Un relato histórico, la cultura del silenco, una ideología

LH11_Vivian_235Vivian Palmbaum es integrante del grupo de investigación acción con Alejandro lucero, Ariel Contini y Osvaldo Martín. ONG Murmullos

Desde hace aproximadamente dos años participo del grupo de investigación acción en donde el abordaje gira alrededor de la temática del riesgo social y su relación con la educación formal.

Se trata de una investigación teórica desde los ejes que propone el psicoanálisis como lo propone J. Lacan, que va de la práctica a la teoría, un contacto directo con la experiencia que no queda reducido solo a lo teórico. La experiencia se presenta comocausa de nuestro trabajo.

En este contexto se produce el acercamiento a los trabajadores de la educación, (trabajadores sociales, orientadores educacionales, psicólogos) que forman los equipos de inclusión de un distrito escolar perteneciente a la educación pública. El distrito escolar que corresponde a la provincia de Buenos Aires.

De este trabajo y a partir del intercambio extraigo una breve viñeta a partir de la que propongo una simple elaboración.

Se escucha un relato, el de una docente interesada en el tema. Ese relato suena casi estremecedor, sin embargo es la norma. Son las palabras de alguien que participa de la institución educativa: el docente desinteresado por la suerte del chico es lo general, la insistencia en el respeto del orden, el mantenimiento de la jerarquía y la normalización de las conductas, todo lo que se sale de eso es aislado, marginado, excluido. No hay lugar para nada que no se encuadre en la reproducción de un sistema de poder de quien ordena y quien obedece. Hasta aquí, casi un cuadro de cualquier establecimiento educativo, con su organización verticalista.

Sin embargo, continúa diciendo, esto no siempre fue así, antes, el docente se interesaba por la suerte del niño en particular, había una dedicación y un esfuerzo para que el niño pudiera aprender.

Frente a este argumento surge una pregunta:

¿Por qué sucedió esto?

En ese mismo relato esta variación podría fecharse. Es casi obvio, hubo un cierto cambio a partir de la instalación de la década neoliberal (1990) que ha marcado hasta la educación de nuestros hijos.

Aparece un doble movimiento. Por una parte, se ha perdido el amor, en el sentido del amor hacia el otro, que el otro me importe y esto tiene presencia en el ejercicio del rol del docente. Por otro lado, se afirma «pobres hubo siempre», pero antes aprendían, se incluían en la escuela.
Una sencilla hipótesis, que propongo, es que a partir de las políticas del terror que instaura la última dictadura militar, se facilitó la implantación del sistema económico neoliberal. Sobre este fundamento se reedita la continuidad de estas políticas que en la década del 90, entre otras cosas, permite la transferencia de recursos del estado y deja a gran parte
de la población desocupados y sin perspectivas de futuro. La desocupación tiene un fundamento estructural en la reedición de sus condiciones.

Esto se va construyendo como un relato en el tiempo histórico que cimienta en la memoria colectiva. Entonces, lo que podría considerarse es que, al no haber lugar para pensar un futuro, la educación deja de ser una vía de inclusión. Durante muchos años en la Argentina la educación hizo posible la movilidad social, la ilusión de cierto acceso a los bienes,
había algunos que podían aspirar a un relativo bienestar para sí y para sus hijos.
Esa movilidad social que se ha perdido y el sostenimiento de su continuidad en el tiempo hacen que las familias queden sumergidas en las peores condiciones, las de la desesperanza que es lo que se transmite a las nuevas generaciones. Se pierde el espíritu de lucha, se ha silenciado a toda una clase que ve desaparecer, junto con los puestos de trabajo, las conquistas sociales resultado de la lucha y el reconocimiento por parte del estado. Se asiste en silencio al desmontaje de la cultura del trabajo a favor de la cultura de la imagen. Para estos pobres caras sucias la imagen que el espejo les devuelve es tétrica, enmudece. Asistimos a la cultura del silencio, no hay palabras frente a la desposesión de lo más elemental. Esto atraviesa tanto a los alumnos como a quienes cumplen la función pedagógica.

Volvemos a la época actual.

El relato de los profesionales de los equipos de inclusión, en el ámbito educativo, es que la problemática más frecuente que se encuentra en los jóvenes, de las escuelas medias, es la apatía, el desinterés, la abulia. Los pibes no han retomado la palabra, no se les cede la palabra y entonces lo que se encuentra es el desinterés frente a la reproducción en la actualidad de esas mismas estructuras de poder que llevan al silencio. Para considerar la cuestión voy a tomar un breve fragmento de J. Slimobich de la revista Letrahora (n°2), en donde presenta la articulación entre inconsciente y sujeto. No es uno sin el otro. Lacan puntualiza que el inconsciente es los efectos de palabra sobre el sujeto. El sujeto no es la persona, ni es el individuo, que se presentan en relación al
dominio de sí mismo y el ejercicio de lavoluntad y dueño de su futuro, sino que es lo que habla en mí, eso que sale fuera del imperio sobre mí mismo, son esas palabras que en mí hablan, resuenan, las voces de mis antepasados, las marcas de esas lenguas que me han llegado, eso que resuena en mí sin que sepa nada de eso en lo que digo. Esas historias y culturas antiguas que hablan en mí. El sujeto habla en su articulación a lo social, no sólo las historias personales sino esa memoria colectiva que en mí resuena, que hacen eco y que en mí y en otros producen el estremecimiento de esas marcas de la memoria del pueblo.

Entonces, el nombre del sujeto, en esas marcas de la historia, es la exclusión, un puro desecho en tanto no queda articulado al sistema de producción de bienes.

La pregunta es ¿cómo salir de eso? Pregunta que orienta nuestro trabajo.
Sabemos, entonces, que no es por la vía del dominio que deja sin palabras al otro.

La concepción clásica de la deserción y el fracaso escolar es atribuido al alumno, que no alcanza el rendimiento esperable, a sí mismo o por su pertenencia a determinada condición social o familiar. O sea, que queda del lado del alumno y su familia.

La ideología. Envía la dificultad al ámbito privado, individual. Se silencia.

¿Cómo se hace para que la escuela sea un espacio de construcción de cultura colectiva? Esta es la pregunta que queda formulada, frente a la cual nos proponemos nuestro trabajo.

Una cita de Mao Tse Tung dice «para adquirir conocimientos, es preciso participar en la práctica que transforma la realidad. Para conocer el gusto de una pera hay que transformarla comiéndola».

«La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados ‘ignorantes’ son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una ‘cultura del silencio’.» (Paulo Freire)

Entonces, para proponer una salida es necesario trabajar con los educadores, alentarlos a favorecer la construcción de una cultura colectiva en donde empiece a circular la palabra.

A lo mejor es una expresión de deseos.
Autora | Vivian Palmbaum