Notas sobre el autismo social (II)

autismo1Lo más problemático, la relación con el otro, en la época y el lugar que nos toca vivir, en el marco del capitalismo.
Violencia, intimidación, el odio y sus consecuencias.

C
ada día nos encontramos con lo que no anda, lo que no marcha, lo que la civilización trata de que marche sin conseguirlo. Lo que no anda tiene estos nombres: síntoma, síntomas, malestar, malestar en la cultura.

V
ivimos inmersos en lo que Lacan nombra como discurso capitalista. Discurso que enfatiza al individuo y niega al sujeto. Con una repercusión en los vínculos sociales y en las relaciones con los otros: se mitifica la juventud; la memoria y el saber no están valorados: solamente vale lo joven, lo actual, lo nuevo y por tanto hay una negación y olvido de la historia. Fragilidad y ruptura de los lazos que llevan a un mayor individualismo y a un mayor aislamiento. Prescindiendo del otro «yo me salvo, los demás que se hundan». Tendencia a tomar al otro como objeto de usufructo. Aumento de malestares en los que se manifiesta esta desvinculación al Otro y a los otros (los llamados «nuevos» malestares: depresiones, angustias, anorexias, bulimias, nuevas adicciones a objetos técnicos, etc.) que suponen una desresponsabilización subjetiva y que han disparado el consumo psicofarmacológico y las técnicas psicoterapéuticas más variadas.

E
sta panorámica general que dibujamos y de la que nadie parece escapar nos parece que tiene matices en Navarra, hoy día.

¿Qué fenómenos observamos y vivimos en la cotidianidad? Más en concreto nos preguntamos: ¿estamos en una epidemia del odio?

A
veces tenemos la sensación de que vivimos en otro país, pues se añade la particularidad del llamado conflicto vasco que impregna nuestra cotidianidad; pero ya hemos entrado en conflicto al nombrarlo como conflicto vasco porque ¿cómo se dice?: ¿País Vasco y Navarra?, ¿Euskadi y Navarra?, ¿sólo Euskadi?, ¿Euskalerría?

V
ivimos desde hace mucho tiempo en este conocido conflicto político, que está presente continuamente y lleva a un enfrentamiento social que hace que no se hable. Y ese silencio estimula el enfrentamiento: sólo se puede hablar si se está en los extremos, se puede hablar adoptando posiciones extremas.

P
odemos decir que prima el silencio. De muchos temas se habla adentro, en la intimidad pero no afuera. Pero incluso con las amistades y en las familias se excluyen temas políticos por la violencia que generan.

H
ay una necesidad de identificar al otro, un «identifíquese», identificación ideológica, social y política como pertenencia en bloque, identificación masiva a una serie de prejuicios que sirven para situarte y situar al otro rápidamente de tu lado o en tu contra.

E
llo conlleva reduccionismo, simplismo, desaparición de los elementos dialécticos, menos interrogación, respuestas estereotipadas, anticipadas: «si vas allí eres de esos», «si llevas a tu hijo a tal sitio eres de los otros», «si hablas euskera eres tal, si no lo hablas eres cual», «si lees tal periódico defiendes tal idea». Todo pasa por una mirada; esta identificación masiva está basada en una mirada que objetiva, califica, cataloga al otro.

H
ay una sospecha de quién es el otro y necesidad de saber si está de mi lado o en mi contra. Por ejemplo, esto hace que exista una sospecha continua, sobre todo de los jóvenes que suelen ser habitualmente prejuzgados, identificados de una forma muy contundente, casi sumaria.

F
rente a todo esto, negación: «no pasa nada», como una forma de censura porque aparentemente «todo va bien»; estando tan presente el conflicto se silencia para sobrevivir y al «no pasa nada» y al «todo va bien» lo entendemos como el acomodo fantasmático.

E
l enfrentamiento, el silencio, la identificación y la negación alimentan el recorte de libertades públicas y la polarización social extrema, al concebir la identidad de las naciones en términos de esencia de un pueblo u otro, esencia inmanente, como si fuese inamovible, lo cual aparece como excluyente de unos u otros y no de complementariedad o de simple diversidad.

P
resencia del Otro amenazante, del Otro intimidante: amenazas de muerte, amenazas de todo tipo. Se sabe que muchas personas están amenazadas en nuestro medio social en Navarra, y que al hablar en un taller sobre estos temas pudieron ser comentadas y comprobar que distintas personas estaban afectadas por estas amenazas y por secretos de los que no se había podido hablar antes a pesar de ser personas cercanas. Eso que no se había podido decir hasta ahora, ahora que ya se ha dicho, ¿cómo posicionarse ante ello?, ¿qué decir ante todo esto?

P
rimeramente decirlo e iremos viendo a dónde nos conduce este decir. Seguimos apostando por dar oportunidad a la palabra que consideramos es el lugar del psicoanálisis en la subjetividad contemporánea. *Este texto recoge algunas de las aportaciones del «Taller sobre el espacio del deseo; la voz y la mirada», colectivamente realizado en Pamplona.

Autor | Pedro Muerza

.. o la letra muerta

U.S. President George Bush (C), British Prime Minister Tony Blair (L) and Spanish Prime Minister Jose Maria Aznar smile before their meeting at Terceira air base March 16, 2003. The United States, Britain and Spain will not issue a declaration of war against Iraq at their summit on Sunday, a diplomatic source said. REUTERS/Sergio Perez

U.S. President George Bush (C), British Prime Minister Tony Blair (L) and Spanish Prime Minister Jose Maria Aznar smile before their meeting at Terceira air base March 16, 2003. The United States, Britain and Spain will not issue a declaration of war against Iraq at their summit on Sunday, a diplomatic source said. REUTERS/Sergio Perez

¿Qué decir de lo sucedido en España aquí, en Buenos Aires?

Qué decir de esta voluntad de destrucción absoluta que muestra: «cuantos más muertos mejor, a mayor número más éxito».


S
u voluntad, la de alcanzar el objeto de goce y matar, asesinato en masa. Los asesinos suicidas quieren la muerte, gozan del espanto y de la crueldad sin límites. Tenemos testimonios de que ha nacido para el siglo XXI una conjunción fanática entre racismo, economía y religión.

A
sistimos al borramiento de la diferencia entre la guerra y la paz. Nuevo modo de violencia, de terror que apela a la aniquilación de lo simbólico y a la exacerbación de lo real, la muerte del otro como nos lo dice Regina González: «goce desencadenado, sin freno, violencia descarnada». ¿Qué pensar y hacer frente a esto? No lo sabemos con certidumbre, pero sí entendemos que el silencio y el lamento no pueden ser nuestro refugio. Tenemos como analistas la tarea ética de expedirnos acerca de lo que sucede, de hacer uso de las herramientas con las que contamos para intervenir de algún modo en la subjetividad de la época. De lo contrario, el psicoanálisis es letra muerta.

