Lo azaroso de una vida

azarDestino y azar se conjugan, determinan lo que se considera el campo de la libre voluntad.

E
n ocasiones se tiene la sensación de que la vida transcurre de un modo azaroso. Hacemos cosas, realizamos tareas, elegimos caminos que no hubiéramos pensado, decimos que quizás haya sido algo azaroso, que haya sido el azar.

E
l azar tiene algo de misterioso, pues se presenta de modo inesperado, fuera de todo cálculo. No es intencional, es algo con lo que uno se encuentra y es por eso que ese encuentro, no calculado, siempre supone una cierta conmoción y sorpresa.

C
on el azar uno se tropieza, se encuentra; y casi siempre ese encuentro viene dado como un mal encuentro, demasiado pronto o demasiado tarde, por más o por menos. En ese mal encuentro, uno siente que algo de su suerte queda jugada allí y que algo de lo propio se revela, como una presencia siniestra del destino.

F
reud lo presenta como: «Compulsión de destino» o determinación inconsciente; en un texto titulado «Determinismo, creencia en la causalidad…», nos muestra que el azar no es azaroso; a veces tenemos la convicción de tener una voluntad libre y sin embargo en lo que decimos, en lo que hacemos hay una determinación.1 Determinación inconsciente que atraviesa al sujeto, más allá de la persona, de la voluntad del individuo. Porque en la constitución del sujeto, como sujetos del lenguaje, fuimos llamados, hablados por Otro. El sujeto, sujeto del inconsciente, porta las marcas de su inscripción en el deseo del Otro. Así el sujeto es el sujeto enredado en el lenguaje, alienado a determinadas palabras que le importan, palabras dichas, palabras que no ha podido elegir, que le vienen dadas: el nombre, la cultura, el sexo, la religión, con las que algo tiene que hacer.

L
acan toma el término de alienación para dar cuenta de esta determinación del inconsciente. La cual proviene del hecho de que el sujeto no puede constituirse como sujeto del lenguaje, como sujeto de deseo por fuera del campo del Otro, del campo del lenguaje. Esto no es sin consecuencias, pues no sólo supone una alienación primordial al lenguaje sino también la alienación a una imagen exterior a sí mismo, que sólo puede extraer a partir de los vínculos que establece con los otros; pérdida de un lugar original y condena del sujeto a aparecer siempre dividido entre lo social y lo individual. Por lo tanto, la idea de una autonomía del individuo, libre de implicación del vínculo social, de un ser «yo mismo» independiente, el intento de retorno al naturalismo como búsqueda de una libertad individual son algunos de los modos con los que se trata de negar cualquier determinación.2

L
o azaroso de la vida lleva, entonces, implícita esta determinación inconsciente como el azar necesario que introduce a la vida pero que al mismo tiempo porta las marcas, los signos que el sujeto sigue en la vida, como si de un viaje se tratara, hacia un destino. Destino del que cada cual es responsable, pues determinación no es determinismo.

Q
ue haya una pre-determinación no supone que ya esté todo escrito y preparado para un destino inmodificable tal y como plantea el determinismo.

L
a letra del psicoanálisis permite introducir en ese azar necesario, el sin sentido radical, real que despierta al sujeto del sentido aletargante de la realidad y lo traspone a una otra realidad que es la realidad del deseo; deseo como causa del deseo.

E
sta letra que se da al leer, introduce la contingencia del azar como ese sin sentido radical: algo absolutamente novedoso que conmueve e interroga al sujeto permitiéndole el desvío de aquello que se le presenta como un destino.3

Alienación, determinación inconsciente, azar, son los conceptos expuestos en este trabajo.
Autora | Regina González

Notas:
1.- Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana, (Obras Completas, Ed. Amorrortu, Volumen 6 – Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, página 915).
2.- Jacques Lacan, El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, (Ed. Paidós), página 135.
3.- José Slimobich, en la introducción de Lacan: la marca del leer, página 9.

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