De la épica a la ley: la mujer ausente
El compromiso de trabajar un tema a la manera de un cártel delimita un espacio sin líderes con un elemento exterior generado por el mismo grupo. En este espacio cada cual ha ido tomando los elementos significantes que ha considerado necesarios para elaborar el tema elegido con respecto al diálogo mantenido. Por tanto, la elección del subtema que me incumbe fue realizada en el contexto de conversación y lectura sobre lo conversado, aunque el producto me competa a mí.
Casi desde el principio, se estableció un modo de trabajo, caracterizado por diálogo y atención a la lectura en la palabra. A partir de la elección del +1 (elemento exterior), que se produjo apenas unos meses del comienzo del cártel, apareció una lectura, que marcaba la separación de la primera etapa del cártel como un trabajo obsesivo: cártel de conocimiento. Esto señalaba la posición grupal y reducía el trabajo hecho hasta entonces a la preocupación por los textos y al excesivo apego a ellos antes del diálogo de los integrantes. Dicha lectura surgió como consecuencia de la agitación que producía en el grupo la presencia del +1.
Hasta ese momento habíamos propuesto una base de apertura de tesis, partiendo del artículo: “acerca de la cuestión de la mujer: un debate posible”, de José Slimobich, derivamos a diversos seminarios de Lacan, que considerábamos concernientes al tema, del seminario XVII, “el reverso del psicoanálisis”, hasta el XX, “Aún”, tocando en algún momento el VII, “la ética del psicoanálisis”, esto ha sido uno de los soportes del cártel, sin estudio tampoco había cártel.
¿Cómo trabajar un tema tradicional aportando algo diferente al archivo de ideas arquetípicas? Otro elemento de lectura que aparece: leer al fresco, escribir con frescura. Y otro que, a mi modo de ver, representa la condensación y multiplicidad de sentidos de la letra: traición, término que por un lado nos llevó a la ruptura de algo imaginario en el grupo, produciendo cierto momento de parálisis de producción, y a establecer una división entre el tema tratado como cártel o como cualquier otro tipo de grupo.
Un empuje surgido después de un debate duro en el seno del cártel. La aptitud del cártel de no enquistar las situaciones, cuando apareció un elemento pesado que hacía girar el diálogo alrededor de la consistencia, supuso una salida política que abrió nuevas preguntas hacia el contexto político del cártel y el lugar del mismo como órgano base de la Escuela.
Para mí, a partir de ahí comienza el trabajo topológico del cártel, la situación de cada miembro del cártel con respecto a la tensión grupal, inevitable desde el momento que cada uno de nosotros parte de algo preestablecido, de una experiencia previa, cada cual la suya.
Dichas lecturas permitieron rescatar de mi memoria un campo muy especial que había trabajado hace tiempo: el amor cortés, campo que facilita cierta idea de mujer, la mujer como objeto inalcanzable, que posibilita otras conquistas. Es la mujer virgen, la mujer que, objeto de veneración, se convierte en sagrado. Lo que estructura esta idea de mujer es el campo de la épica, cruzadas interiores, cruzadas exteriores. Una especie de restauración de la fe que la hace entrar en el tablero de la guerra como estandarte de conquista. La prenda venerada (el siffter, el objeto a) cosida a la armadura.
El obstáculo que implica la relación feudal de amo-siervo del hombre con respecto a la mujer, es salvado por los trovadores mediante un rodeo del lenguaje del que deriva el amor romántico, un campo de cruce entre lo masculino y lo femenino en el que se percibe la imposibilidad de la relación sexual, campo de conquista que tarda tiempo en superarse.
Lacan habilita y sitúa los logros del amor cortés. La distancia del objeto despliega un campo de acción particular, la conquista de territorios lejanos que sirven para llenar el vacío del objeto. Solamente quiero señalar esos pequeños matices y reincidir que, aunque a la mujer se le guarda un lugar muy venerado, eso no repercute en una ventaja para ella en la estructura social. Más bien al contrario, se siguen reflejando, en ese periodo, vejaciones y humillaciones clamorosas. (De la veneración no se sigue el aprecio, ni el reconocimiento, sino lo sagrado, que a su vez se relaciona directamente a lo impuro)
Aunque aparentemente estas conquistas culturales aparecen en periodos excepcionales necesariamente esperan otros que los superen. Para superar esta relación de objeto fue preciso, como señala Lacan, que apareciera en la cultura nada menos que el discurso de la ciencia.