Autora | Andrea Urdiales

Qué decir

11-m_bomberoQué decir cuando las llamas del dolor todavía siguen prendidas. Qué decir cuando todavía hay muertos sin nombre, cuando todavía los heridos se recuperan en los hospitales, cuando nos emocionan los testimonios de la solidaridad vivida.

¿Cómo nombrar lo sucedido? ¿Tragedia?, ¿horror?, ¿masacre? Quizás no encontremos la palabra que alcance a nombrar de manera suficiente lo allí sucedido. Es difícil sustraerse al dolor, al horror, pero sin embargo es preciso no quedar sin voz y sin palabras.

¿Qué podemos decir de ese tipo de violencia carente de toda racionalidad o pensamiento? Es la violencia desatada, el goce desencadenado, el cuerpo despedazado de la supuesta civilización, asesinato y muerte, que muestra sin duda la estructura, a cielo abierto, en la que se encuentra el sujeto cuando habita lo real y toda intermediación simbólica ha desfallecido. Supone el atravesamiento de un borde, de esa frontera que, como dice Lacan, cuando se atraviesa lo que hay es aniquilación y muerte, sin retorno.

L
a integridad, cualquier forma de integrismo, ya sea religioso, político o social, puesto que lo íntegro, lo integral no incluye ni la falta, ni la diferencia, siempre conduce a lo peor: al odio, a la intolerancia, a las formas más crueles de dominio sobre el otro. Asimismo las palabras íntegras son el intento de adueñarse de ese Otro del lenguaje, de esa exterioridad constituyente y constitutiva del sujeto que hace que el hombre sea un extranjero de la vida.
Como señala G. Steiner, el hombre es huésped de la vida, no dueño de la vida, de la misma manera que uno no es dueño del lenguaje.

N
o es fácil estar llamado a ser huésped de la vida. El atavismo territorial puede llevar muchas veces a la brutalidad. Atavismo territorial que también lo encontramos en los pequeños quehaceres legales de lo cotidiano y que puede llevar a lo peor: al odio, a la intolerancia, a la humillación del otro, cada vez que ese otro, ese próximo, muestra la diferencia en sus modos de hacer, en sus hábitos, o en sus costumbres…

E
l 11M segó brutalmente la vida de algunos; el azar quiso que para otros no fuera ése su destino. Pero para todos algo cambió. «El terror», el nombre del sujeto actual, hasta entonces denegado en el «a mí no me va a pasar», se muestra a cara descubierta: «podría haber sido yo». Para todos y cada uno se hizo presente el tren de la muerte.

P
ero también puso a cara descubierta la mentira y el engaño consciente, la manipulación de la información, la codicia y el ansia de poder de un gobierno prepotente, e íntegro, en que la palabra y el diálogo estaban censurados.

Y
la gente decidió. No quiso seguir alimentando este tipo poder. Quizás la gente no sepa mucho de política pero sí sabe de las grandes verdades humanas: del odio, de la mentira, del dolor, del amor… Quizás el desvío de ese destino, al cual nos veíamos abocados, sirva para encontrar otro modo de decir.

Autora | Regina González

La incidencia política de los discursos

pibes2Este proyecto tiene inicialmente la marca de un movimiento solidario. Un grupo de analistas de Analytica Buenos Aires toman la decisión de participar solidariamente en las luchas sociales. De este modo comenzamos a vislumbrar lo que en la actualidad consideramos como un modo de presentarnos: intentar estar presentes donde haya luchas por la dignidad. Y, en particular, la lucha por la dignidad es algo que no prescribe, sino que más bien es una voz que sistemáticamente se intenta silenciar, esconder, que se retira de los modos discursivos convencionales en lo contemporáneo. Pero este retiro deja estelas; siempre queda algo visible y presente, paradójicamente; o sea que es algo que se retira pero que se puede buscar y encontrar, interrogar, excavar con el afán de extraer, de tironear hacia la luz lo silenciado en la cultura. Y esto es con el psicoanálisis, que permite este trabajo casi de reconstrucción arqueológica en la cultura para traer a la luz las luchas por la dignidad del hombre. En particular, en lo que está enrollado el hombre que se pregunta y se cuestiona por su dignidad.

N
uestra posición queda precedida por el planteo lacaniano «Lo real es la juntura en la que se encuentra la incidencia política donde el psicoanalista tendrá lugar si fuera de ello capaz».1 El psicoanálisis es un hecho social. Alguien que sufre, alguien que se presenta con sufrimiento, lo que presenta es el modo que tiene para señalar su lugar de participación en el conjunto, en el malestar general. ¿De qué modo? Nuestra política es con la lectura brindada a nuestro hacer por el trabajo de José L. Slimobich sobre los textos de Lacan, es en la palabra, allí donde se presenta un texto a ser leído, esa escritura hablante. Muchas veces se presenta de un modo alucinatorio; pensamos que debemos silenciarlo. Pensamos que estamos locos, que no es de eso de lo que se trata. Ese texto silenciado de las voces silenciadas, las voces del tiempo: es de la voz de la clase de lo que se trata.

E
s en este contexto nuestro acercamiento al «Comedor Los Pibes». En principio, solidaridad. El asesinato de Martín Cisneros a manos de la policía marcó la represión a la lucha social. Represión de la dignidad. Aclaro: de la dignidad de todos. ¿Qué hacer, cómo seguir adelante? Tiempo de duelo, pero también fue tiempo para situar cómo recuperar las banderas. Cómo lo imposible de comprender, de significar, lo inevitable de lo ya producido con mil lágrimas siempre insuficientes. Cómo evitar cerrar, sellar, archivar. De cómo la ausencia se transforma en causa.

E
ntonces, ¿por qué con las mujeres? Inicialmente se nos presentó como hipótesis: no hay posibilidad de un cambio social en la dirección de la recuperación de la dignidad sin que las mujeres recuperen las palabras. ¿Por qué las mujeres solamente? Bueno, precisamente es en este punto donde se nos presenta que las políticas de la mujer es un modo de iluminar respecto del interrogante en relación al sujeto contemporáneo. Así, dicho sujeto quedaría en un lugar circunscripto por las acciones que el capitalismo lleva a cabo. Podemos pensar y proponer para debatir que llamamos sujeto contemporáneo a aquello que el capitalismo desecha. Todo aquello que queda como producto de la operatoria del capitalismo, producto que genera ese desecho, y es en ese desecho donde el sujeto contemporáneo encuentra su marca, donde podemos vislumbrar de qué estamos hablando. Nuestro andar está determinado, en tantos sujetos, por el capitalismo –lo sepamos o no.

