Presentación de la revista LETRAHORA digital nº 12. «Ahora el Psicoanálisis» En Enclave de Libros (Madrid)
Intervinientes: Emilio Gómez, Beatriz Reoyo, José León Slimobich
Epígrafes: – Lectura parte primer número de letrahora del 2002: En este tiempo (crisis argentina) – Ahora el psicoanálisis. Nuevo número digital de Letrahora – Individuo y sujeto – Vínculo al otro – Capitalismo y psicoanálisis – Sentimentalismo y sentimiento – Violencias gratuitas – Debate
e.g. – Desde su aparición 2002, Letrahora se ha destacado por partir de un elemento de lectura que se refiere siempre al tiempo en que vivimos, ese esfuerzo de lectura se caracteriza por huir de la noticia, tan consumible en estos tiempos, y propone desfiladeros que marcan el esfuerzo de leer algo de lo colectivo y a la vez algo de lo singular. Desde ese primer número del 2002 Letrahora traía a colación cuestiones, que releídas, nos muestran una actualidad que no cesa, de ella destaco los siguientes párrafos:
1- Que la generación decepcionada por un felices pascuas, la casa está en orden, fue desmovilizada por ese gallego ilustre llamado Raúl Alfonsín, el padre de todos es bueno nos manda a cas, nos despolitiza.
2- La generación que tiene ahora entre 20 y 30 años, ingresa a la política después de haber heredado el desinterés de la generación anterior… Captan de golpe un compromiso social esencial: el de querer cambiar cosas injustas.
3- El empalme de dos generaciones produce una sutura con el irremediable agujero de los 70: Los desaparecidos. Las jornadas del 2001 tienen sus muertos. Ellos no son desaparecidos. Pero, convierten en muertos a los desaparecidos. …
Estas ocho páginas aparecidas en el primer número de Letrahora nos devuelven una actualidad sin límites de consumo. No son sensiblería. b.r.
Este nuevo número de Letrahora que comienza su andadura en edición digital, trae desde el discurso analítico, el momento en que vivimos, el ahora. Esa es su propuesta.
Hemos insistido en números anteriores en algo que todavía a algunos les parece extraño porque mantienen la idea de que el psicoanálisis potencia el individualismo, que aísla al individuo, que trata de la psicología personal. Esta idea procede más bien del discurso del capitalismo que dice que lo importante es el «yo», ese yo que es el reino de la individualidad y de la desconfianza en el otro.
Pero para el psicoanálisis el yo no es lo mismo que el sujeto. Al yo-individuo lo determina el sujeto pero el sujeto no tiene nada que ver con el individuo, sino que el sujeto se troquela en la malla de su tiempo y a la vez, la enriquece, la modifica, la agujerea como el calado de un encaje.
Una de las palabras que nombra nuestro tiempo es la palabra «crisis», y todo lo que se está derivando de ella: el terror, el desánimo, el paro, el expolio de la salud, de la educación, de los medios de subsistencia, de los derechos políticos… Eso para algunos, naturalmente, para otros la palabra «crisis» es la oportunidad de enriquecerse, ya que se encuentran en condiciones de poner a su favor el lenguaje. Y llaman la atención las noticias que dicen que los millonarios en España han aumentado un 24% en estos últimos años. Estamos ante una crisis histórica y en ella el capitalismo manifiesta no solo su injusticia sino también su aspecto triplemente destructor: de la sociedad, de la naturaleza, y, en definitiva, de lo humano.
Frente a este panorama desolador, es necesario decirlo una vez más, nadie se salva solo. El desastre social al que nos aboca el discurso del capitalismo, deshaciendo y destruyendo los lazos sociales, nos incapacita para rehacer el mundo y nos lleva a que no haya nada colectivo, pues cuanto más creemos que tenemos que individualizarnos menos queremos estar con otros.
