobre todo la transmutación de los sentidos que las lenguas proponen. Y no se opone singular y universal, pues el sujeto es lo particular capaz de universalidad. Y es en esta singularidad donde encuentra su dimensión social, a tal punto que es indistinguible el síntoma particular del síntoma social. El puente es el discurso.”
Lacan plantea que para el psicoanálisis la escritura poética tiene un valor que abre una dimensión diferente de la interpretación analítica. “Cuando el analizante habla, con suerte a veces deviene un poema, poesía” y esa es una vía privilegiada de acceso a lo inconsciente.
Al decir de José Slimobich: “Si algo vivifica es el encuentro con la letra, la ruptura del sentido común, como experiencia cercana a la poesía, el arte que se anima a jugar con el vacío necesario para un discurrir menos mortificante de la existencia”.
¿Acaso los sueños no pueden ser pensados como producciones de lo inconsciente que nos presentan letras que rompen el sentido común, como lo indescifrable que nos interroga?
El psicoanálisis comienza por y con el desvío, por y con la desorientación, por y con la posibilidad de perderse de un saber dado; haciendo de la lectura, equivocidad; haciendo vacilar los sentidos establecidos. El cuerpo se precipita en la lectura. No hay cuerpo sin lectura.
El poema es la interrupción noble de un silencio, de ese silencio que reina, maravilloso, en el mundo, mientras no es derrotada la emergencia de un continuo que está, que puede ser o no ser nítidamente evidente.
Quizás es un intento de poetizar esa clase, esa clase devino en poema por la resignificación, o es el doblez de la lectura, nomeolvides…
Leyendo un libro de poesía de Juana la Coja: “Un rompeola en el fregadero” un recorte del poema:
“Quise decirle, mi general, que del mar ya no quedan flores y plantamos nomeolvides, como era despedirse sin moverse porque al irse ya no somos persona, sino lugares.
Se nos mueren las ciudades que otros viven, mudarse, irse. Volver. Porque nadie vuelve, mi general, todo son despedidas que empiezan y no terminan. Porque nadie vuelve, mi general, pero nadie se va. Todos los lugares que te han visto se quisieron ir contigo, pero al no poder moverse, te dejaron dentro. Así, habitas cada sitio que has conocido»…
Lic. Graciela M. Ramirez. Miembro de EAP