Nicolás Casullo nació en Buenos Aires (Argentina) en 1944, docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires, dirigió la Maestría en Comunicación y Cultura. Fue director de la revista Pensamiento de los Confines, que tomó temas dejados de lado por la cultura oficial, bordes de la política, el arte, la comunicación. Excelente orador, no rehuía un buen debate, capaz de un verbo simple con conceptos de difícil presentación. Publicó ensayos como: “El debate modernidad-posmodernidad”, “Comunicación, “La democracia difícil” y novelas como: “Haciendo el amor en los parques” y La cátedra?, entre otros títulos. En la Feria del Libro de Buenos Aires, en el año 2.008, presentó Letrahora, con el artículo que aquí se lee. Allí mostró, de un modo cuidadoso, su posición respecto al psicoanálisis. Aquí, nuestro agradecimiento y recuerdo.
Buenos noches. Un agradecimiento por haber sido invitado. Tomé algunos apuntes que me mereció la lectura de una revista que me gustó: Letrahora.
En general, las revistas gustan o no gustan. Si gustan, gustan porque uno coincide. Al lector de La Nación o El País les gusta mucho sus diarios; a ese lector se le cae la baba cuando lo lee. Efectivamente está logrado el mensaje entre La Nación o El País y su lector. Podemos poner allí el lector de cualquier periódico.
En esta revista sentí que había mucho de un pensamiento mío de relacionar la tarea política con la intelectual. Si yo tuviese que decir qué fui, en el fondo más allá de novelista, ensayista y profesor, es un cuadro político: un cuadro político acá, un cuadro político en los sótanos, un cuadro político en el exilio. Un cuadro político. En una época, el cuadro político era mucho más que cualquier otra cosa. Era mucho más que un intelectual, que un académico; los curas se volvían cuadros políticos, algunos militares se volvían cuadros políticos.
Me gustó la revista porque tiene ese algo que coincide con lo que uno está percibiendo. Estamos viviendo una época muy dramática, una época de gran confrontación que no tengo recuerdo en mi memoria en mis sesenta y dos años en democracia, una confrontación muy fuerte en términos políticos ideológicos, en términos culturales; evidentemente hay una violencia brutal que la gente manifiesta. Pero eso existe.
Frente a esto, viene una larga historia de despolitización, que se inicia ya por los ochenta. Por supuesto, en general, y en cualquier época, tiene que ver con las dictaduras militares, que exterminan una forma de coraje en la política. Es muy difícil reconstruir el coraje en lo político. Pero también la década de los ochenta, si uno hace un cierto repaso, aporta ya en democracia a la despolitización: aparecen las variables liberales, democráticas, progresistas, que acompañan a un determinado momento, que llaman a una política institucional, a una política del ciudadano, a una política del votante, a una política de las formas, olvidando absolutamente aquello que había sido el debate por la democracia social . Los ochenta tienen, en el campo intelectual, una hegemonía que se va a percibir fuertemente luego. Nada de esto que estoy contando no lo estamos padeciendo ahora de una manera total. Muchas veces los intelectuales se reúnen y son diez, veinte o treinta, pero tienen una capacidad de irradiación tan fuerte que diez años después están todos pensando en lo que pensaban esos diez, veinte o treinta.
Rousseau, por ejemplo, el ginebrino, escribió un par de libros en su gabinete en el siglo XVIII. En un momento dado, los ve Robespierre, que es un abogado de segunda de una provincia francesa. Lee el texto de Rousseau y lo transforma en gran parte de la Revolución Francesa. Desobedece a Rousseau. Él no estaría de acuerdo con lo que hacía Robespierre, pero bueno, cuando uno lee un texto, cuando uno intelectualiza la política, evidentemente lo primero que tiene que hacer es desobedecer al autor, y trabajar en función de lo que él piensa que dice Rousseau. Para Robespierre, Rousseau era la Revolución, la barricada, la guillotina. Rousseau dice: «estos están locos, yo no quise decir eso». Pero lo dijo.
