En la Editorial de Letrahora N°2 José L. Slimobich escribió: «A cambio de destino tenemos la suerte, el desvío y un proyecto político: ni por un instante la indiferencia». El destino está ligado a las palabras, a lo que prometen, a lo que anuncian.
Este tipo de destino lo señala José Luis Juresa en su artículo de Letrahora 3, cuando nos muestra la abundancia de noticias (en la radio, en la televisión, en los periódicos). «Noticias -dice Juresa- que en verdad se constituyen en los capítulos con los que se va dosificando la información acerca de un destino cantado, como en las telenovelas».
Un amigo me decía en una conversación que la maratón de noticias que los medios llaman la realidad no dejan marca. Lo que hoy es noticia mañana ya no lo es; hoy son las inundaciones en la provincia de Santa Fe y mañana eso ya no es noticia porque ganó un caso policial… y así una noticia borra la otra… Me pareció entender que este amigo hablaba de la indiferencia, de la insensibilidad, del todo pasa. En esa misma charla decía también que la poesía, la música, la pintura, decían más de la realidad humana que eso que habitualmente llamamos la noticia.
Este diálogo abrió una pregunta ¿qué pasa con las palabras? ¿para qué se usan? Decía al principio que nos prometen destinos, metas, bienes… como los políticos que prometen y prometen lo que evidentemente no se alcanza. Así, sumergidos en la promesa, en el progreso, todo pasa, «eterno presente, pura actualidad, sin futuro ni historia» -como nos dice Slimobich en el editorial. Así, la palabra se convierte en arma que mata al que supongo me quita lo que me corresponde y que además me han prometido; se convierte en dominio, en «destino cantado».
Pero está la letra, la palabra que conjugada con la escritura no se la lleva el viento. En Granada, en las Jornadas «Las epidemias del odio» realizadas en abril de este año, Slimobich decía: «La palabra promete y su fuerza de engaño es su poder, poder de seducción, de hechizo; el escrito por el contrario viene de lejos y hace historia cierta».
En el destino cantado de las palabras presentan su cara la desidia, el aburrimiento, el no hay nada que hacer. Si la palabra no se conjuga con el vacío necesario de la escritura su consecuencia es la devastación, la crueldad y el dominio. Abolición del deseo.
Necesitamos la escritura para que en la «noticia cantada» se presente el desvío, la suerte, la esperanza, no una esperanza sonsa -como decía Fabiana Grinberg en Letrahora N°1- sino una esperanza que sabe de la desesperación.
En la noticia cantada, lo no calculado: se fue Menem; parecía cantado, pero no estábamos tan seguros ¿no?
En la noticia cantada, lo inesperado: Fidel Castro en la Argentina, la Facultad de Derecho en la calle. ¿Y que tendrá que ver Fidel Castro con la escritura, con el psicoanálisis? Tal vez su vínculo sea porque dijo que es la educación lo que convierte al animalito en ser humano. O sea que no da por supuesto que el animal que habla sea humano sino es por algo que está vinculado a las letras. Será porque dijo que el hombre tiene un cuerpo que hay que cuidar y alimentar para que pueda desarrollarse y que eso depende de una decisión, de una responsabilidad.
Será porque reflexionar y escuchar sobre estas cosas era impensable en la Argentina hasta no hace mucho tiempo.
Será porque alguien que vino a su entrevista el martes por la tarde relató que había estado un poco deprimido, en la cama, y que por casualidad se encontró en la televisión con Fidel Castro en la Facultad de Derecho y algo lo despertó, le sorprendió la cantidad de gente que había… no podía explicar muy bien lo que le sucedía y en su relato se lee una frase: «palabras que no hieren».
Y eso es efectivamente lo que dijo Fidel Castro en su discurso: «Hay que evitar decir una palabra que pueda lastimar a alguien, que parezca alguna injerencia, y no creo que haya pronunciado una sola que parezca la más mínima injerencia en los problemas internos del país hospitalario en que me encuentro».
Quienes hacemos Letrahora apostamos por la posibilidad de un diálogo cuya consecuencia necesaria no sea la muerte del otro.
Frente a nuestro tiempo, aunque sean tiempos sombríos, aunque sean tiempos de esperanza, tener la lucidez necesaria, lucidez que no es desconfianza sino posibilidad de hacer con responsabilidad, porque el argumento de no poder cambiar el mundo no retira esa responsabilidad, como decía Freud, la responsabilidad de soportar la vida. Porque «mirar de frente lo imposible de modificar es totalmente diferente de negarlo».1
Autora | María Laura Alonzo
Notas:
1.- Slimobich, José L. Terror, nombre del sujeto. Editorial de Letrahora N°3. 2003.