Emilio Puchol

LA MUJER COMO SÍNTOMA DEL HOMBRE

Emilio Puchol

Lo que resiste

El tema surge de forma sorpresiva para quien lo plantea. En un principio aparece abierto a las múltiples significaciones que lo sugestivo del enunciado propone. La cuestión es que a la hora de plasmarlo en un texto que pueda dar cuenta de la propuesta de trabajo del cártel, se resiste, no se escribe. Aparece la justificación a la manera de la necesidad de tranquilidad y tiempo para llevarlo a cabo, argumentación consistente que apoya la impotencia de arrancar. No arranca el intento de poder plasmar desde lo experimentado en el trabajo del cártel, un intento de análisis de la propuesta que tomo de lo que Lacan plantea en el seminario RSI, para poder cotejar desde la actualidad el alcance de la proposición.

La parálisis de escritura alcanza la dimensión de lo difícilmente justificable por las ocupaciones cotidianas, de lo que no tiene excusa. Hay una insistencia, una tenacidad incómoda de querer escribirlo. También una posición paciente, de espera expectante.

Es así como aparece lo no calculado, lo que no es producto de la racionalidad, lo insospechado: es, precisamente, el carácter de producto individual que el cártel propone lo que ofrece resistencia. Porque no se trata, simplemente, de un trabajo teórico sobre este seminario, adquiere la complejidad de un trabajo cartelizado, donde la posición subjetiva no queda soslayada. Es lo que puede distinguir un grupo de trabajo de un cártel. Es decir, que desde esta experiencia, se puede presentar, al menos, cierto atravesamiento de lo grupal, allí donde la exposición teórica se puede mantener de forma más o menos brillante, desde la objetividad de lo que podemos llamar la formación analítica. Ahora se trata de que el juego discurre con otra baraja donde no hay cartas marcadas ni comodines y no hay otra posibilidad de jugarlo que con la propia mano que cada uno dispone. Y eso no estaba pensado, no estaba calculado, ni hubo bitácora que marcara el destino de este marear. Surge y lo que aparece es que la experiencia de trabajo, un poco a ciegas, un poco a tontas, un poco a locas, ha traído consigo cierta posesión del espíritu del cártel que se contrapone y se muestra como envés del grupo capturado en la dimensión imaginaria. De ahí se torna la impotencia en cierta posibilidad de leer lo que se ha estado escribiendo en esta travesía: uno juega solo. Es esto, al parecer, la única justificación de la resistencia a arrancar, por un camino que no es el de la exposición teórica, pero que le resulta muy expuesto al sujeto, al propio sujeto que expone.

Más allá del grupo

El trabajo de este cártel ha girado constantemente alrededor de la pregunta ¿qué es un cártel? y sobre la relación del cártel con la Escuela y su política. La temática primigenia que aglutina a los componentes del cártel, queda firmemente imbricada con la pregunta constante sobre el cártel y el masuno y con la distinción de lo simplemente grupal. No se ha tratado nunca de un cártel sobre el cártel, sino de una interrelación permanente de ambas temáticas: la mujer en la contemporaneidad y el trabajo cartelizado.

Es, en lo que me parece entender, la propia nominación del cártel, mujer y vida contemporánea, lo que establece una fuerte influencia sobre la cuestión en liza, sobre la peleada pregunta de cómo podemos, desde un trabajo grupal, colectivo, conseguir romper la relación imaginaria que la estructura grupal conforma. Lo habitual es que las temáticas de la mujer sean tratadas en grupos de mujeres, donde los hombres no son convocados o no acuden a la manera del gato escaldado. En este caso la composición del grupo no es lo frecuente. Así queda recogido en una de las conversaciones el siguiente señalamiento: no es un grupo de mujeres, es un cártel que trata la cuestión de la mujer. Es este un momento de impasse, donde el grupo busca consistencia, busca conocimiento, respuesta al continúo retorno de la pregunta sobre el cártel y la función del masuno, sobre cómo conjugar un cártel temático con el trabajo del cártel. Y en este punto viene a asociarse un nuevo elemento que es un elemento de lectura que viene a desbloquear: leer al fresco, leer con frescura.

La cuestión obsesiva que plantea un cártel del conocimiento comienza a girar en este jalón, por caminos menos áridos donde existe la posibilidad de reconocimiento del otro únicamente desde su desconocimiento radical.