J
unto con otros grupos de España, Italia y Mendoza aportamos una propuesta teórica y práctica: que el psicoanálisis es un cierto modo de praxis; ni una técnica terapéutica exclusivamente, ni una teoría filosófica. Es un intento de recuperar el concepto de praxis. Desde esta perspectiva nos vinculamos al «Comedor Los Pibes» de La Boca para realizar una tarea concreta referida al grupo de mujeres, junto con el cual nuestra hipótesis de trabajo es la de recuperar la palabra: no hay posibilidad de cambio social si no se recupera la palabra. Y nosotros también debemos recuperarla. O sea: recuperar la dignidad no solamente significa comer, o vestirse, sino también recuperar la cultura. No solamente se le expropian al excluido las cosas relacionadas con la contingencia de la vida sino que además se lo expulsa de los circuitos de producción de la cultura. Esto conduce a un modo de hablar único donde las palabras sólo dicen lo que el poder de la dominación quiere que digan.

A
partir del trabajo con el grupo de mujeres la recuperación de la palabra transita por un camino en el cual se va modificando su propio sentido. Primero se trata de recuperar la palabra para hablar con el otro, el más cercano. En principio, por ejemplo, en la Asamblea ante los compañeros. Pero en el trabajo de poder hablar encontramos que recuperar la palabra no se trataba de cada cual como persona, como individuo, y esto es efecto de la cultura dominante: que cada uno es un individuo, y que somos libres de hacer individualmente lo que queramos. A partir de esto queda planteado que recuperar la palabra no es un hecho individual sino colectivo. De lo que se trata entonces es de recuperar las palabras silenciadas, las voces acalladas, sustraídas por el poder dominante. En principio dicho poder dominante también solíamos ubicarlo en una persona, en un país, en un Estado. Pero una vez más el trabajo del grupo presenta que está en los modos de hablar de cualquiera de nosotros. Reproducimos las formas dominantes de comunicación. Ésta es la ocasión para presentar el concepto de sujeto. Entonces no se trata del individuo libre y soberano, sino que es algo que podemos ubicar entre las distintas voces. Es algo que circula, que está entre los individuos. Y es el sujeto ese lugar desde donde se habla.
Autor | Alejandro Lucero
Notas:
Lacan, Jacques. Radiofonía y televisión. Ed. Anagrama, Buenos Aires, pág. 71.

El velo del dolor

Job

Para el psicoanálisis, la relación del dolor con la verdad no es racional.
La psicología y la religión se han ocupado de eso: sentido y representación, palabras e imágenes, como modo de obturar, de velar el vacío.
El psicoanálisis muestra la verdad en el retorno de esa tercera dimensión llamada lo real.

– ¿Qué sintió usted?
– Dolor, dolor, un intenso dolor dentro de mí.
– Y después, ¿qué pensó?
– Nada, sentí más dolor todavía por lo que había fuera.
– Sí, pero ¿qué pensó?
– Nada, era más intenso el dolor por fuera.

É
sta fue la conversación de un periodista con un herido y con un micrófono delante.


L
acan dice, aludiendo a un filósofo, que «la verdad del dolor es solamente el dolor mismo».1

E
sta relación del dolor con la verdad como causa conlleva un problema nada fácil de resolver.

L
a angustia que produce el mismo hace que se pregunte ¿qué significa el dolor?, pero en principio es un estado que no tiene que ver con la secuencia racional de que después del dolor viene la calma. El que siente el dolor no busca el culpable del mismo, sino que siente su dolor, no busca consuelo, simplemente lo siente.

E
l sujeto se ubica en un tiempo muerto, un tiempo que implica su división entre el saber y la verdad.

–»Psicólogos para psicólogos». La consigna era que el hablar es importante para calmar el dolor. Antes de la palabra se produjo el grito, como rompiendo el silencio, algunas veces un grito ahogado. Los especialistas de la mente, los de la psique, no podían soportar la ausencia de palabra.

–¿Quién es el culpable del horror?

U
n niño musulmán acude a un colegio de primaria; lleva ya varios años yendo al mismo colegio. Al principio hablaba poco, sólo atendía. De repente se produjo un salto: comenzó a hablar y a aprender mucho, se quedaba tranquilo cuando entraba al colegio.

U
n día el niño, al llegar a clase, rompe a llorar, no tiene consuelo, no se quiere despegar de su madre, siente miedo.

Imágenes, imágenes…

N
ada muestra más de lo que oculta.

«La cita siempre es fallida, lo cual produce con respecto a la tyche (el encuentro con lo real), la vanidad de la repetición, su ocultación constitutiva».2

E
l paso del politeísmo al monoteísmo, según Freud, supuso un progreso para la humanidad; la representación de la salvación en un solo Dios «único» supuso para los antiguos egipcios un progreso en la asunción de sus catástrofes. Los egipcios creyeron que la invocación al Dios Atón les salvó de las inundaciones que progresivamente venían sufriendo por las crecidas del Nilo. Posteriormente se produjo el invento de la trigonometría para la medición de tierras. El Dios único permitía más progresos que muchos dioses, era más instrumentalista.

D
espués viene la secuencia: el Dios que exige una prueba de carne para su fe, seguido del Dios cristiano, dios de la representación, éste representa su sufrimiento ante los hombres, es la pantalla del sufrimiento…

E
l psicoanálisis muestra y plasma con Lacan que la pantalla es la apariencia que oculta lo que hay debajo. Es por eso que a la vez que muestra el horror, oculta también el dolor, como si fuera una exorcización de la maldad. Pero esa pantalla sólo se produce en dos dimensiones; queda la tercera que es lo real. Hay una necesidad por parte de la representación de ocultar la verdad y suturar ésta con la imagen, mil veces repetida. Esta repetición intenta mitigar la angustia, pero su despliegue es cruel.

L
a religión y la ciencia encuentran en la imagen un continuum de sentido entre experiencia y representación; sin embargo, lo que elude ese sentido es que hay un vacío, un vacío que escribe con una letra áfona, la del grito ahogado, un vacío del que retorna la tercera dimensión: lo real de la vida psíquica.
Autor | Asociación del Psicoanálisis en la Cultura de Madrid
Notas:
1.- Jacques Lacan, seminario 13, El objeto del psicoanálisis (inédito), clase 1 del 1° de diciembre de 1965.
2.- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 11 «Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis» (Ed. Paidós, Buenos Aires, 1990), página 134.

