Diálogo sobre el amor y la psicosis

Borromeo_nudoA mediados del año 2003 el psicoanalista Manuel Duro Lombardo,
miembro del Centro de Estudios Freudianos de Granada
y médico intensivista del Hospital Virgen de las Nieves de la misma ciudad,
visitó Buenos Aires y dio una serie de conferencias
en distintas instituciones públicas y privadas
del ámbito específico de la salud y la cultura.
Una de estas charlas, en compañía del psicoanalista José L. Slimobich,
es la que aquí presentamos fragmentariamente.
Fue en el marco de Analytica Buenos Aires
y versó esencialmente sobre el problema de la transferencia
en relación al significante y a la letra,
especialmente en el caso de las psicosis.

Manuel Duro Lombardo:
El acicate que me mueve en mi estudio es la clínica de la psicosis, pero esta noche lo quiero emplazar en relación a puntos muy sencillos del procedimiento freudiano y de una aportación puntual de Lacan en el Seminario 8. Allí plantea que la transferencia no es la repetición. Si bien le debe mucho a ésta, pues por el solo hecho de la instauración del procedimiento freudiano, es decir por la regla de la asociación libre, va a haber un automatismo de la cura, que sería la virtud propia del significante. Hay algo más que automatismo en la transferencia, porque está el amor. En resumen, hay algo más que se anuda a la transferencia que es el amor, el amor de transferencia. O sea: no es sólo la repetición, porque está el amor. Y éste es el punto que creo que a los analistas, históricamente, no nos ha gustado mucho.

E
l punto es: mientras no haya prejuicio por parte del analista, la asociación libre prosigue fácilmente y entonces la cura se puede desarrollar, pero cuando esto no es así, ¿cómo lo llama Freud a eso?: lo llama resistencia. Es curioso porque se puede decir primero que la transferencia es repetición, y luego que la transferencia es resistencia.

J
osé L. Slimobich ha trabajado en Granada la cuestión del nudo como anudamiento y desanudamiento, en relación al leer. La operación de lectura estaría más del lado del desanudamiento que del anudamiento. Con estas reflexiones pensé, se me ocurrió, que lo que se jugaba a nivel de la transferencia como repetición era el lugar donde se anudaba el amor de transferencia.

L
a cuestión entonces, en relación al objeto de amor, es si es posible una vez vestido por el fantasma, por los fantasmas, separarlo de lo que sería el ser del otro. Ahí la primera página de Fedro es muy impactante, porque se refiere a cuando se pierde un ser querido. No solamente cuando se pierde realmente, sino cuando se ha ido perdiendo y entonces uno se da cuenta de que hubo algo que faltó en lo que se le dio. Y que eso hizo que a esos seres queridos uno los dejase escapar irremediablemente.

F
uerzo un poco el texto, porque dice incluso que hay que hablar de objeto, que es preferible hablar de objeto de amor, que por lo menos tiene un peso, tiene un color, tiene una figura, que hablar de semejantes.1 Que la cuestión del respeto y de la dignidad es como ser indiferentes. El que a uno le digan, por ejemplo, “Bueno, pero yo que soy libre”, la libertad como límite, respetar esa libertad, es la de mi indiferencia para aquél que respeto. Esto conduce a la diferencia que hay entre el objeto de nuestro amor, en tanto queda cubierto por nuestro fantasma y el ser del otro, en la medida en que el amor se pregunta si puede alcanzarlo. Queda articulado muy claramente cómo el amor aquí no solamente apunta al ser, sino que además se pregunta si puede alcanzarlo. No es sólo el objeto lo que se pone en juego en el amor, sino la pregunta por la posibilidad de alcanzar el ser del otro.

E
sto entra en cuestión cuando se plantea la emergencia de los fenómenos de transferencia, de amor o de odio. También el odio apunta al ser.

