Madrid 11 de marzo

lazo_negro

Testimonio, recuerdo, memoria cuya voz es la del dolor en relación al atentado en la Estación de Atocha, Madrid.Gran dolor que la lengua no puede decir…
Ausías March

L
os momentos que se están viviendo en Madrid tras el atentado perpetrado en varios trenes de cercanías son indescriptibles. Ningún análisis alcanza a calmar el dolor que sentimos, en un acto que ha supuesto hasta el momento 200 muertos y casi un millar de heridos. Con ello nos hemos muerto un poco todos, tenemos el miedo, el terror, pegado a nuestra espalda, pensamos que en cualquier momento podemos morir, y quizás en cierta medida ya lo hemos hecho.Alfred Hitchcock decía que la diferencia entre el suspenso y el terror, era que en el suspenso el espectador sabía cuando iba a estallar la bomba y sin embargo esperaba que la víctima se diera cuenta, y en el terror la mirada y el actor coincidían en el mismo momento.

E
n este teatro en el que vivimos todos, no sabemos quién es el actor y quién el espectador.


C
asualmente el terror es el sujeto que habla en estos tiempos; ya era leída esta marca en la Editorial de Letrahora N° 3, que firmaba José Slimobich, ya era leída la misma marca en las Jornadas de Granada «Las epidemias del odio. La letra: voz y mirada para interrogar lo actual» (abril de 2003).

«Un poco más y estallaba la bomba», dice Lacan. No sabemos si había estallado ya o si no había estallado aún; es una lectura de lo real como imposible de decir. Pero no por imposible debe de caer en el olvido.

V
ivimos en la época del terror. Bajo este epígrafe se habla, bajo él somos hablados. Es una voz que transita áfona, como un golpe lo imposible que anuncia por ello lo venidero.

«Hay golpes en la vida, tan fuertes…
¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios»

Decía Cesar Vallejo, en su «Los heraldos negros».

No se nos ocurren otras cosas, como si esas palabras dichas fueran eternas, como si también acompañaran a nuestros muertos, a nuestra memoria, de la que no tenemos más voz que la del dolor.

E
s por eso que no podemos decir más cosas, que nuestros muertos son los mismos muertos del mundo porque son los mismos que hablan con la misma voz: la del dolor.

Autor | Emilio Gómez Barroso

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