Lo azaroso de una vida

azarDestino y azar se conjugan, determinan lo que se considera el campo de la libre voluntad.

E
n ocasiones se tiene la sensación de que la vida transcurre de un modo azaroso. Hacemos cosas, realizamos tareas, elegimos caminos que no hubiéramos pensado, decimos que quizás haya sido algo azaroso, que haya sido el azar.

E
l azar tiene algo de misterioso, pues se presenta de modo inesperado, fuera de todo cálculo. No es intencional, es algo con lo que uno se encuentra y es por eso que ese encuentro, no calculado, siempre supone una cierta conmoción y sorpresa.

C
on el azar uno se tropieza, se encuentra; y casi siempre ese encuentro viene dado como un mal encuentro, demasiado pronto o demasiado tarde, por más o por menos. En ese mal encuentro, uno siente que algo de su suerte queda jugada allí y que algo de lo propio se revela, como una presencia siniestra del destino.

F
reud lo presenta como: «Compulsión de destino» o determinación inconsciente; en un texto titulado «Determinismo, creencia en la causalidad…», nos muestra que el azar no es azaroso; a veces tenemos la convicción de tener una voluntad libre y sin embargo en lo que decimos, en lo que hacemos hay una determinación.1 Determinación inconsciente que atraviesa al sujeto, más allá de la persona, de la voluntad del individuo. Porque en la constitución del sujeto, como sujetos del lenguaje, fuimos llamados, hablados por Otro. El sujeto, sujeto del inconsciente, porta las marcas de su inscripción en el deseo del Otro. Así el sujeto es el sujeto enredado en el lenguaje, alienado a determinadas palabras que le importan, palabras dichas, palabras que no ha podido elegir, que le vienen dadas: el nombre, la cultura, el sexo, la religión, con las que algo tiene que hacer.

L
acan toma el término de alienación para dar cuenta de esta determinación del inconsciente. La cual proviene del hecho de que el sujeto no puede constituirse como sujeto del lenguaje, como sujeto de deseo por fuera del campo del Otro, del campo del lenguaje. Esto no es sin consecuencias, pues no sólo supone una alienación primordial al lenguaje sino también la alienación a una imagen exterior a sí mismo, que sólo puede extraer a partir de los vínculos que establece con los otros; pérdida de un lugar original y condena del sujeto a aparecer siempre dividido entre lo social y lo individual. Por lo tanto, la idea de una autonomía del individuo, libre de implicación del vínculo social, de un ser «yo mismo» independiente, el intento de retorno al naturalismo como búsqueda de una libertad individual son algunos de los modos con los que se trata de negar cualquier determinación.2

L
o azaroso de la vida lleva, entonces, implícita esta determinación inconsciente como el azar necesario que introduce a la vida pero que al mismo tiempo porta las marcas, los signos que el sujeto sigue en la vida, como si de un viaje se tratara, hacia un destino. Destino del que cada cual es responsable, pues determinación no es determinismo.

Q
ue haya una pre-determinación no supone que ya esté todo escrito y preparado para un destino inmodificable tal y como plantea el determinismo.

L
a letra del psicoanálisis permite introducir en ese azar necesario, el sin sentido radical, real que despierta al sujeto del sentido aletargante de la realidad y lo traspone a una otra realidad que es la realidad del deseo; deseo como causa del deseo.

E
sta letra que se da al leer, introduce la contingencia del azar como ese sin sentido radical: algo absolutamente novedoso que conmueve e interroga al sujeto permitiéndole el desvío de aquello que se le presenta como un destino.3

Alienación, determinación inconsciente, azar, son los conceptos expuestos en este trabajo.
Autora | Regina González

Notas:
1.- Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana, (Obras Completas, Ed. Amorrortu, Volumen 6 – Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, página 915).
2.- Jacques Lacan, El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, (Ed. Paidós), página 135.
3.- José Slimobich, en la introducción de Lacan: la marca del leer, página 9.

Diálogo sobre el amor y la psicosis

Borromeo_nudoA mediados del año 2003 el psicoanalista Manuel Duro Lombardo,
miembro del Centro de Estudios Freudianos de Granada
y médico intensivista del Hospital Virgen de las Nieves de la misma ciudad,
visitó Buenos Aires y dio una serie de conferencias
en distintas instituciones públicas y privadas
del ámbito específico de la salud y la cultura.
Una de estas charlas, en compañía del psicoanalista José L. Slimobich,
es la que aquí presentamos fragmentariamente.
Fue en el marco de Analytica Buenos Aires
y versó esencialmente sobre el problema de la transferencia
en relación al significante y a la letra,
especialmente en el caso de las psicosis.

Manuel Duro Lombardo:
El acicate que me mueve en mi estudio es la clínica de la psicosis, pero esta noche lo quiero emplazar en relación a puntos muy sencillos del procedimiento freudiano y de una aportación puntual de Lacan en el Seminario 8. Allí plantea que la transferencia no es la repetición. Si bien le debe mucho a ésta, pues por el solo hecho de la instauración del procedimiento freudiano, es decir por la regla de la asociación libre, va a haber un automatismo de la cura, que sería la virtud propia del significante. Hay algo más que automatismo en la transferencia, porque está el amor. En resumen, hay algo más que se anuda a la transferencia que es el amor, el amor de transferencia. O sea: no es sólo la repetición, porque está el amor. Y éste es el punto que creo que a los analistas, históricamente, no nos ha gustado mucho.

E
l punto es: mientras no haya prejuicio por parte del analista, la asociación libre prosigue fácilmente y entonces la cura se puede desarrollar, pero cuando esto no es así, ¿cómo lo llama Freud a eso?: lo llama resistencia. Es curioso porque se puede decir primero que la transferencia es repetición, y luego que la transferencia es resistencia.

J
osé L. Slimobich ha trabajado en Granada la cuestión del nudo como anudamiento y desanudamiento, en relación al leer. La operación de lectura estaría más del lado del desanudamiento que del anudamiento. Con estas reflexiones pensé, se me ocurrió, que lo que se jugaba a nivel de la transferencia como repetición era el lugar donde se anudaba el amor de transferencia.