No obstante es preciso pensar cuales son las diferencias y las pérdidas que se suceden entre estos dos campos, el del amor cortés y el de la ciencia, y ya no sólo el campo de la ciencia, sino el de la tecno-ciencia, matizado por la alianza entre el amo y la producción técnica, en él se percibe de manera más que ostentosa la disolución del sujeto en el objeto, permitiendo la sustitución de los sentimientos por situaciones placenteras y calculables, que se generan mediante la eliminación paulatina del sufrimiento, con ello se consigue una mayor comodidad pero se niega cada vez más cualquier factor que suponga una encrucijada entre una decisión y la inhibición de la acción, la encrucijada se sustituye por una decisión prioritaria marcada por la utilidad, que salva los momentos de duda y sustituye la acción por la ejecución de tareas.
Vayamos por partes, ¿qué significa la mujer para la cultura?, Claude Levy-Strauss afirma que a lo largo de las civilizaciones la mujer se ha tomado como objeto de intercambio. Esto ha posibilitado la exogamia, la mezcla de tribus y linajes, el paso de la tribu a la polis, etc. Engels señala en el origen de la familia, la propiedad y el Estado esta revolución silenciosa: con la implantación de la propiedad privada se producen dos hechos a la vez, la división de la tierra en propiedades y la vinculación de la mujer a la propiedad del hombre. Por otra parte, José Slimobich, remarca esto: es una revolución que se produce sin pegar un solo tiro. Ambas partes extraen sus ventajas, la garantía de sucesión y propiedad en la familia, por un lado, y la preservación de la virginidad en la mujer para un solo hombre, por el otro. Eso no quiere decir que se beneficien en la misma proporción y en la misma medida todos los integrantes de sendas partes, masculina/femenina. Solamente alienta aspiraciones que se manifiestan heterogéneas, pero que sirven para establecer un campo de dominio, una estructura.
¿Cuándo comienza la crisis de la familia? No son las sucesivas guerras mundiales, sino algo anterior lo que sugiere una primera crisis. El paso de la organización medieval a la organización capital aleja al padre del seno familiar, generando dos cosas, la necesidad de buscar el sustento en el mercado y el cambio de gobierno en el hogar.
El hombre y la mujer, al igual que los avatares de la producción, comienzan a quedar ligados al derecho de privado, al derecho que entiende que la emancipación más común del ser humano es la propiedad, derecho que sustenta a la vez el Estado Burgués. Se establecen dos tipos de propiedades, matizadas por el lugar en el mercado y por el lugar en la familia.
Este paso proporciona una especie de simbiosis entre la propiedad y la ley. Ésta toma las determinaciones de la propiedad, es decir, el derecho del uso y del abuso (ius utendi y abutendi). Cada vez que un sujeto es tomado por la ley, ésta suspende las esencias particulares de ese sujeto y las arrima a los supuestos generales que la ley concede. Digamos que la ley toma el cuerpo de lo que está sujeto a ella, extremándolo, podemos llamarlo habeas corpus,momento en el que se constituye el sujeto jurídico, este tiempo a veces es demasiado largo. Ahora bien, ¿el cuerpo de la mujer, tomado por la ley, es el mismo que el de la mujer, tal y como la entiende Freud, como enigma?, cuando la mujer se convierte en sujeto jurídico, podemos al menos establecer muchas diferencias con respecto a la mujer en abstracto. La idea jurídica de mujer también está tomada de la linealidad de sucesión y de supuestos de dependencia de la familia tradicional.
A diferencia de otras culturas, en la nuestra, queda más ligada al hombre, ya que la linealidad de sucesión se concede al padre, pues este paso en nuestra cultura ha sido dado por la imposibilidad de otorgar un origen de la sucesión que también incumba al hombre, a su vez se le hace responsable de una idea cultural preconcebida de indefensión (fragilidad del objeto). Según estima Engels, en el origen de la familia y el Estado, la mujer no tendría ningún problema en quedarse con todo si la propiedad se otorgara a partes iguales, no nos detendremos en el análisis de esa afirmación, sin embargo, creo que la disputa de la propiedad es el modo de litigio al que lleva este paso tan peculiar de la propiedad medieval a la propiedad capital.
Aún en las culturas africanas, cuya linealidad de sucesión pertenece a la madre, tiene mucho mayor peso el hermano mayor de la madre que el padre. Quiere esto decir que la responsabilidad sobre los hijos recae en el hermano mayor de la madre.
