El silencio y palabra como lenguaje del cuerpo y sus resonancaias

MoisesEl silencio es estruendo del lenguaje, en ausencia de la palabra. Esta ausencia habla en el silencio, establece parámetros, da lugar al gesto, presumede arrogancia, nos arroja la desazón y fortalece el mensaje. El poeta se inspira en silencio y el grito hace un agujero donde entra el exceso. Y mejor callar si no se puede mejorar el silencio. También el del animal es silencio, si por silencio se entiende el callar de la palabra y es en silencio que un estremecimiento recorre los cuerpos,

Y en todo esto el cuerpo transcurre en el silencio. El ruido, todo, es exterior y si suena en el interior del cuerpo, gutural, rítmico, corazón o tripa, jadeo o exhalación a un sonido claro, sin música ni significación. 

Y
 eso no priva al corporeizado de, atento a su cuerpo, al sonido como perfección de su respiración, del latido, o por lo contrario, el disturbio, el anuncio del desperfecto. De hecho, la medicina logro un salto de gigante al penetrar el sonido al interior del cuerpo.

E
n ocasiones el cuerpo es definido como envoltorio de una sustancia que lo anima, que puede tomar el nombre de “yo” y en otras ocasiones nombrase “alma”.

Esto es así, en un sentido o sentimiento común del cuerpo. Es vivido como unidad material, ya hemos dicho bolsa que encierra órganos, que posee mo vimientos
y necesidades que lo mantienen sobre esa superficie llamada vida.

La duración en el tiempo, fechada incierta pero con certeza de fin, logra de mostrar que el cuerpo humano no es diferente de cualquier especie que viva en el camino de su envejecimiento y corrupción.

Este es uno de lo modos de pensar el cuerpo, pertenece al campo de la evidencia y del sentido común. Pero no es de este modo como debemos acercarnos, desde nuestra disciplina, el psicoanálisis, al cuerpo del humano.

D
e allí que asumamos una reflexión, o mejor aun su pregunta y discusión, y las consecuencias de su respuesta:

A- O el lenguaje es una herramienta, colosal por cierto, exterior al cuerpo, de la sobrevivencia humana y de su reinado sobre otras fuerzas de la naturaleza
B- O se hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo , y no herramienta exterior al cuerpo
C O e encierra en esto un debate cierto, porque no dejando de lado la primera hipótesis de la razón del lenguaje como herramienta en el acontecer humano, la segunda hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo y no de herramienta exterior al cuerpo.

Por ejemplo: la razón y su discurrir encuentran en el cerebro, la base mate rial necesaria para el lenguaje, es condición material. Pero no suficiente para definir la incidencia del lenguaje en su encuentro con el cuerpo. Y más aún, radicalmente, desde el punto de vista de la mutación que lo humano propone a la naturaleza animal, no hay cuerpo sin lenguaje, no hay lenguaje sin cuerpo.

Finalmente, no podemos pensar el lenguaje sin el anudarse de la palabra y el silencio que lo hacen necesario. 

E
s evidente que el lenguaje hace la cultura, es decir, la realización de la sociedad en sus múltiples aspectos. Y desde el punto de vista del juego de la naturaleza, esa que funciona en silencio, no podemos negar la influencia quela geografía, el paisaje de un sitio, hacen al cuerpo humano y sus modos de reaccionar frente a lo que se le presenta dado.Este casi preámbulo es útil para peticionar el lugar del silencio en la estructura del lenguaje y en su relación con el cuerpo. Y lo que sucede en el lenguaje con el término función. Tomemos una pintura, que en silencio nos muestra de tal modo cuestiones que las épocas se delimitan y las políticas se muestran y donde alguien puede gritarle “habla” a una estatua pues es lo único que falta, romper el silencio, aunque esto introduce una duda, pues quien sabe si el tal David de Miguel Ángel al tomar la palabra no hubiese hecho alabanzas insensatas o jugar a las adivinanzas acerca de quien era su padre y que a la postre se muestra que es mejor callar si no puede mejorarse el silencio.