L
a cuestión entonces, en relación al objeto de amor, es si es posible una vez vestido por el fantasma, por los fantasmas, separarlo de lo que sería el ser del otro. Ahí la primera página de Fedro es muy impactante, porque se refiere a cuando se pierde un ser querido. No solamente cuando se pierde realmente, sino cuando se ha ido perdiendo y entonces uno se da cuenta de que hubo algo que faltó en lo que se le dio. Y que eso hizo que a esos seres queridos uno los dejase escapar irremediablemente.

F
uerzo un poco el texto, porque dice incluso que hay que hablar de objeto, que es preferible hablar de objeto de amor, que por lo menos tiene un peso, tiene un color, tiene una figura, que hablar de semejantes.1 Que la cuestión del respeto y de la dignidad es como ser indiferentes. El que a uno le digan, por ejemplo, “Bueno, pero yo que soy libre”, la libertad como límite, respetar esa libertad, es la de mi indiferencia para aquél que respeto. Esto conduce a la diferencia que hay entre el objeto de nuestro amor, en tanto queda cubierto por nuestro fantasma y el ser del otro, en la medida en que el amor se pregunta si puede alcanzarlo. Queda articulado muy claramente cómo el amor aquí no solamente apunta al ser, sino que además se pregunta si puede alcanzarlo. No es sólo el objeto lo que se pone en juego en el amor, sino la pregunta por la posibilidad de alcanzar el ser del otro.

E
sto entra en cuestión cuando se plantea la emergencia de los fenómenos de transferencia, de amor o de odio. También el odio apunta al ser.

José L. Slimobich: Antígona es el primer ejemplo clásico de lo que recorre toda la obra filosófica y toda la obra contemporánea, y llega hasta la contemporaneidad. Es el tironeo que tenemos entre la ley del Estado y la ley privada. Ella dice en definitiva ¿Qué hago? ¿Dejo que a mi hermano se lo coman los cuervos, o voy contra las leyes del Estado? ¿Con quién cumplo? ¿Con las leyes de los hombres o con las leyes de los Dioses? Y si voy contra las leyes de los hombres, ¿por qué? Freud en ese sentido es muy claro, tiene que vérselas con algo que juzga fundamental y originario, que es la pulsión de destrucción, y frente a ella, cómo arreglárselas, porque el Estado regula esas funciones, pero a la vez las alienta, porque alienta la destrucción.

A
ntígona es el paradigma del qué hacer con eso, qué hace el sujeto dividido entre la dimensión pública y la dimensión privada. Cómo hace con estos dos textos que permanentemente están ante nosotros. Estos dos textos que podemos poner en lo que planteó Manuel Duro Lombardo alrededor de lo que pertenece a la repetición y lo que pertenece al amor.

L
a letra localiza al significante que corresponde al lugar del sujeto. Es decir que ese significante queda identificado, ya no por el significante sino por la letra. ¿Y cómo se refleja esto en la práctica analítica? En la escritura en la palabra: la palabra porta una escritura. Por eso no recordamos todo lo que hablamos con el otro. Recordamos lo que está escrito. Recordamos aquello que hemos escuchado y visto. Este juego de las pulsiones cruzadas entre lo auditivo y lo que vemos es lo que formaliza entonces una memoria, podemos decir, de la palabra, que no debe cerrarse solamente en lo auditivo, y por ello hace falta acudir a eso que llamamos la escritura.

E
l objeto en los últimos seminarios de Lacan, es la letra, porque no hay dimensión de cosa alguna que no pase para Lacan por la dimensión del lenguaje y por lo tanto por la escritura.

Manuel Duro Lombardo: Plantearía una cita de Lacan del texto Intervención sobre la transferencia. …se es un texto antiguo, y allí plantea que lo específico de la transferencia no lo va a dar la repetición sino el modo como el sujeto constituye su objeto. Y lo dice bajo el modo de señalar que se ha producido un estancamiento.2 Podemos allí recordar la resistencia. La resistencia de transferencia en relación a la presencia del analista, o sencillamente el estancamiento de la dialéctica analítica.

E
ntonces creo que este modo de plantear la especificidad de la transferencia, está más que en la relación del sujeto a la repetición entendiendo la repetición como la articulación significante inconsciente- en relación al objeto. Si se me permite, podríamos pensar ahí que estaría en relación a la emergencia de los procesos de transferencia con respecto a la lectura, a diferencia de la interpretación. Comúnmente, clásicamente, se ha considerado que hay que interpretar la transferencia. O se interpreta la transferencia o se interpreta en la transferencia. Y yendo más lejos aún, percibimos que la interpretación en la transferencia sirve para poco, sirve casi de nada, porque el amor de transferencia es ya en sí mismo una interpretación.

A
hora bien, Lacan en las conferencias que dio en el año ’75 en EEUU dice sencillamente que en la psicosis hubo una falla en la realización del amor. Podemos preguntarnos entonces si no es en la psicosis donde mejor se percibe la conveniencia del abandono de la interpretación, y la pertinencia de la lectura.

José L. Slimobich:
Así como planteaba antes la definición de sujeto más clásica de Lacan, hay otra sobre el goce; podríamos decir que el goce es lo completo de la pulsión de destrucción. El goce es preservado: sin goce no se puede vivir; con exceso de goce las cosas no andan de ningún modo. Entonces tiene que haber algo del ceder, perder un poco de goce. Entonces Lacan lo escribe de este modo: el goce condesciende al deseo por el amor.3

E
l amor introduce en el goce la dimensión del vacío. Vacía un poco ese goce autónomo, ese goce autista, ese goce que no necesita del otro, y aparece, podemos decir, bajo el modo de hacer un agujero en ese goce.

¿De dónde viene el amor? Lo que Freud nos va a decir es que el amor viene de la necesidad de desorden, de violencia y de indignidad que es su raíz. Quiere decir que es frente a alguien, a algún otro determinado, donde esto se pone de relieve. Es porque esto se nos presenta frente al otro del amor, que éste nos redime, o al menos nos alivia.Cuando alguien dice yo nunca he amado, nunca he amado a nadie, nunca tuve el sentimiento de amor, lo primero que hay que preguntarle a esa persona es si alguna vez ha sentido molestias, porque se tiene la seguridad de conocer el sentimiento de amor si ha sentido la molestia. Decir que el amor es ante todo la molestia que conmueve al sujeto y le revela su inseguridad, su desorden, su violencia y su indignidad. No está a la altura del objeto amado, no sabe qué hacer con ello. ¿Y cómo lo hace esto? Sabemos cómo lo hace la gente: en el lugar del vacío pone la indignidad del otro, la violencia del otro, el otro que no cumple, que no lo hace.

