Del sujeto como respuesta de lo real al saber hacer

MOEBIUSDecir sujeto es decir ruptura de la unidad armónica entre persona y mundo. Lo que se divide puede estar en dos lugares diferentes a la vez. Esto se palpa en el encuentro con lo real, y puede decirse que la subjetividad no está tanto del lado del que habla sino que está en lo real. Tomemos por un momento esa forma de aparición de la pulsión que es el tropiezo, el accidente, y que no se formula en palabras. ¿Cómo tratar lo silencioso, lo que la palabra circunscribe como un callar? Como un texto, que para decir cosas no necesita ser pronunciado. Esto es lógico: la cuestión es poner a prueba su articulación con los conceptos de la practica analítica, practica hecha de lenguaje.

Esos puntos de lo real que Lacan dio en llamar encuentros nos muestran al sujeto en la división entre lo que cuenta y la dificultad de incluirse él mismo en la cuenta. La frase «Nunca lo pensé», es la marca que asegura al decir escapando de lo dicho, a lo inconsciente empalmando con un real, una causa. Se dice sin pensar, y cuando hay analista para leer eso dicho de paso, el sujeto se sorprende.

Tomemos una definición del sujeto: es la respuesta de lo real. ¿Por qué no responde el Otro a los porqué de la existencia, a esas preguntas insistentes del niño y de cada hablante? Hay una paradoja en el hecho de que por habitar el lenguaje el sexo y la muerte se presenten como enigmas, y consiste en que el lenguaje nos interroga, pero lo que responde no es lenguaje.

Si hay algo del ser viviente interesado en la cuestión del sujeto es que debe encontrar su equivalencia de ser vivo en el Otro. Lo que las palabras no dicen, lo capta como lo real en juego. Y tiene a partir de eso la posibilidad de separarse del lenguaje. Salirse con la suya, arreglárselas en el punto donde el lenguaje es una estructura abierta. Y se toma, entonces, de lo que responde en términos de pulsión. Se da en el blanco, se alcanza un saber, lo que se es para el Otro. Aun sí el Otro no existe no sabe nada de eso. el sujeto le supone saber de su cuestión. La pulsión es ese movimiento de llamado a algo que cada vez responde en el Otro.

El modo en que podemos explicar que terceridad propicia esta equivocación, surge de la temática de la letra en Lacan. Somos siervos de un jirón de discurso que a falta de haber podido proferirlo por la garganta nos condena a hacernos su alfabeto vivo. Secuencia que basta para dar testimonio de un texto sin el cual el deseo transmitido en él no seria indestructible.1 Quiere decir que hay respuestas sedimentadas en la cultura que van mucho más allá de la generación anterior, y cuyo vehículo es la letra. Es algo que asombraba a Freud. ¿Cómo puede el neurótico inventar un trauma cuyo valor de ficción no está lejos del que atribuimos a la obra de arte?

Hablábamos de encontrar la propia equivalencia como ser vivo en el Otro. ¿Y si lo que está muerto por no ser más que un fragmento de discurso puede producir la vida? Nos perderíamos en las cuentas con algo que jamás será apropiable bajo el modo en que la mano se aferra al objeto, porque estamos hechos por eso. Es Pessoa cuando escribe:

Esencia musical de mis versos inútiles
Quién me diera encontrarte como algo que yo hiciese
Y no quedara siempre enfrente de la tabaquería de enfrente
Calcando a los pies la conciencia de estar existiendo2

La falta percibida a nivel de lo real nunca rescinde su condición de falta.3 ¿Pero no nos acerca su queja a la posibilidad para cada uno de contarse, tomarse de la cuerda sin dividirse? Ganar de mano al inconsciente, saber desembrollarse con el síntoma, saber hacer con lo que nunca se tendrá, son maneras de nombrar lo que quizá ya no sea asunto de sujeto sino de un texto que se extrae con trabajo de lo real, y que representa para el hablante la chance de sostenerse de un discurso. En el discurso analítico la certeza proviene de la angustia, de los puntos de tropiezo que nos encaminan hacia la existencia. La dosificación de la angustia en un análisis lleva a captarla como diferente al peligro, se vuelve protección contra el desamparo radical del hombre.

El movimiento de búsqueda de la pulsión, el pedido de que el Otro responda en términos de pulsión, tornaría a un dejar estar ahí a un texto inapropiable por el sujeto o por el Otro, un texto que más que la cifra del «tú eres eso» del destino, es el surgir de algo que no estaba antes. Se le pide al Otro que responda en términos de pulsión, y a esa pregunta no le basta la respuesta de que no hay garantía última, porque se puede hacer existir a ese Otro amándolo o haciéndose el instrumento de su goce. Sólo hay respuesta a la pregunta que uno formule, como sucede cada vez en la experiencia estética. La actualidad de un cuadro, de un poema, su extratemporalidad, provienen de que tienen algo que decirle a cada uno, para llevarlo a lo más íntimo. Por eso no hablan de un tiempo que fue ni que será, sino de tiempo de la simultaneidad, del mito que se repite y es lo nuevo en cada ocasión. Un tiempo durante el cual nos dejamos decir algo.

Notas:
1 El psicoanálisis y su enseñanza, J. Lacan
2 Tabaquería, F. Pessoa.
3 Clase del 1-7-96, J. L. Slimobich.

Autor | Pablo Garrofe