José L. Slimobich: Antígona es el primer ejemplo clásico de lo que recorre toda la obra filosófica y toda la obra contemporánea, y llega hasta la contemporaneidad. Es el tironeo que tenemos entre la ley del Estado y la ley privada. Ella dice en definitiva ¿Qué hago? ¿Dejo que a mi hermano se lo coman los cuervos, o voy contra las leyes del Estado? ¿Con quién cumplo? ¿Con las leyes de los hombres o con las leyes de los Dioses? Y si voy contra las leyes de los hombres, ¿por qué? Freud en ese sentido es muy claro, tiene que vérselas con algo que juzga fundamental y originario, que es la pulsión de destrucción, y frente a ella, cómo arreglárselas, porque el Estado regula esas funciones, pero a la vez las alienta, porque alienta la destrucción.

A
ntígona es el paradigma del qué hacer con eso, qué hace el sujeto dividido entre la dimensión pública y la dimensión privada. Cómo hace con estos dos textos que permanentemente están ante nosotros. Estos dos textos que podemos poner en lo que planteó Manuel Duro Lombardo alrededor de lo que pertenece a la repetición y lo que pertenece al amor.

L
a letra localiza al significante que corresponde al lugar del sujeto. Es decir que ese significante queda identificado, ya no por el significante sino por la letra. ¿Y cómo se refleja esto en la práctica analítica? En la escritura en la palabra: la palabra porta una escritura. Por eso no recordamos todo lo que hablamos con el otro. Recordamos lo que está escrito. Recordamos aquello que hemos escuchado y visto. Este juego de las pulsiones cruzadas entre lo auditivo y lo que vemos es lo que formaliza entonces una memoria, podemos decir, de la palabra, que no debe cerrarse solamente en lo auditivo, y por ello hace falta acudir a eso que llamamos la escritura.

E
l objeto en los últimos seminarios de Lacan, es la letra, porque no hay dimensión de cosa alguna que no pase para Lacan por la dimensión del lenguaje y por lo tanto por la escritura.

Manuel Duro Lombardo: Plantearía una cita de Lacan del texto Intervención sobre la transferencia. …se es un texto antiguo, y allí plantea que lo específico de la transferencia no lo va a dar la repetición sino el modo como el sujeto constituye su objeto. Y lo dice bajo el modo de señalar que se ha producido un estancamiento.2 Podemos allí recordar la resistencia. La resistencia de transferencia en relación a la presencia del analista, o sencillamente el estancamiento de la dialéctica analítica.

E
ntonces creo que este modo de plantear la especificidad de la transferencia, está más que en la relación del sujeto a la repetición entendiendo la repetición como la articulación significante inconsciente- en relación al objeto. Si se me permite, podríamos pensar ahí que estaría en relación a la emergencia de los procesos de transferencia con respecto a la lectura, a diferencia de la interpretación. Comúnmente, clásicamente, se ha considerado que hay que interpretar la transferencia. O se interpreta la transferencia o se interpreta en la transferencia. Y yendo más lejos aún, percibimos que la interpretación en la transferencia sirve para poco, sirve casi de nada, porque el amor de transferencia es ya en sí mismo una interpretación.

A
hora bien, Lacan en las conferencias que dio en el año ’75 en EEUU dice sencillamente que en la psicosis hubo una falla en la realización del amor. Podemos preguntarnos entonces si no es en la psicosis donde mejor se percibe la conveniencia del abandono de la interpretación, y la pertinencia de la lectura.

José L. Slimobich:
Así como planteaba antes la definición de sujeto más clásica de Lacan, hay otra sobre el goce; podríamos decir que el goce es lo completo de la pulsión de destrucción. El goce es preservado: sin goce no se puede vivir; con exceso de goce las cosas no andan de ningún modo. Entonces tiene que haber algo del ceder, perder un poco de goce. Entonces Lacan lo escribe de este modo: el goce condesciende al deseo por el amor.3

E
l amor introduce en el goce la dimensión del vacío. Vacía un poco ese goce autónomo, ese goce autista, ese goce que no necesita del otro, y aparece, podemos decir, bajo el modo de hacer un agujero en ese goce.