A
sociado al amor, lo que surge es la belleza. Pero ¿qué es la belleza? La belleza es dolor. El sujeto revela, en la cifra de la belleza, el dolor. Si alguien ve una obra de arte que verdaderamente lo conmueve, lo emociona, dice: ‘Me arrancó lágrimas’, se dice sin pudor. ¿Por qué arranca lágrimas? ¿Por qué en el éxtasis amoroso puede haber lágrimas? ¿Por qué en el sentimiento y en la emoción puede haber lágrimas? Porque es el momento de la belleza. Y como el hombre es un extraño en la morada del ser, no hay nada en él preparado para soportar eso. Y en ese sentido nuestros analistas tendrían que darse cuenta de que cuando se sienten irritados, traten de no meter demasiadas cosas inmediatamente en ese vacío, traten de soportar y de sostener ese instante donde uno camina, podríamos decir, entre nubes, como decían los poetas románticos, antiguos.

E
n el análisis lo que sucede es que el sujeto adviene a la posición de deseante. Es decir que lo importante es que el amor de transferencia funciona como el sitio vacío que permite que algo del deseo se efectúe. Y donde ese deseo que se efectúa en el análisis, es el reconocimiento de que aquel que habla es un ser deseante. Se lo reconoce en tanto deseante.

¿Deseante de qué? Deseante de deseo, porque el deseo es ante todo deseo de deseo. Deseo, como dice Lacan, quiero la falta.

L
a marca del deseo es el peligro. No hay deseo sin marca de peligro. Eso no quiere decir que el analista, el psicólogo desprevenido, diga ‘Hágalo’. Eso no quiere decir impulsar nada. Es que esa marca del peligro es marca del deseo. Es muy importante darse cuenta de por qué no nos pasamos amando, y por qué no nos pasamos deseando.

A
llí donde el vacío aparece, una escritura adviene, tal como el artista hace surgir algo del vacío. El analista no es un artista porque el creador es el analizante con su palabra, él crea con su palabra una escritura que se anuda en el acto del leer del analista. Por eso la necesidad del lector. Esto crea muchas sorpresas, y nos revela la otra dimensión de la transformación que Lacan hace sobre el concepto de interpretación. No sé si ustedes recuerdan: la interpretación es poética; se acerca a esto que dijimos del poema: la interpretación es exacta. Y lo único que puede darnos exactitud es la escritura. Porque la palabra sufre las consecuencias de la erosión apenas escuchada.

¿Qué tiene que ver con las psicosis? Finalmente termino en esto. El lugar del vacío, el psicótico lo recubre con la certeza. Simplemente, el significante que él llama no es un significante del vacío. Es un significante que recubre absolutamente toda la frase. No da lugar a ese espacio. De ahí que el trabajo del analista con la lectura permita la deslocalización, que aparezca un lugar no calculado. Es un trabajo lento y tedioso.
Autores | Manuel Duro Lombardo, José L. Slimobich
Notas:
1.- Lacan, J. El Seminario, Libro 8: La transferencia, (inédito), clase 3 del 30 de noviembre de 1960.
2.- Lacan, J., en Escritos 1, Intervención sobre la transferencia (Ed. Siglo XXI), pág. 214.
3.- Lacan, J., Seminario 10, La angustia (inédito), clase 14 del 13 de marzo de 1963.

La autoridad del saber

mizaru_kikazaru_iwazaruEl sujeto de la episteme se pregunta de dónde le viene su saber.
Suponemos vivir fuera de los cánones de la auctoritas
cuando más nos apegamos a ella.
Hay lo que no puede decirse sino a medias, y lo que se dice más allá de todo dicho.

C
uando hablamos lo hacemos desde una posición, y nuestro decir queda atravesado por un discurso. Hay dos discursos, así nos enseña Lacan, que se oponen: el discurso del amo y el discurso analítico; el discurso del amo alcanza su auge en el discurso del capitalista en su unión con la ciencia, y llega hasta nosotros a través de un imperativo: «sigue sabiendo en determinado campo -cosa curiosa, en un campo que de algún modo está en discordancia con respecto a lo que a ti te concierne, buen hombre».1 «Sigue. Adelante. Sigue sabiendo cada vez mas».2 No hace falta que nadie esté allí: eso trabaja, eso goza. La orden del amo aplasta cualquier pregunta por la verdad, nos hace renunciar a ella; el discurso del amo que se cree unívoco no le deja ningún lugar al ser que habla, enmascara la división del sujeto. La verdad que la experiencia analítica reserva para el hombre es una verdad que puede enunciarse con un medio decir, «…no puede decirse por completo, porque mas allá de esta mitad no hay nada que decir… no se puede hablar de lo indecible».3

E
sta verdad se burla de la plenitud del ser, se burla del todo-saber, de una idea imaginaria del todo, del saber mismo que se transforma en autoridad, del saber en tanto verdad; hay un saber que no se sabe. El inconsciente nos recuerda la falta de ser de la verdad; la experiencia analítica más bien nos muestra la debilidad, la vulnerabilidad del ser hablante, en su condición estructural de empleado del lenguaje. Si la felicidad se transforma en un factor de la política, si nos agitan el amor universal para calmarnos, la verdad cuando emerge y no es feliz puede ser catastrófica; la verdad esconde la castración. Dar lo que no se tiene es una de las definiciones que Lacan nos da del amor: amor de la debilidad, «lo que podría reparar esa debilidad original».4 En el discurso analítico ‘no tener’ puede fundar el deseo; en el discurso del capitalista ‘no tener’, significa quedarse afuera del sistema, morirse de hambre.

C
uando los padres matan sus hijos, de algún modo ¿constituye el homicidio en algunos casos un intento de no hacer aparecer aquello que no encuentra su lugar en el sistema dominante? El sufrimiento humano, el dolor, la vacilación, el fracaso, la división del sujeto entre el bien y el mal; la interrogación, la pregunta acerca de lo que me sucede, que no conozco, que no entiendo, inaugura un campo de no saber que no se guía por el sentido común sino por un sentido real, más oscuro, allí donde una verdad del sujeto puede advenir

E
n una sociedad ordenada en el discurso del amo que se funda en el todo, la respuesta ante el malestar parece también ser total; se sabe qué hacer con el otro: si es necesario y por su bien matarlo inclusive; goce que se afirma en el ‘soy lo que soy’, un ser único o nada, la muerte. Empuje de la pulsión hacia lo inmediato; algo urge, no admite ser postergado; ninguna estructura simbólica que tenga.