Durante mucho tiempo me costó mucho entender esto, qué aportaría esta diferencia a la relación sexual y a la vida familiar. La distancia occidental a la hora de abordar estas cuestiones hace que percibamos estos modos de relación social como poco evolucionados, aceptando los nuestros como mal menor. Sin embargo, parece ser que a nivel cotidiano cada vez que una mujer africana se queda embarazada, la paternidad es lo de menos, incluso habitualmente queda en entredicho. Ello supone que la mujer africana, a nivel de la familia es mucho más libre que la europea, ya que no queda ligada al derecho del padre. Es libre de acostarse con otros hombres, aunque esto esté coartado no por la ley, sino por creencias religiosas domésticas, profundamente arraigadas en algunos casos.
¿Podemos llamar violencia del sistema al campo en el que se debate la emancipación de la mujer sobre el hombre, ley=propiedad, que determina el resto de los campos posibles?
Esto no resuelve ningún mito, pero sí hace abrir preguntas. Para atajar la violencia sobre la mujer, en el derecho occidental existe una figura que se llama discriminación positiva. Es decir, en un mismo caso de violencia doméstica la ley fallaría a favor de la mujer antes que a favor del hombre. Pero, cuando la ley falla a favor de la mujer lo hace conforme a la disputa de los mismos derechos que el hombre. Es decir, cuando hay en juego una familia, la familia pertenece antes a la mujer que al hombre, cuando hay en juego una propiedad, exactamente lo mismo.
Una mujer que pretende ser liberada de una unión lo hace conforme a dichos supuestos, es decir, supuestos de propiedad. Sin embargo, actualmente algunos juristas comienzan a darse cuenta de que esta especie de discriminación no implica para la mujer ninguna liberación, más bien al contrario ella tiene que sostener su nueva vida y, a su vez, hacerse cargo de las zonas que podemos denominar comunes. La navaja cortante de la ley divide así dos déficit, ciudadanos de segundo orden, por un lado, y el cuestionamiento de un modo de amor, por otro. La ley castiga el amor que conduce al maltrato. El protocolo oficial indica que cuando hay maltrato no se puede hablar de ningún tipo de amor, ni siquiera de ese que conocemos todos: hay amores que matan…
De la ética al aún: Lacan no parece satisfecho con lo elaborado en el seminario de la ética y retoma el mismo problema en el seminario XX, el seminario del aún, quedan cosas por decir con respecto al placer y el bien, quedan cosas por decir en ese límite de la ética, y también en el otro, en lo bello. Las diferencias entre el goce masculino y el goce de los individuos que se inscriben del lado de lo femenino son planteadas por Lacan desde la teoría de los conjuntos, con dos campos delimitados que comparten una intersección.
Goce fálico/Goce del Otro
No parece que planteen una dialéctica de oposición, sino una dialéctica de desconocimiento, por tanto esencialmente inconsciente.
Una de las reflexiones que aparecen en el diálogo del cártel es sobre la distinción entre los modos de gozar del hombre y la mujer, modos de gozar que les hacen alejarse de cualquier condensación en el género. Esta condensación es más bien una condensación fisiológica, pero no por ello es capaz de contener los impulsos que funcionan de manera tácita en el seno del goce. Más bien al contrario, plantea la dificultad de asumir el goce de cada uno en el cuerpo del otro, produciendo efectos esotéricos en la ley, en el ámbito de lo que desea contener.
Un momento del trabajo del cártel muestra el problema de la pregunta por el goce, ¿por qué es tan difícil pensarlo?, aparece una ecuación difícil, la diferencia entre el goce fálico y el goce Otro se añade como un plus, un más allá que imposibilita algo paritario, en el momento que se habla de goce siempre se refiere a algo que hay más allá. Desde el instante en que aparece este debate se percibe la dificultad de generar una ecuación satisfactoria. Esto no se plantea en términos de identidad, sino en términos de diferencia, si eso no era, sería otra cosa. Imposibilidad de que la cifra sea capaz de mostrar el cálculo y proponer una conclusión cerrada. La experiencia nos muestra esta dialéctica particular entre el goce fálico y el goce Otro, la imposibilidad de ir más allá suscita que cuando concluye uno comienza el otro.
De ello tomé un apunte de Lacan, que se refiere al usufructo, y define éste como la distancia que hay entre lo útil y el goce.
Hemos de plantear las cosas en términos de diferencia, pero también en términos de establecimiento de un campo que permita cierta atracción que no sea de feria, sino del afuera.
