Lo más problemático, la relación con el otro, en la época y el lugar que nos toca vivir, en el marco del capitalismo.
Violencia, intimidación, el odio y sus consecuencias.
Cada día nos encontramos con lo que no anda, lo que no marcha, lo que la civilización trata de que marche sin conseguirlo. Lo que no anda tiene estos nombres: síntoma, síntomas, malestar, malestar en la cultura.
Vivimos inmersos en lo que Lacan nombra como discurso capitalista. Discurso que enfatiza al individuo y niega al sujeto. Con una repercusión en los vínculos sociales y en las relaciones con los otros: se mitifica la juventud; la memoria y el saber no están valorados: solamente vale lo joven, lo actual, lo nuevo y por tanto hay una negación y olvido de la historia. Fragilidad y ruptura de los lazos que llevan a un mayor individualismo y a un mayor aislamiento. Prescindiendo del otro «yo me salvo, los demás que se hundan». Tendencia a tomar al otro como objeto de usufructo. Aumento de malestares en los que se manifiesta esta desvinculación al Otro y a los otros (los llamados «nuevos» malestares: depresiones, angustias, anorexias, bulimias, nuevas adicciones a objetos técnicos, etc.) que suponen una desresponsabilización subjetiva y que han disparado el consumo psicofarmacológico y las técnicas psicoterapéuticas más variadas.
Esta panorámica general que dibujamos y de la que nadie parece escapar nos parece que tiene matices en Navarra, hoy día.
¿Qué fenómenos observamos y vivimos en la cotidianidad? Más en concreto nos preguntamos: ¿estamos en una epidemia del odio?
A veces tenemos la sensación de que vivimos en otro país, pues se añade la particularidad del llamado conflicto vasco que impregna nuestra cotidianidad; pero ya hemos entrado en conflicto al nombrarlo como conflicto vasco porque ¿cómo se dice?: ¿País Vasco y Navarra?, ¿Euskadi y Navarra?, ¿sólo Euskadi?, ¿Euskalerría?
Vivimos desde hace mucho tiempo en este conocido conflicto político, que está presente continuamente y lleva a un enfrentamiento social que hace que no se hable. Y ese silencio estimula el enfrentamiento: sólo se puede hablar si se está en los extremos, se puede hablar adoptando posiciones extremas.
Podemos decir que prima el silencio. De muchos temas se habla adentro, en la intimidad pero no afuera. Pero incluso con las amistades y en las familias se excluyen temas políticos por la violencia que generan.
Hay una necesidad de identificar al otro, un «identifíquese», identificación ideológica, social y política como pertenencia en bloque, identificación masiva a una serie de prejuicios que sirven para situarte y situar al otro rápidamente de tu lado o en tu contra.
Ello conlleva reduccionismo, simplismo, desaparición de los elementos dialécticos, menos interrogación, respuestas estereotipadas, anticipadas: «si vas allí eres de esos», «si llevas a tu hijo a tal sitio eres de los otros», «si hablas euskera eres tal, si no lo hablas eres cual», «si lees tal periódico defiendes tal idea». Todo pasa por una mirada; esta identificación masiva está basada en una mirada que objetiva, califica, cataloga al otro.
Hay una sospecha de quién es el otro y necesidad de saber si está de mi lado o en mi contra. Por ejemplo, esto hace que exista una sospecha continua, sobre todo de los jóvenes que suelen ser habitualmente prejuzgados, identificados de una forma muy contundente, casi sumaria.
Frente a todo esto, negación: «no pasa nada», como una forma de censura porque aparentemente «todo va bien»; estando tan presente el conflicto se silencia para sobrevivir y al «no pasa nada» y al «todo va bien» lo entendemos como el acomodo fantasmático.
El enfrentamiento, el silencio, la identificación y la negación alimentan el recorte de libertades públicas y la polarización social extrema, al concebir la identidad de las naciones en términos de esencia de un pueblo u otro, esencia inmanente, como si fuese inamovible, lo cual aparece como excluyente de unos u otros y no de complementariedad o de simple diversidad.
Presencia del Otro amenazante, del Otro intimidante: amenazas de muerte, amenazas de todo tipo. Se sabe que muchas personas están amenazadas en nuestro medio social en Navarra, y que al hablar en un taller sobre estos temas pudieron ser comentadas y comprobar que distintas personas estaban afectadas por estas amenazas y por secretos de los que no se había podido hablar antes a pesar de ser personas cercanas. Eso que no se había podido decir hasta ahora, ahora que ya se ha dicho, ¿cómo posicionarse ante ello?, ¿qué decir ante todo esto?
Primeramente decirlo e iremos viendo a dónde nos conduce este decir. Seguimos apostando por dar oportunidad a la palabra que consideramos es el lugar del psicoanálisis en la subjetividad contemporánea. *Este texto recoge algunas de las aportaciones del «Taller sobre el espacio del deseo; la voz y la mirada», colectivamente realizado en Pamplona.
Autor | Pedro Muerza