A
nte el vacío del saber, «la producción de pena como efecto psicótico del capitalismo», «la pena de los ricos»; dos lecturas realizadas por José L. Slimobich y Fabiana Grinberg a partir del material presentado por Luigi Correra en las últimas Jornadas que se realizaron en Buenos Aires sobre «Las políticas de la mujer».
Autora | Pamela Monkobodzky
Notas:
1.- Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 17: El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992. Pág. 116.
2.- Ibíd., pág. 110.
3.- Ibíd., pág. 54.
4.- Ibíd., pág. 55.

Lo invisible y el velo: políticas de la mujer

Las hilanderas_VelázquezImágenes de mujeres: la trabajadora, la objeto, la Virgen, la madre, la militante política y social.
Voces de mujeres: la amenaza, la risa, el grito, el pedido.
Su relación con el poder -habría que ver con cuál- es compleja y cambiante, ya que depende de la época y sus avatares.

Hay dos grandes vertientes de la posición femenina en el vínculo social: aquella donde es madre y aquella donde es mujer. La sagrada madre y la divina mujer. La esposa es sagrada y respetable también, pero se adora a la diosa. Que estas dos funciones se encarnen en una o varias mujeres no es el tema de esta nota, que intentará dejar el discurso religioso para pasar al discurso político. Entonces surgen con toda claridad «la patrona», o «la burguesa», dependiendo de la situación de clase del que habla. Pero además de La madre, están las madres, esas antígonas modernas que son en Argentina las Madres de Plaza de Mayo. Y las piqueteras, las mujeres que construyeron redes solidarias cuando el hambre neoliberal mataba a sus hijos y el Estado sólo sabía mentir y dedicarse a los negocios privados. O las Madres de la Plaza contra el paco, en Uruguay, enfrentando al veneno de la pasta base.

A
la política que se desprende de La madre propongo llamarla política de lo invisible. Isabel Larguía y John Dumoulin1 fue-ron los primeros en hablar del trabajo invisible. La madre sostiene con su trabajo in-visible, nunca del todo reconocido, el funcionamiento económico de la sociedad. ¿Acaso la fuerza de trabajo necesaria para la producción de bienes para el mercado -bien visibles- podría sostenerse sin el mantenimiento en buen estado de esa fuerza de trabajo en el hogar, trabajo invisible efectuado tradicionalmente por las mujeres? Y en los años ’70 Marie Langer2 decía: «el hijo es el mayor ejemplo de propiedad privada». Si en la antigua Roma el pater familiae era el dueño de un grupo de esclavos, mujer e hijos, denominado famulus, sobre quienes tenía derecho de vida y muerte (patria potestad) -que al ser de su propiedad tenía derecho a destruir-, en nuestra época el hijo se ubica más como propiedad de la madre. Que compite con otras madres en su afán de trascendencia a través de sus hijos.

T
odo esto nos choca, porque la mujer se esconde, permanece en lo invisible, es sagrada. Pero es mejor hablarlo, porque cuando ninguna trascendencia social tiene la mujer por fuera del hijo, y el amor romántico es frustrado con un hombre frente al cual reivindica sus derechos, estamos frente a la neurosis del ama de casa. La cual no se cura con breves excursiones a la libertad sexual -que las escuelas psicoanalíticas recomiendan- para no tocar las bases del matrimonio (la transgresión no cuestiona la ley). Y así, soñando con la liberación sexual, no se resuelve jamás la opresión social, pues la histeria es un modo del vínculo social.

D
esde una perspectiva lacaniana menos contaminada por la retirada de la política se puede situar a la madre como aquella que se sostiene en un poder exterior -«cuando venga tu padre…», decían antiguamente las madres-. O la imagen de la Virgen parada sobre la serpiente, leída por Lacan como la mujer que se sostiene en el falo. Nada más falocéntrico que una mujer, en tanto desde los estudios de Claude Lévi-Strauss sabemos que, si bien el orden social es androcéntrico, las que cumplen la función de soportes del intercambio social son las mujeres. Se intercambian bienes y lugares simbólicos de poder en las sociedades a través de las mujeres, y por eso «el ganador» siempre va acompañado de una mujer a la moda, además de cualquier objeto de consumo.

L
a otra vertiente de la posición de la mujer es lo que podemos llamar política del velo. Aquí se sitúa lo que las mujeres tienen de real, que no sólo va más allá; sencillamente está por fuera de las categorías del hombre. Es difícil situar esto porque permanece velado, en las sombras. Para en-tender lo que motiva la existencia de esta zona oscura consideremos algunos hechos: si la mujer es soporte del intercambio social, es también lo que por definición escapa al lazo social. Por ser un objeto precioso en el contexto del discurso,3 por hundir sus raíces en el goce mismo, en lo inútil, que no sirve para nada porque es un fin por sí mismo. La aparente contradicción que habría entre ser un objeto sopor-te del intercambio social y ser un puro lujo, una joya, una promesa de goce, se resuelve si pensamos qué hace la mujer como sujeto para distanciarse de ese lugar social. En principio, se ríe locamente. Por-que algo en ella escapa siempre, es inapresable en las redes del lenguaje. Es una licencia que se toman las mujeres, y no lo dudan, pues si no se la tomaran no tendrían ningún espacio de libertad. De ese lugar de objeto toman distancia y en el mismo acto revelan la verdad del sujeto. ¿Quieren conocer a un hombre? Busquen a la mujer. ¿Quieren conocer a una mujer? Busquen a la mujer que admira

.El orden social androcéntrico y machista pone el grito en el cielo cuando las potencias de revelación y adivinación femeninas se presentan, cuando la verdad habla: históricamente ha instrumentado diversas inquisiciones, que van de la quema de brujas a la extirpación del útero de las histéricas en el siglo XIX. Pero este poder de las mujeres también funciona velado. Lo llamo poder siguiendo a Lacan, cuando al hecho de ser únicas, singulares, no universa-les, lo califica: «lo que las mujeres tienen de poder”. Lo cual nos ilumina todo un campo, porque se trata de un poder no fálico. No es por el lado de las identificaciones al amo que es el hombre, ni en la posición de objeto soporte del intercambio, que las mujeres tienen su mejor oportunidad de hacer una política. ¿Por qué una política? Porque cualquier aprehensión seria de lo social revela el intercambio. Somos todos objetos soportes del intercambio social cuando nos contabilizan y nos negocian de a miles en la política. Y quien dice objetos, dice individuos, en tanto somos identificados a nuestros cuerpos: se cuentan los cuerpos. Que a su vez son hijos, es decir de alguna madre. Pero la verdad del sujeto, ya no del cuerpo sino del cuerpo que habla, ya no del individuo identificado sino del sujeto que habla, está en un objeto velado por naturaleza.4 Y hacer surgir este objeto es lo que las mujeres hacen cuando intuyen,5 cuando sienten algo que no pueden expresar con palabras, cuando leen en las palabras algo no dicho. ¿No podemos pensar que son justamente aquellas que el orden social sitúa como objetos soporte del intercambio en mayor medida que el hombre las más apropiadas para hacer surgir ese objeto? Lo que no quita a los hombres la posibilidad de aprender y practicar esa política de la mujer. La que en un mismo acto deja el lugar de objeto mudo del intercambio social y lee con precisión, lo sepa o no, lo que el lazo social ha producido.

