Comentarios al 11M-Madrid
¿Es el sujeto de la ciencia el mismo
que el del psicoanálisis?
La constatación de los efectos de la ciencia
es el terror en la política.
El terror golpea con eficacia -200 muertos y más de 1000 heridos; es en este sentido que podemos decir que cumple con el primer requisito que exige la ciencia. Hay otros. El segundo quizás sea el olvido rápido y veloz de la pregunta por el sujeto. ¿La ciencia tiene sujeto? ¿Sí o no? ¿La ciencia forcluye el sujeto y de paso la verdad? ¿O más bien pretende su forclusión? Y de hecho podemos afirmar que sí, que hay sujeto en la ciencia, el mismo del que afirma Lacan «que de nuestra posición de sujetos somos siempre responsables». El mismo sobre el que un psicoanálisis opera siendo al mismo tiempo sujeto de la ciencia. ¿Que podemos hacer -una vez se constató en Nuremberg, a la par que el exterminio sistemático, la experimentación medica y psicológica acaecida en los campos de concentración- con el formidable poder que confiere la ciencia? Pero no sólo en la Alemania nazi: también en el corazón del mundo considerado democrático (U.S.A.), en plenos años setenta, se pusieron al desnudo experimentos realizados en pacientes de raza negra, afectos de sífilis, a los que se les dejaba sin tratamiento antibiótico para comprobar la evolución natural de la enfermedad. Por no hablar de los ensayos clínicos realizados en África ó de temas aún más espinosos como el tráfico de órganos en América Latina. La ciencia nos incluye a todos, todos estamos sometidos a sus efectos. Su presencia es incuestionable. Ahora bien: todo depende de qué sujeto queramos darle, o más bien de la efectuación de su división a través de una escritura en la palabra entre saber y verdad. La experimentación aterrorizante o el terror con fines de experimentación, incluso política. Como dice José Slimobich «el terror ha venido para quedarse, es un nuevo actor político de la sociedad», confines por donde la eficacia de la ciencia sirve a los designios de la política, guste o no, se quiera o no, o se pretenda una ciencia pura del mismo modo que un deseo puro. Queda el camino expedito hacia el sacrificio de la criatura humana, es un camino que ya venía abierto desde antiguo. No hay compasión ni piedad ni deseo, tan sólo goce al que la tradición judeocristiana llama pecado, autodestructivo y destructor y en el que efectivamente hay que señalar, como J. Slimobich apunta, su carácter de trascendencia. Goce de alcanzar el Ideal una vez muerto. Patético y terrorífico.
Autor | Manuel Duro Lombardo