Entonces, en los ochenta hubo una gran crisis del peronismo. El peronismo entró en una etapa de eventual desagregación. Me acuerdo que yo con otros veinticinco o veintiséis intelectuales renunciamos al partido justicialista, por peronistas, y se hizo hegemónica esta idea de que la política es la forma, la institución, los republicanos, el voto, desprendiéndose toda problemática de justicia social, toda problemática de conflicto de clases, toda problemática que aparecía fuertemente desde el fondo de la historia popular, de que la democracia se jugaba en cuanto a si era inclusiva o excluyente.
Luego viene el saqueo neoliberal, que se agrega a ese olvido de lo social, a ese olvido de la lucha de clase, a ese olvido de los intereses en pugna, a ese olvido de conflicto, para reducirlo todo a una suerte de cada dos años hay que votar. Y se suma a ese momento neoliberal una consecuencia de lo que son esos años ochenta, intelectuales, que producen una enorme historia de fabricación, en donde toda la política se esencializaba en una moralina, en una ética, el mismo modelo pero sin ladrones.
¿Porque ahí entró el neoliberalismo y el modelo de individualismo y entró la ideología de mercado a pleno?¿Qué es la ideología de mercado? La ideología de mercado es desde hace treinta años el gran triunfo de la derecha ideológica en el mundo. Es decir, es constructora de un sentido común. Hoy el sentido común de la gente en España, en Francia, en la Argentina, es de derechas en los sectores medios, muchas veces en los medios populares, y no hablemos de los sectores altos. Quiero decir que se impuso el individualismo, se impuso el hecho de que la política es perversa, es intrusa, de que la política corrompe, que la política molesta, que la política tiene un oscuro interés que quiebra la relación esencial, y que la relación esencial entre tu empleador y vos, empleado, es la única relación que parece sonar: «me puede ir bien, puedo terminar siendo patrón, por lo tanto que el Estado no le meta la mano en el bolsillo como no me gusta que me metan la mano en el bolsillo a mí». Me lo dice el taxista, el empleado común, que gana mucho menos dinero por mes.
Ese es el gran triunfo de una ideología de mercado que nos habla de la libertad del consumo. Es decir, el mercado es la libertad de consumir. Me paro en la vidriera y puedo elegir entre cuatro o cinco modelos de celulares. Soy libre, el mercado de vende esa libertad, es la libertad del consumo. Si lo sustancial de mi vida pasa por esa libertad donde yo elijo las cosas, elijo tal cosa en desmedro de otra, eso se transporta a lo político. Y entonces lo único que va a pensar el individuo es si está afectada o no su libertad individual, si está afectada o no su capacidad de decisión como consumidor: es el nuevo status del ciudadano. El mercado también nos plantea la idea de que la sociedad es una relación que tenemos con los servicios. Si los servicios andan bien, perfecto; si los servicios andan mal, terrible. Doña Rosa se impuso, Doña María y su sentido común.
Yo lo veo con mis propios estudiantes en la universidad. La universidad ya no es más un espacio político para pelear en función de un proyecto. Lo que a ellos les importa es si la universidad les da buen o mal servicio. Si me da buen servicio, me quedo; si me da mal servicio, esta mal o busco una universidad privada. Esa es la relación que tiene la mayoría del estudiante de ciencias sociales, por ejemplo, con respecto a la universidad. Si uno le dice: el protagonismo, su ideología, acercarse al pueblo, marchar en una política de obreros y estudiantes, va a contestar que no, que él lo que necesita es que vendan baratos los apuntes, que haya tizas, un pizarrón absolutamente limpio. Esto es mercado. El mercado nos atraviesa también a nosotros. Cuando tenemos que elegir entre seis celulares sentimos que tenemos la oportunidad de elegir, y si me dan diez cuotas puedo comprar el más caro. O sea, desde hace treinta años que esto es un triunfo total de la derecha.