No es un grupo de mujeres” parece abrir el camino del trabajo cartelizado y su posible devenir productivo. No es una cuestión del género la que nos convoca, hecho que hasta el momento había quedado en penumbra, en silencio.

Desde el total desconocimiento práctico del trabajo cartelizado se comienza a efectuar algo que marca la diferencia con el trabajo grupal tradicional. Es, en este caso, la temática propuesta la que hace posible esa diferenciación, porque la pregunta que continúa es ¿goza igual un hombre que una mujer? que viene asociada a la afirmación de que las mujeres cuando se juntan en grupo gozan. Preguntas sobre el goce que llevan a interrogar cierta posición épica que parece tomar siempre la cuestión de la mujer.

Una mujer de su época

Mujer y vida contemporánea” como título del proyecto del cártel, lleva a plantear necesariamente que el significante mujer queda inscrito en una época, que a cada época le corresponde un uso concreto de la lengua y en el mismo sentido se puede decir también, a una manera particular de goce.

Así, por ejemplo, el grupo toma como material de lectura el artículo de José Slimobich “Alrededor de la cuestión de la mujer: un debate posible” donde viene a plantear tres cuestiones: la declinación de la cuestión femenina, el pasaje del discurso histérico al dialecto obsesivo y una observación sobre la inscripción del hombre en el discurso histérico. Hay una época en que “la mujer, lo femenino, tenía a su cargo un leer en la palabra que de ningún modo se especifica por ser parte de una escritura concebida en un modo del sentido común”. Intuición tomada como certeza inefable y que Slimobich plantea como lectura: “leer una escritura invisible le permitió a la mujer cuestionar los argumentos con los que se expresaba la sinrazón del amo y, de ese modo, el discurso histérico dio lugar a esa respuesta inédita que es la de Freud”.

Hay otra época, la contemporánea, en que el discurso científico y técnico toma a su cargo la intuición y el significante intuición deja de estar relacionado con lo femenino. La mujer, nos dice Slimobich, desde su lugar en el discurso histérico, deja de cuestionar al amo y entra en el camino que se llama liberación de la mujer, en el que toma el discurso que pertenecía anteriormente al opresor. Esto es lo que explica el paso al dialecto obsesivo y donde queda emparentada al hombre y este queda imposibilitado de asumir las funciones antes atribuidas al padre, lo que se conoce como declinación de la función paterna. Es decir, la declinación de la intuición en la mujer queda ligada a declinación de la función paterna.

Un tránsito, un salto en el devenir social “bajo el modo de lo universal” como se señala en el artículo. La mujer de su época como la mujer tipo, un modelo de mujer que responde al goce de la época, a la manera de entender el deseo sexual en la época, sin que se pueda expresar la particularidad del deseo de cada mujer.

Nos podemos plantear también ese momento histórico en que se forma la familia, en el sentido originario de famulus, es decir, esclavo doméstico, familia como conjunto de los esclavos que pertenecen al hombre. El momento histórico en que la mujer queda relegada a la servidumbre doméstica y sexual del hombre y como herramienta para la reproducción. Es este el momento que Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado” nos relata, “una de las revoluciones más profundas que la humanidad ha conocido, no tuvo necesidad de tocar ni uno solo de los seres vivos de la gens”, simplemente, ante la relevancia que el hombre adquiere en la familia por la acumulación de riquezas, le hacen posible transformar a favor de sus hijos el orden de herencia. Y es este derrocamiento del derecho materno “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.

Es esta cuestión que aparece en las conversaciones del cártel como época y mujer, en esa relación entre el significante mujer y su inscripción en cada época, donde me surge el enunciado y me remite a la formulación de Lacan de “la mujer como síntoma del hombre”.

Lo que hace síntoma

Síntoma como Freud lo define: señal y sustituto de una satisfacción sexual que no se realizó. De esta manera se puede plantear que el síntoma vendría a sustituir una falta, algo que falta de goce por no estar realizado. Aquello que nos podría hacer pensar que existe el objeto adecuado que puede solventar la falta, que podemos contar, si nos esforzamos en ello, con las instrucciones necesarias para hallar el objeto adecuado, para encontrar el tesoro.