N
os muestra en silencio Velázquez la apertura a la época moderna, donde el hombre, por primera vez es captado, no es su ser, siempre peregrino en el lenguaje, sino en su función: Velázquez se pinta a si mismo en Las Meninas como pintor de la corte, Y desde entonces cuando preguntamos por el cómo es de cualquiera, nos dirán su función social, profesión o empleo, y luego algún dato sobre su carácter o modos. Hay un silencio sobre el ser, que no comparece al lenguaje más que ocasionalmente, interrumpiendo la cadena de representaciones del sujeto. Y se especifica en el psicoanálisis como el ser del inconsciente, siempre huyendo en las metonimias del lenguaje.

Resaltando el silencio, encontramos la política como lugar donde se nos muestra éste, en forma magistral. Pues siendo la política el arte de lo posible, debe callar lo imposible, Y a cambio, nos propone la imagen, consistencia de lo imaginario,

E
s entonces que una imagen muda “vale por mil palabras.”. Y deja caer sig nificados latentes que el observador completa o lee, con los criterios que le son propios. Así, un afiche de un candidato muestra su imagen con una sola frase:”con x ganamos”. Este significante “ganamos” apela, por la ley del significante a su contrario “perdemos” y a la imagen contraria, con lo que la imagen del afiche en cuestión nos dice “con x ganamos, con los otros perdemos”.

N
o hay imposible para la prédica política, pues no se trata del campo de ver dad, sino del campo de seducción, cumplida por una función del significante.

Así como podemos encontrar en la política el silencio, trabajando el sobreentendido, la apelación a las fuerzas oscuras de la enemistad, utilizando la sospecha como modo de la certeza de las miserias del contrincante, encontramos el silencio de otro modo y en otras prácticas.

E
l psicoanálisis muestra que la voz, que trae la palabra, se confunde con el ruido. Es que tanto la palabra como el ruido necesitan de la escucha. Nos problematiza el hecho de que hay voces que irritan y logran transformar nuestro ánimo. Es decir, que el oído nunca se cierra, pues no tiene la posibilidad de hacerlo. Pero también es verdad que no escuchamos todo lo que se nos presenta, y como señala la frase “hacemos oídos sordos” en aquello que no nos interesa.¿Como se resuelve esta cuestión de un oído que no deja de escuchar, incesante voz del mundo, con el silencio que podemos habitar, ya que la voz puede convertirse en lejanía y silencio? El discurso analítico nos muestra como es que la voz se convierte en muda, o al menos se aleja del puro ruido: es cuando introducimos el significante, es decir que al puro sonido de la voz se le introduce la ley del significante y se organiza, con respecto a lo que se escucha las dimensiones de la significación y de una dialéctica organizadora de ese campo de significaciones. Si esto no sucede, somos invadidos por una voz o sea por un ruido, que estremece todo nuestro cuerpo y que en ocasiones nos conduce a la ira. Por ello, no toda música es agradable, siendo aquella que nos permite vibrar, introduciendo la tristeza, la alegría, e incluso la angustia, para hacerla vivir más allá del sonido.

A medida que desenvolvemos la función del silencio , en las distintas practicas,nos encontraremos con asombro el lugar que ocupa el silencio , pues este queda relegado en un punto de atención, como un actor secundario, pero teniendo en cuenta que la obra no resaltaría de ningún modo sin ese actor.

S
obre el fondo del silencio la palabra nos anuncia su falta, tanto como el silencio puede asumir la forma de la falta de palabras. En la práctica analítica, el psicoanalista calla, aunque en ocasiones tenga algo que decir sobre lo que se le plantea, Y calla para dejar lugar al silencio, donde los dichos de su analizante valdrán sobre el fondo de su silencio. Es, por otra parte, lo que pide la histérica a Freud, cuando le pide que calle, pues ella, la histérica, que llama al psicoanálisis la cura por la palabra, no quiere que Freud rompa el silencio, sino que la escuche. Y el silencio es fundamental para que exista la escucha.Como sabemos, Moisés recibe las tablas de la ley en silencio, pues Dios escribe con letras de fuego sobre las piedras los mandamientos, siendo muy pocos los términos que le dirige, además de algunos rayos y truenos y aquel “Soy el que soy” con el que zanja la pregunta del “quien eres”que le dirige Moisés. Es en silencio que eso se escribe y luego circulara por los pueblos del universo.