Los medios de comunicación concentrados, que nos están diciendo diariamente desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche cómo es el mundo, es el enemigo, el enemigo de toda democracia popular, de todo proyecto de cambio, de toda idea de solidaridad, de toda idea de sabiduría. ¿Ustedes no sienten que se ha perdido sabiduría, que frente a cualquier conflicto ustedes encuentran al quiosquero y él está pensado exactamente en lo que no tendría que pensar? El mercado tiene una política que son los medios de comunicación. Y los medios no hacen política cuando llevan a un personaje político de la derecha, porque para eso uno esta preparado, por lo menos para cambiar de canal. Pero cuando el noticiero, a las ocho de la noche nos está contando y relatando el asesinato de una mujer, ahí es cuando son de ultra derecha. Cuando el noticiero te dice cómo tenés que agarrar el tenedor, cómo tenés que pensar a la mujer, cómo tenés que pensar al violador, cómo tenés que pensar el desastre, la violencia, en esa cotidianeidad de crónica roja, ahí es donde los medios son de derecha y nos van convirtiendo en sujetos de derecha. Incluso sujetos que muchas veces están en posiciones populares, pero de golpe se les enciende una duda en el sentido de plantearse: «¿y esto cómo lo pienso?»
En este sentido, tengan total conciencia de que los grandes referentes de la derecha son de segunda instancia: el verdadero partido de derecha son los medios de comunicación de masas. Batallen permanentemente con amigos, planteándose que Clarín o El Mundo es el que está particularmente en contra de cualquier proyecto de democracia popular, como lo hace la red O Globo contra Lula, como lo hacen contra Chávez en las instancias monopólicas, como lo hacen contra Correa, que ya lo denunciaron en Ecuador las dos grandes cadenas de información. Son en estas circunstancias, la generación de un pensamiento de derecha. Esta es la gran batalla por la representación del mundo. Si nosotros perdemos la batalla por la representación de las cosas, si nos ganan permanentemente la interpretación de las cosas, vamos a perder por más justicia que tengamos. Si frente a los grandes problemas de cómo sobrevivir, se discuten los modales de tal presidente o de tal ministro, si tiene buen talante o mal talante, nosotros ya perdimos la batalla cultural. Nadie habla de lo que verdaderamente está en juego. Y aquel que está afectado, por ese problema enorme y común, solo se le ocurre hacerse antipresidente o anti modales ministro.
Estamos en una situación de acoso. Debemos tomar brutal conciencia de esta lucha cultural que se debe hacer en lo social, en lo político, en lo artístico, en lo sindical. Cuando uno plantea la comunicación como derecho social, aparece la derecha en nombre de una coalición cívica que se disfraza de izquierda, diciendo que si la universidad o las centrales de trabajadores tienen un canal de televisión cada uno, entonces tiene que haber un canal más para la derecha.
¿ Por qué deben, dos o tres monopolios de radiodifusión, de televisión, concentrar el fútbol, la noticia, la cotidianeidad? La revista Letrahora plantea dos o tres elementos fuertes, que para mí son esenciales. En principio, cómo la política es la modificadora de la práctica psicoanalítica. Y efectivamente, la política es lo que modifica cualquier práctica: la del arquitecto, la del peluquero, la del quiosquero, la del abogado. Cuando uno se introduce en la política y va pensando, y va tomando práctica, va cuestionando, y va recibiendo cachetazos, y va dándose cuenta de cómo viene la mano, esa política reformula las grandes variables, en este caso lo psicoanalítico.
Y el otro gran tema, para los intelectuales, que están escondidos en la academia, subvencionados, que les cuesta tanto regresar otra vez a la política porque descreen de esto y descreen de lo otro, y toda la producción de un discurso mediático, en fin, la ciencia, el saber, el conocer, tienen que ponerse siempre entre el dominio que sufre y la insubordinación a lo establecido que pretende. En es sentido, toda la tarea de cuadro político militante es una tarea de cuadro político intelectual. Tenés que pensar el mundo, pensar las circunstancias, pensar por qué éste dice lo que dice y aquel dice lo que dice.
Desde esa perspectiva me parece que la revista plantea dos variables muy fuertes: la importancia del lazo social para plantearse lo psicoanalítico sin perder de vista lo subjetivo. Esa es una lucha básicamente cultural, lucha política por excelencia. En los setenta, los sectores medios nacionalizados, que se habían acercado al peronismo, habían ganado la batalla cultural. Comunicadores, profesores, psicoanalistas, se planteaban dentro de las líneas nacionales y populares. Eso se perdió por la crueldad de la dictadura militar, y por los años ochenta y noventa.