El usufructo de una propiedad se establece a cambio de no abusar de ella demasiado, sin embargo, la estructura de la pulsión (acéfala), no entiende de aspectos jurídicos, ni se atiene a razones, su satisfacción es el recorrido mismo o el desvío de su meta, pero no se satisface con la prohibición, más bien al contrario busca otros caminos. Por tanto, una prohibición no bastaría para calmar algo que sólo es tomado por el lenguaje más tarde, él mismo se ve imposibilitado de pensar el origen de una maldad primigenia, si no es a costa de algo que está ausente, que no deja de no inscribirse.
La domesticación cultural del objeto de la pulsión mostraría continuamente una forma de abordarla más bien blanda. Constantemente se nos transmite a través de la publicidad cultural que los caminos del progreso son los únicos posibles, sin embargo las derivas de la maldad son latentes. Algunos voceros achacan esta violencia a la ausencia de educación, o la resistencia a absorber los nuevos esquemas que propone la cultura, no obstante esto no deja de presionar y muestra la ingenuidad de subsumir estas cuestiones en los amables aparatos de nuestra civilización, cuando su realidad muestra otros puntos de fuga.
La liberación de la mujer que ha conseguido nuestra civilización es más bien una liberalización mercantil de nuevos individuos para un mercado hambriento de nuevos seres en espera de ser explotados. La extracción de la mujer de la familia ha aportado nuevos elementos al mercado, muchas veces más baratos. El progreso de los derechos es mucho más lento que la retroacción de los mercados. A medida que la civilización aprueba nuevos derechos para la mujer, el mercado le recorta la subsistencia en la vía pública.
Por tanto, a nivel del Derecho, la mujer se representa como competidora de género, volviendo a recortar su lucha en el arrebato familiar y no en la lucha del mercado o del capital.
Es el mercado el que acepta a la mujer solamente en su inclusión obsesiva, con lo cual, esa especie de alianza entre el discurso de la ciencia y el discurso del amo, recorta de manera continua la forma de pensar la relación sexual de goce fálico Φ (en el que también se incluye la mujer) a su correlato de ausencia, el goce del Otro, en el que se ubican los sujetos que marcan desde lo femenino las carencias del universo de la razón. La cultura sigue reprimiendo el universo de lo femenino, tal vez porque desde esa posición se cuestiona su orden, y esto representa una debilidad, un empobrecimiento.
Los individuos que se incluyen en lo masculino solamente captarían la existencia de este campo reconociendo algo de la castración, algo del orden de la falta en ser, que no tiene que ver con la propiedad de algo. Sin embargo, la ley civil muestra acá su impotencia, jamás podrá percibir algo de esto sujetando la emancipación a la propiedad, no podrá entender las revueltas de la violencia sin este soporte en el que el universo de lo femenino aparece como suplementario (no como complementario o ingenuamente competidor) del universo masculino, no se satisface con la competencia sino que busca un acabamiento, pues en su conclusión lógica puede ser esquivado.
Me gustaría recoger, para finalizar este trabajo, algo de lo que fui testigo hace tiempo, algo que queda fuera del diálogo del cártel pero que ayuda al desarrollo de lo que me he propuesto. Juguemos un momento con este pequeño diálogo entre el goce fálico y el goce del Otro (S/A- que no es signo de amor). Inevitablemente no es la lengua materna la que nos lleva al mercado, sino algo extraño a ella.
En esta conversación informal (me disculpo por su inclusión) José Slimobich proponía: las mujeres no poseen ningún elemento fisiológico que las separe de la madre, por tanto, la lógica del goce supone que busquen un elemento separador de esta identidad loca, de esa alienación, en ese elemento encuentran algo que huye de un principio de identidad, es decir buscan algo que les haga no parecerse a sí mismas.
Para mí acá se ubica una lógica posible de la repetición de malos tratos (aunque no sólo), de la dificultad de abarcar esta compresión desde un ámbito que la protege de los modos siniestros del amor. Ahí, es necesaria una lectura política que posibilite una salida al horror sin negarlo.
PD. Es demasiado arriesgado aventurarse a armar una lógica de este tipo, una vez desarrollada o formulada comienzan a surgir elementos excepcionales que anularían esta lógica, sin embargo, si algo posibilita la irrupción de lo femenino en la cultura es el cuestionamiento de lo universal. Esto nos lleva a pensar una lógica del no-todo, aunque haya excepciones, estas no anulan su formulación, la mujer pueda estar a la vez del lado del hombre y del lado de la mujer.