¿De dónde viene el amor? Lo que Freud nos va a decir es que el amor viene de la necesidad de desorden, de violencia y de indignidad que es su raíz. Quiere decir que es frente a alguien, a algún otro determinado, donde esto se pone de relieve. Es porque esto se nos presenta frente al otro del amor, que éste nos redime, o al menos nos alivia.Cuando alguien dice yo nunca he amado, nunca he amado a nadie, nunca tuve el sentimiento de amor, lo primero que hay que preguntarle a esa persona es si alguna vez ha sentido molestias, porque se tiene la seguridad de conocer el sentimiento de amor si ha sentido la molestia. Decir que el amor es ante todo la molestia que conmueve al sujeto y le revela su inseguridad, su desorden, su violencia y su indignidad. No está a la altura del objeto amado, no sabe qué hacer con ello. ¿Y cómo lo hace esto? Sabemos cómo lo hace la gente: en el lugar del vacío pone la indignidad del otro, la violencia del otro, el otro que no cumple, que no lo hace.

A
sociado al amor, lo que surge es la belleza. Pero ¿qué es la belleza? La belleza es dolor. El sujeto revela, en la cifra de la belleza, el dolor. Si alguien ve una obra de arte que verdaderamente lo conmueve, lo emociona, dice: ‘Me arrancó lágrimas’, se dice sin pudor. ¿Por qué arranca lágrimas? ¿Por qué en el éxtasis amoroso puede haber lágrimas? ¿Por qué en el sentimiento y en la emoción puede haber lágrimas? Porque es el momento de la belleza. Y como el hombre es un extraño en la morada del ser, no hay nada en él preparado para soportar eso. Y en ese sentido nuestros analistas tendrían que darse cuenta de que cuando se sienten irritados, traten de no meter demasiadas cosas inmediatamente en ese vacío, traten de soportar y de sostener ese instante donde uno camina, podríamos decir, entre nubes, como decían los poetas románticos, antiguos.

E
n el análisis lo que sucede es que el sujeto adviene a la posición de deseante. Es decir que lo importante es que el amor de transferencia funciona como el sitio vacío que permite que algo del deseo se efectúe. Y donde ese deseo que se efectúa en el análisis, es el reconocimiento de que aquel que habla es un ser deseante. Se lo reconoce en tanto deseante.

¿Deseante de qué? Deseante de deseo, porque el deseo es ante todo deseo de deseo. Deseo, como dice Lacan, quiero la falta.

L
a marca del deseo es el peligro. No hay deseo sin marca de peligro. Eso no quiere decir que el analista, el psicólogo desprevenido, diga ‘Hágalo’. Eso no quiere decir impulsar nada. Es que esa marca del peligro es marca del deseo. Es muy importante darse cuenta de por qué no nos pasamos amando, y por qué no nos pasamos deseando.

A
llí donde el vacío aparece, una escritura adviene, tal como el artista hace surgir algo del vacío. El analista no es un artista porque el creador es el analizante con su palabra, él crea con su palabra una escritura que se anuda en el acto del leer del analista. Por eso la necesidad del lector. Esto crea muchas sorpresas, y nos revela la otra dimensión de la transformación que Lacan hace sobre el concepto de interpretación. No sé si ustedes recuerdan: la interpretación es poética; se acerca a esto que dijimos del poema: la interpretación es exacta. Y lo único que puede darnos exactitud es la escritura. Porque la palabra sufre las consecuencias de la erosión apenas escuchada.

¿Qué tiene que ver con las psicosis? Finalmente termino en esto. El lugar del vacío, el psicótico lo recubre con la certeza. Simplemente, el significante que él llama no es un significante del vacío. Es un significante que recubre absolutamente toda la frase. No da lugar a ese espacio. De ahí que el trabajo del analista con la lectura permita la deslocalización, que aparezca un lugar no calculado. Es un trabajo lento y tedioso.
Autores | Manuel Duro Lombardo, José L. Slimobich
Notas:
1.- Lacan, J. El Seminario, Libro 8: La transferencia, (inédito), clase 3 del 30 de noviembre de 1960.
2.- Lacan, J., en Escritos 1, Intervención sobre la transferencia (Ed. Siglo XXI), pág. 214.
3.- Lacan, J., Seminario 10, La angustia (inédito), clase 14 del 13 de marzo de 1963.

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