P
ero de otra Operación hablamos: esta sucede en un oscuro presidio peruanos, entre un grupo numeroso de guerrilleros , que serán utilizados como ejemplo de una circulación en silencio, donde se compromete el lenguaje y el cuerpo, y de ningún modo un debate ideológico o un acuerdo con los métodos proclamados por este grupo ni oposición , como si ocupáramos la posición de un observador neutral, cerca de la pretensión de una ciencia, que no ocupándose d el sujeto, hacen suyos los postulados de objetividad, racionalidad, y generalización necesaria con que avalan sus investigaciones Sin embargo, es inútil y nada eficaz dejar de lado el termino Sujeto, pues en el se sustenta los criterios de la transitividad individual. Debemos explicar esto: el sujeto no solo no se refiere a yo alguno, por lo contrario es lo que de cada cual pertenece a un orden transindivual, haciendo depender a dicho yo, en gran parte, fuera de sus posibilidades de creación y sublimación, de la cultura de su tiempo y de la historia, de los linajes, que le precedieron.

Es difícil, aparentemente, de comprender el término sujeto, pero si tomamos por ejemplo, el cuerpo femenino de moda en siglos pasados y el actual modelo anoréxico, daremos cuenta de la transformación de los cuerpos según los criterios culturales de la época. Del mismo modo que las playas donde cuerpos se hacen del sol, era propio de las clases bajas, teniendo en cuenta que la blancura de la piel era un símbolo de distinción. Estas aparentes tonterías marcan las épocas y los estilos. Y un poco más aún, el sujeto pende de un discurso y sin la lógica de un discurso, el sujeto no se produce, ya que el discurso da cuenta del lugar desde donde se habla, aunque aquel
que habla no lo sabe con exactitud. El sujeto lleva al yo a actuar según la época, en silencio.

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ugar, letra, posición, el sujeto no es uno, es el gira en los vínculos sociales y en el campo de los discursos

R
etornando a la función del silencio en la cárcel, estos presos aislados, de a dos o tres por celdas, mudados y mezclados nuevamente, para que no puedan existir conspiraciones, buscan un modo de conectarse. Y lo intentan a través de dos caminos.
Por un lado, la distribución de lugares: en cada celda el uno debe encargarse de tal asunto, el 2 de otro, y el tercero, si lo hay de otro. Así, al llegar alguien nuevo, desde otro sitio de la misma prisión, ocupa tal numero, sabe su sitio, conoce su función, y es la de ser un numero. Es buena opinión la que percibe que este sistema funcional es el de la fábrica, donde cada operario conoce su función y su número. Aunque la objeción posible es que ninguna dirección organiza este modo de circulación, es obra de una comunicación intracarcelaria, que se logra discutiendo un libro. Esto muestra en forma muy clara y extraordinaria un lugar del sujeto, como algo que va más allá del individuo.

Este libro que se discute es el único que se le permite a estos presos leer: la Biblia. Y como todas las ventanas del penal desembocan sobre un patio central, donde los prisioneros hacen su ronda, leen la biblia en voz alta, y comentan, informan. ¿Cómo lo hacen? Con un doblaje de la narración. Dan a leer la actualidad de su situación y los modos de sobrellevarla: ellos son los esclavos del faraón, unos llevan el barro, otros la paja, el tercero los mezcla, y si para estos esclavos la construcción es la pirámide, para estos presos es soportar la inermidad que proviene de la individualidad. Así, distribuirán sus lugares, harán soportar en ellos su función, y se informaran
de cómo están las cosas en el dominio del faraón, al cual combaten con la fuerza de un libro.

Y
 lo que éste da de si, cuando un libro se lee del modo conveniente, no para pegarse a lo que dice, sino para que vibre en lo no dicho.

I
gual que un cuerpo
Autor | José León Slimobich