… Este número de Letrahora insiste en lo colectivo, porque lo propio del discurso analítico y de la Escuela Abierta de Psicoanálisis es lo colectivo. …
Lacan propuso fundamentar una Escuela de psicoanálisis en un trabajo colectivo. Hasta entonces la sociedad analítica funcionaba y tomó forma con los primeros lineamientos que trazó Freud. Estas sociedades funcionaban según las leyes ordinarias del grupo, donde siempre es necesario que se manifieste un amo, ese que hace que las cosas funcionen, que pone orden. A la vez estas sociedades psicoanalíticas se regían por la leyes de la competencia, como modo de obtener la delegación de autoridad, o de un «poder» dentro de la sociedad. Son los modos que permiten funcionar a la mayoría de los grupos humanos. Sin embargo, Lacan, plantea otro modo de funcionamiento: La Escuela. La Escuela no es un grupo, no pretende serlo, en ella se sitúan los sujetos uno por uno, y La Escuela lo que promueve es un trabajo colectivo y a la vez individual, mantiene esa tensión donde no es todo colectivo y no es todo individual. Para ello cuenta con un dispositivo fundamental que se llama cartel. El otro es el Pase.
Esta propuesta de Lacan es congruente con el discurso analítico ya que el lugar pseudorector del discurso no es ocupado por el significante amo, sino que este troca su lugar con el objeto a, puede sustituirlo. Ese objeto a es una función de fundamento, ligada a la dependencia del hombre con respecto al lenguaje, es el objeto causa del deseo. Como consecuencia el discurso se acciona desde un lugar vacio, que antes era ocupado por el amo, el maestro, incluso por el líder. Ese lugar vacio, motor del discurso, permite que se pongan en relación diferencias no calculadas, no pensadas, y hace que se combinen y se descompleten.
En el artículo de esta revista «Lo colectivo en tiempos revueltos» de Emilio Puchol, hablando de la experiencia de un taller de lectura realizado con una Plataforma de Parados, dice en este sentido: El discurso analítico pone en el motor de la relación, como agente del discurso, algo no muy boyante, se trata de un lugar vacio, no hay nada ahí prefabricado, digámoslo mas políticamente, doctrinario, es un lugar a la espera donde es posible que advenga algún significado. Así se promueve como reverso del discurso del amo, del amo capitalista, ese que oferta sin límite, un globo hinchado a punto de explotar, sin que eso importe, se sigue soplando. Digo entonces desde el discurso analítico pero interactuando con otros en lo político, donde no es posible coincidir EXACTAMENTE todos con todos. Es en esa diferencia, en ese «no exactamente» donde se puede producir el intercambio, el debate, y no en la totalidad de lo único, que nos conduce a la imposibilidad. Es, sencillamente, un aporte desde el psicoanálisis al activismo social, desde la lógica del deseo inconsciente y la pulsión, algunas veces negado y desechado por su dificultad de objetivar.
Frente a los embates del mercado y de determinadas formas del poder de la actualidad, esta revista nos propone en su lectura recordar el don del lenguaje y con él, el valor incalculable de la civilidad.
j.l.s. – El capitalismo es un seudo-discurso que a diferencia del resto de los discursos tiende a reventar, y cada vez de manera más evidente. Lo malo de todo es que al no haber sistema de relevo su explosión tiende a ser más violenta en las capas más bajas, son las capas más bajas las que están sufriendo más fuertemente la descomposición de un sistema que nos ha regido estos últimos siglos. El capitalismo reventará, más temprano o más tarde.
Se puede apelar a Dios ese dios paternalista y bonachón, pero el problema no es el dios amable al que llamamos cuando las desgracia abarca nuestra realidad, sino el Dios de lo Real, de lo Real inesperado cuando nada casa con los símbolos que de una manera u otra nos han precedido. El Dios de la muerte, porque el mandamiento no matarás no está hecho para el hombre, sino para ese dios mata sin ninguna razón.
Estamos asistiendo a fases de una violencia gratuita, esta violencia ya no se intenta justificar como en épocas anteriores, sino que los noticieros te la muestran como objeto de consumo, fabricando un individuo dispuesto a orillar sus sentimientos y consumir noticias con sentimentalismo. Es este concepto el que sustituye a los sentimientos olvidados en cualquier rincón de la memoria. La sociedad fabrica un hombre a la medida de una respuesta débil. Un hombre que no puede pensar los grandes problemas, y que no tiene capacidad de respuesta a un orden cruel.