Este proyecto tiene inicialmente la marca de un movimiento solidario. Un grupo de analistas de Analytica Buenos Aires toman la decisión de participar solidariamente en las luchas sociales. De este modo comenzamos a vislumbrar lo que en la actualidad consideramos como un modo de presentarnos: intentar estar presentes donde haya luchas por la dignidad. Y, en particular, la lucha por la dignidad es algo que no prescribe, sino que más bien es una voz que sistemáticamente se intenta silenciar, esconder, que se retira de los modos discursivos convencionales en lo contemporáneo. Pero este retiro deja estelas; siempre queda algo visible y presente, paradójicamente; o sea que es algo que se retira pero que se puede buscar y encontrar, interrogar, excavar con el afán de extraer, de tironear hacia la luz lo silenciado en la cultura. Y esto es con el psicoanálisis, que permite este trabajo casi de reconstrucción arqueológica en la cultura para traer a la luz las luchas por la dignidad del hombre. En particular, en lo que está enrollado el hombre que se pregunta y se cuestiona por su dignidad.
Nuestra posición queda precedida por el planteo lacaniano «Lo real es la juntura en la que se encuentra la incidencia política donde el psicoanalista tendrá lugar si fuera de ello capaz».1 El psicoanálisis es un hecho social. Alguien que sufre, alguien que se presenta con sufrimiento, lo que presenta es el modo que tiene para señalar su lugar de participación en el conjunto, en el malestar general. ¿De qué modo? Nuestra política es con la lectura brindada a nuestro hacer por el trabajo de José L. Slimobich sobre los textos de Lacan, es en la palabra, allí donde se presenta un texto a ser leído, esa escritura hablante. Muchas veces se presenta de un modo alucinatorio; pensamos que debemos silenciarlo. Pensamos que estamos locos, que no es de eso de lo que se trata. Ese texto silenciado de las voces silenciadas, las voces del tiempo: es de la voz de la clase de lo que se trata.
Es en este contexto nuestro acercamiento al «Comedor Los Pibes». En principio, solidaridad. El asesinato de Martín Cisneros a manos de la policía marcó la represión a la lucha social. Represión de la dignidad. Aclaro: de la dignidad de todos. ¿Qué hacer, cómo seguir adelante? Tiempo de duelo, pero también fue tiempo para situar cómo recuperar las banderas. Cómo lo imposible de comprender, de significar, lo inevitable de lo ya producido con mil lágrimas siempre insuficientes. Cómo evitar cerrar, sellar, archivar. De cómo la ausencia se transforma en causa.
Entonces, ¿por qué con las mujeres? Inicialmente se nos presentó como hipótesis: no hay posibilidad de un cambio social en la dirección de la recuperación de la dignidad sin que las mujeres recuperen las palabras. ¿Por qué las mujeres solamente? Bueno, precisamente es en este punto donde se nos presenta que las políticas de la mujer es un modo de iluminar respecto del interrogante en relación al sujeto contemporáneo. Así, dicho sujeto quedaría en un lugar circunscripto por las acciones que el capitalismo lleva a cabo. Podemos pensar y proponer para debatir que llamamos sujeto contemporáneo a aquello que el capitalismo desecha. Todo aquello que queda como producto de la operatoria del capitalismo, producto que genera ese desecho, y es en ese desecho donde el sujeto contemporáneo encuentra su marca, donde podemos vislumbrar de qué estamos hablando. Nuestro andar está determinado, en tantos sujetos, por el capitalismo –lo sepamos o no.
Junto con otros grupos de España, Italia y Mendoza aportamos una propuesta teórica y práctica: que el psicoanálisis es un cierto modo de praxis; ni una técnica terapéutica exclusivamente, ni una teoría filosófica. Es un intento de recuperar el concepto de praxis. Desde esta perspectiva nos vinculamos al «Comedor Los Pibes» de La Boca para realizar una tarea concreta referida al grupo de mujeres, junto con el cual nuestra hipótesis de trabajo es la de recuperar la palabra: no hay posibilidad de cambio social si no se recupera la palabra. Y nosotros también debemos recuperarla. O sea: recuperar la dignidad no solamente significa comer, o vestirse, sino también recuperar la cultura. No solamente se le expropian al excluido las cosas relacionadas con la contingencia de la vida sino que además se lo expulsa de los circuitos de producción de la cultura. Esto conduce a un modo de hablar único donde las palabras sólo dicen lo que el poder de la dominación quiere que digan.
A partir del trabajo con el grupo de mujeres la recuperación de la palabra transita por un camino en el cual se va modificando su propio sentido. Primero se trata de recuperar la palabra para hablar con el otro, el más cercano. En principio, por ejemplo, en la Asamblea ante los compañeros. Pero en el trabajo de poder hablar encontramos que recuperar la palabra no se trataba de cada cual como persona, como individuo, y esto es efecto de la cultura dominante: que cada uno es un individuo, y que somos libres de hacer individualmente lo que queramos. A partir de esto queda planteado que recuperar la palabra no es un hecho individual sino colectivo. De lo que se trata entonces es de recuperar las palabras silenciadas, las voces acalladas, sustraídas por el poder dominante. En principio dicho poder dominante también solíamos ubicarlo en una persona, en un país, en un Estado. Pero una vez más el trabajo del grupo presenta que está en los modos de hablar de cualquiera de nosotros. Reproducimos las formas dominantes de comunicación. Ésta es la ocasión para presentar el concepto de sujeto. Entonces no se trata del individuo libre y soberano, sino que es algo que podemos ubicar entre las distintas voces. Es algo que circula, que está entre los individuos. Y es el sujeto ese lugar desde donde se habla.
Autor | Alejandro Lucero
Notas:
Lacan, Jacques. Radiofonía y televisión. Ed. Anagrama, Buenos Aires, pág. 71.