No hay relación sexual” es lo que Lacan proclama y lo que implica que hay una falta estructural en el ser parasitado por el lenguaje, lo que conlleva y es la causa del deseo. No hay relación sexual viene a decir que la relación sexual no se puede escribir y es precisamente por esa imposibilidad de escritura que no deja de no escribirse. Esa falta que no es falta de nada, sino falta de lo que falta, es la que promueve las diferentes formas de suplencia, suplencia de lo que no está ni estuvo nunca.

Lacan en el seminario “Aun” dice: “el discurso analítico demuestra que el falo es la objeción de conciencia que hace uno de los dos seres sexuados al servicio que tiene que rendir al otro”. El goce fálico es, precisamente, el obstáculo que no permite al hombre gozar del cuerpo de la mujer. Así es como Lacan lo define: “Con ф designamos ese falo que preciso diciendo que es el significante que no tiene significado, aquel cuyo soporte es, en el hombre, el goce fálico. ¿Qué es? Nada más que lo que subraya la importancia de la masturbación en nuestra práctica: el goce del idiota”.

Ahí es donde la mujer aparece como no-toda, no todo en ella es goce fálico. Propuesta de no-toda que viene a negar lo universal y alienta la posibilidad de lo particular en cada sujeto, en lo único de cada sujeto. Así la fórmula lacaniana de “La Mujer no existe”, en cuanto que no hay un universal de La Mujer, no hay una esencia de mujer. La Mujer, así en mayúsculas, como ideal del hombre, aquello que desde la posición fálica aparece como el objeto adecuado, como creencia, como sustitución de “una satisfacción sexual que no se realizó”, es decir, como síntoma. Lacan en RSI abre esta cuestión: “Para quien está entorpecido por el falo ¿qué es una mujer? Es un síntoma.”

La mujer como síntoma es algo que deviene con la cultura. Freud en el “Malestar en la cultura” nos dice que la formación de la familia tiene su origen en una transformación que la relación genital experimenta, pasando de ser “un huésped ocasional que de pronto se instala en casa de uno para no dar por mucho tiempo señales de vida después de su partida”, se asienta permanentemente en el individuo. El macho, entonces, necesita asegurarse la conservación permanente de los objetos sexuales, “las hembras, por su parte, no queriendo separarse de su prole, también se vieron obligadas a permanecer en interés de esta, junto al macho más fuerte”. Una operación de amor y así queda planteado “el reconocimiento del amor como uno de los fundamentos de la cultura. La mujer como objeto de deseo para el hombre y ella en relación a otros objetos que son los hijos.

Lo necesario de acotar este trabajo y poder dejarlo en el punto de la interrogación que desde un trabajo cartelizado ha provocado: ¿cómo se pude pensar la mujer como síntoma para el hombre, en el contexto de las rápidas transformaciones que en la época del post-capitalismo se vienen dando? ¿Cómo abordar esa creencia del hombre en La Mujer que viene a establecer el síntoma?

Repetir con Freud que “aquel impulso amoroso que constituyó la familia, sigue ejerciendo su influencia en la cultura” pero evidentemente con formas nuevas y diría que más complicadas.

La pregunta más inquietante se plantea así: ¿eso se cura? ¿Se trata de curarlo o esa cura es también un sueño del hombre que responde a su creencia?

Las posibilidades que se abren para un trabajo teórico parecen ser muchas. Sin embargo, el intento sigue siendo poder inscribir este trabajo en el campo que ofrece aquello que surge en la experiencia de una transferencia… de trabajo.

Terminar de la misma forma que Freud lo hace en el capítulo IV del Malestar, al que anteriormente también he hecho referencia: “A veces creemos advertir que la presión de la cultura no es el único factor responsable, sino que habría algo inherente a la propia esencia de la función sexual que nos priva de satisfacción completa, impulsándonos a seguir otros caminos. Puede que estemos errados al creerlo, pero es difícil decirlo. “(El subrayado es mío)

No sé si es amor que tienes, o amor que finges,

El que me das. Me lo das. Tanto me basta.

Pues no lo soy por tiempo,

Sea joven por error.

Poco nos dan los Dioses, y lo poco es falso.

Mas, si lo dan, aunque falso, la dádiva

Es verdadera. Acepto,

Cierro los ojos: es bastante.

Ricardo Reis

(Fernando Pessoa)

Un corazón de nadie”

Antología poética (1913-1935)

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