Entonces, hay que recuperar toda tarea política que exige un pensar fuerte, y más ahora donde todo es muy complejo, donde la trampa subyace en cualquier cosa. En los setenta los medios de comunicación eran un cuento de rosas. Nadie miraba el noticiero, que duraba quince minutos, lo dirigía un borracho, daba igual. Cuando nosotros veníamos de la manifestación a nadie se le ocurría decir: «vamos a ver que dice». Por que no decía nada. Hoy tenemos cinco canales de cable de noticias que nos están bombardeando y si quieren convertir la muerte de una cucaracha en el acontecimiento fundamental del día, la convierten. Y terminamos todos hablando de la cucaracha muerta.
Una tarea como la que pretende esta revista tiene que ser expansible y desplegarse a todas las tareas intelectuales. Hoy el cimbronazo del paro agrario ha sido tan fuerte que hay un regreso de la gente a lo político. Nosotros hicimos una convocatoria para juntar veinte o treinta personas y juntamos quinientas firmas de los mundos universitarios, culturales, profesionales, quinientas firmas de gente que se sintió tocada por este acontecimiento y que dice: «vuelvo a la política, por que la Argentina esta viviendo un momento dramático muy decisivo». Por eso, reivindico esta revista, que habla del capitalismo, que habla de los intereses sociales en disputa, del conflicto social, de cómo se disfraza todo en función de un dominio que con su retórica trata de esconder lo que verdaderamente acontece, ya sea con el «paco»,(derivado de la cocaína), ya sea con los sectores más castigados. Le deseo a esta revista y a ustedes en la militancia que nos espera, que va a ser muy dura, que apretemos, con revista, sin revista, con poncho o sin poncho.
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LO COLECTIVO ES NECESARIO
Fragmentos de la intervención de Osvaldo Martín en la presentación de Letrahora
No a todos les importa lo que decimos. ¿Por qué? Porque no va de suyo que psicoanálisis y política vayan de la mano. Más bien, cuando buscamos, lo que vemos, leemos, encontramos, son textos de psicoanalistas que hablan de política. Salvo alguna excepción, nos encontramos con un conjunto de planteamientos atravesados por la soberbia de un lacanismo vacío que provoca un poco de risa, un poquito de bronca y a veces, mucha vergüenza.
Se entiende por qué pasa esto. Porque en lugar de hacernos vivir la verdad del saber, encarnan la verdad de lo que los otros tienen que hacer.
No es este el caso de Letrahora, somos actores sociales y nuestro desafío es el de pensar con los términos del psicoanálisis sin caer en una especie de imperialismo lacaniano.
Puedo decir que vengo a hablar de la revista y también que vengo a hablar de mí. (Lo mío, en tanto que mío, no le interesa a nadie, ni a mí). Lo que quiero decir es que hablar de uno en este caso es dejar de hablar de uno… es iniciar el diálogo con el otro, es un modo que tenemos de dejar rápidamente de hablar de uno mismo y empezar a hablar de nosotros, y esto es una enseñanza de Letrahora, para el que la quiera tomar, y es el resultado de entender que la salida no es individual, es social y colectiva.
Esto es «No hay personalidad, es necesario distinguir entre el origen de clase social y la posición respecto a la clase social de origen».
Y nuestra posición se traduce en una palabra: coraje.Es un término esencial para aquel que se interesa por el otro. Además, indirectamente estoy interesándome por mí, porque no debo olvidarme de que «el otro soy yo», es decir «yo soy el otro».Coraje por dos cuestiones: en primer lugar, para no caer en la decepción, propio de determinados medios, y después coraje para no callar, cuando no hay que callar…Esta es la batalla entre la decepción y el coraje. «No vale la decepción cuando se respira la causa que anima nuestra posición de sujetos».
¿Estamos en condiciones de luchar por un país mejor? Si.Estamos en condiciones de luchar por un país mejor y de paso por un mundo mejor, ya que, de paso, podemos mejorar este país y además mejoramos nosotros.
Este es el hueso de la acción política: que lo colectivo es necesario. Lo político es necesario.