A
modo de ejemplo: una mujer que se cura de un síntoma, el temor injustificado a que muera su hija, al poco tiempo de leer -un analista lector- en su palabra la siguiente verdad inconsciente: la persigue la sombra de El Padrino. Esto excede en mucho su individualidad, pues es la verdad de todo un grupo familiar. Las asociaciones posteriores sitúan el fragmento de historia que el síntoma actualiza: a su abuelo lo mató la Cosa Nostra por no pagar. La familia emigra a Argentina, y aquí su padre abandona el deporte porque la familia se lo impedía, ya que había que trabajar duramente. Pero quiso que su hija cumpliera exactamente sus sueños con una exigencia tal que a ésta le es imposible cumplir, y además su vocación no garantiza ganar dinero, con lo cual trabaja en un estudio jurídico, en el sector ‘ejecuciones’. Su padre pone ahora todas sus expectativas en la nieta, y resulta que la nieta descuella en todo con lo cual… ¡corre peligro! Toda esta ficción verídica es puesta en escena de modos velados, y la función del analista es darla a leer al sujeto, abriendo un espacio de libertad y decisión respecto de esas cadenas reales que marcaron sus actos. Lo cómico está en ese objeto velado -perseguida por la sombra de El Padrino– en presencia del cual el sujeto sólo puede reír y decir a su analista que, si la próxima sesión no viene, ya sabemos por qué es.

P
ara llegar a captar esto hubo que despejar todo el campo del imaginario actual, que se resume en la palabra inseguridad. Ella no quiere ser una burguesa asustada, y es allí donde el síntoma muestra el reverso de la época que nos toca vivir. No es su hija, es la infancia amenazada.
Autor | Pablo Garrofe
Notas:
1 .-Larguía, Isabel y Dumoulín, John. La mujer nueva. Teoría y práctica de su emancipación, Centro Editor de América Latina, 1988.
2.- Langer, Marie. La mujer: sus limitaciones y potencialidades, en Langer, Marie (comp.). Cuestionamos 2, Granica Editor, Buenos Aires, 1973.
3.-Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 17: El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992. Cap. 2
4.- Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos del psicoanálisis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987. Cap. 1.
5.- Slimobich, José L. Acerca de la cuestión de la mujer, un debate posible, en este número de Letrahora

Un trabajo sobre el inconsciente

letras-chinas

«… Los libros de la biblioteca no tienen letras, cuando los abro surgen… »
Jorge Luis Borges

«El inconsciente está estructurado como un lenguaje», de aquí partimos.

¿Como qué lenguaje está estructurado? ¿Como
el de Ferdinand de Saussure? ¿Qué es el lenguaje para el psicoanálisis?

Lacan en el Seminario 20 deja al lenguaje del lado del discurso científico, como producción de saber, para dar cuenta de lo que él llama lalengua. Para el psicoanálisis el lenguaje, en este sentido, no existe. Sostener su existencia conlleva sostener la ilusión de la comunicación, del diálogo posible, de la referencia. Y el trabajo que Lacan realiza sobre el significante y el significado muestra que el referente está como tal, perdido; se pasa de la arbitrariedad a la no relación entre significante y significado.

T
enemos aquí una primera distinción: el lenguaje y lalengua. Lalengua escrita toda junta no es apta para la comunicación, barre con la idea de universo, con ella no se puede hacer un todo, en tanto es lalengua materna y como tal es cuestión de cada quien, designando ese cada quien el precio que se paga por su advenimiento a ella, es decir, la división misma del ser. División que separa al ser del saber.

Q
ue lalengua no sea apta para la comunicación lo prueba la existencia del inconsciente. Inconsciente como testimonio de un saber que rebasa al ser que habla, saber que no se sabe saber y que en la invitación a decir cualquier cosa aparece en la distancia entre el dicho y el decir.

L
a invitación a hablar, ¿compromete sólo a la palabra? Sí, en tanto la palabra como tal está dividida entre significante y letra. La primacía del significante sigue siendo tal a condición de no olvidar que el significante es causa del goce y que la palabra por sí sola sólo nos conduce a otras palabras y éstas a otras… con el afán de completar algún sentido. El significante en tanto nada significa, en tanto no tiene ninguna relación con el significado, produce algo que no es significante y que Lacan designa con la letra a, resto de goce situado en los bordes del cuerpo.

S
ignificante y letra. La letra en tanto resto de goce queda ubicada en el registro de lo real. Lo real es definido por Lacan corno lo imposible, estrictamente lo imposible de escribir. Lo real como aquello que escapará siempre al entendimiento del ser se hace presente en la imposibilidad de escribir la relación sexual y esto es porque hay lalengua.La relación sexual se funda en la imposibilidad: no cesa de no escribirse, y es por éste no cesa de no escribirse que el inconsciente escribe. Escribe la huella que el lenguaje, que no existe, deja; escribe el no saber… constituyendo un saber que en el lugar de la verdad sólo será medio dicho.

E
s porque la relación sexual no cesa de no escribirse que lo que habla, más allá del ser que lo enuncia, cuando eso habla, escribe. Se escribe la soledad como testimonio de la no proporción sexual.

E
n un trabajo sobre el inconsciente es necesario trabajar sobre la letra y la escritura. Freud mismo trata al inconsciente como un texto, más aún, un texto sagrado donde algo se cifra, se escribe. Si algo se escribe hay que leer. No alcanza con escuchar el significante, la letra propone al psicoanalista leer el escrito que el inconsciente realiza. ¿Dónde leerlo? En el habla, sólo en el habla, en tanto éste da la ocasión al escrito. No está en el habla pero no es sin el habla. Esto presenta dificultades en su aprehensión conceptual e invita a seguir trabajando sobre el concepto mismo.

S
ituar el escrito es la posibilidad de cambiar el destino marcado por el lenguaje por el futuro siempre incierto y esto es porque ese escrito no estaba antes, es creación.

Autor | María Laura Alonzo, Patricia Frick