Sobre el diálogo

Sobre el diálogo
Un artículo de Pedro Muerza

¿Qué quiere decir dialogar? ¿Hay posibilidad de diálogo? En la actualidad, cuantos más medios tecnológicos tenemos para comunicarnos, más se habla de aislamiento social.

Habla, te escucho. La particularidad de esta forma de comunicación es que dialogar implica un interlocutor, que lo es, no porque responde sino porque promueve el interés de seguir hablando con él. A veces, pensamos  en la respuesta que le vamos  a dar en lugar de escucharle. En otras ocasiones, lo más difícil es callar, no ser empujado a decir lo primero que se nos ocurra.

En cualquier tipo de diálogo, lo que  importa que el interlocutor siga hablando. Darle una acogida y escuchar para que siga hablando: sí,…ya…, mmm…; con eso, tiramos de la cuerda del lenguaje, vamos abriendo el tema a tratar. Esa actitud nos permite interrogar, decir “no sé”, pedir una aclaración y así puedan ir apareciendo  otros dichos o decires que no estaban antes. Sí, hay una diferencia entre el pensar algo y decirlo. Al decirlo, puede aparecer otra cosa.

El diálogo  se constituye al hablar con otro que es diferente a nosotros. Esta diferencia permite la distancia necesaria para ver la particularidad del otro que es un semejante pero radicalmente otro, por eso es imposible ponerse en el lugar del otro.

El elemento material del dialogo es el lenguaje que se compone de palabras y silencio.

Las palabras nos sirven para aclarar, tranquilizar, desdramatizar, para decir la verdad y también para mentir. Nos proporcionan gozo, placer, humor, risa.  También se pueden convertir en arma de dominio, de desprecio y quizá el mayor desprecio es el  desprecio por la palabra del otro.

Además, está la estrategia sobre el silencio. Así vemos el silencio destructivo de la negación que intenta reducir a nada acontecimientos importantes, hechos y  dichos que, por silenciarlos, se quiere hacer pasar como si no hubieran sucedido.

¿Desde dónde se hace la escucha? Es diferente si escucho a alguien para cambiarlo, para convencerle, para dirigirle, para enseñarle, para adoctrinarle, etc.  La posición de escucha en un dialogo designa una posición contraria al dominio, a la imposición.

Hay distintas situaciones en las que, aunque se habla, no se dialoga.

No se dialoga cuando se dice siempre lo mismo. Entonces las palabras se desgastan, no llevan a la acción, son como las gallinas que cacarean pero no ponen huevos. Es el consabido bla,bla,bla. Se habla sin decir nada, se mete ruido.

Tanto a nivel individual como colectivo, hay situaciones donde se da una yuxtaposición de monólogos o diálogo de sordos. Ocurre cuando desaparece el valor simbólico de las palabras, su función mediadora. Por ejemplo, decir padre, madre, compañeros, es nombrar las diferentes funciones que cada una de esas palabras transmite. Si se les quita ese valor simbólico quedan como palabras sin contenido diferencial. Todo queda en el registro imaginario. Por ejemplo, las peleas inacabables: “tú eres un listillo”, “anda que tu”. Pelea de las imágenes con su saldo de hostilidad, de agresividad.

No hay diálogo si nos quedamos en la queja, en la atribución de la culpabilidad al otro o en el mero reproche. Tampoco  hay diálogo  cuando al otro se le interpreta en el sentido de  “lo que te pasa es que eres…” En ese caso estamos diciéndole: yo tengo un saber independiente de lo que tú dices y  trato de que lo aceptes, es más,  trato de imponértelo. Por eso, la respuesta a esta  interpretación de saber es siempre de enfado y  de enojo.

No hay diálogo igualmente cuando se intenta que nada del otro quede desconocido. ¿Cómo? Con el insulto. Lo sé todo de ti, eres solo eso.  Un intento de reducir al otro y petrificarlo bajo la injuria, que todo su ser sea ése y solo ése.

No siempre es posible dialogar. Bien sea que uno no quiere  dialogar con cualquiera, o bien que el otro  tiene también sus límites (indiferencia, hostilidad, odio). Estos límites hacen que las buenas intenciones y la buena voluntad no sirvan.

Tampoco se puede hablar de que haya un modelo de diálogo, un modelo ejemplar que se pudiese aplicar y que llevaría a “saber” dialogar en todo momento. En cada situación, en cada conflicto, bien sea familiar, de pareja, de trabajo, hay que ver qué obstáculos concretos y qué dificultades surgen haciendo posible o no el diálogo.

El diálogo analítico toma en cuenta que hablar es también decir más de lo que se sabe, que cuando uno dice  no sabe lo que dice o puede estar en juego otra cosa que lo que se dice. Por eso, la apuesta del psicoanálisis es que, usando las palabras de uso común, se construya un diálogo donde vaya apareciendo la implicación que uno tiene en su propio malestar y que desconocía absolutamente.

¿Qué conclusiones pueden servirnos a todos?  Cuando alguien habla, hay en su palabra la posibilidad de creación para resolver una situación planteada. Para que eso suceda, es necesaria una actitud  que conlleva la anulación de un saber de antemano.

Así, podemos ver el poder de transformación que la palabra tiene, la palabra que hace, la palabra que actúa. Por ejemplo, decir No al individualismo que nos lleva a encerrarnos cada uno en nuestro pequeño mundo o No a la corrupción que nos propone el sistema o No a la sensación de que el semejante es un enemigo ante el que solo cabría cultivar la hostilidad.

Pedro Muerza

 Psicoanalista de la Escuela Abierta de Psicoanálisis

 

El sistema y los discursos

MoebiusEncuentro del 2 de noviembre de 2013 del seminario «Pensar lo colectivo: discurso y lazo social» organizado por la Escuela Abierta de Psicoanálisis

–  Argumentos de un discurso 
¿cómo se pasa de la dialéctica (amo- esclavo) a los discursos como girando?

– apuntes topológicos
 
Los cuatro discursos.  Agentes del discurso
 
¿qué es el doble agente?

Discurso del amo/Pseudo discurso del capitalismo
 


Los detractores del psicoanálisis aducen que éste es una disciplina que se ciñe a la soledad del diván, una conversación de a dos que muchas veces no se puede transmitir con los presupuestos lógico-científicos, un espacio para hablar de cosas íntimas, que surge en el seno de una sociedad burguesa muy diferente a la actual, con urbes pobladas de gente cuya prisa no les permite detenerse en tiempos muy latos, que no es una disciplina científica comprobable. ¿Pero quién dice que la observación científica no introduce variaciones en lo que se observa? ¿Y quién sostiene ahora que la hermética del laboratorio no cambia cuando se abre al mundo? (actualmente ya se reconocen niveles de investigación en los que se reduce considerablemente la incidencia del observador, intentando mitigar la intrusión bastarda en el medio investigado para evitar fracasos posteriores)

Todos los argumentos son válidos, si se toman aisladamente sin apelar a los mecanismos que pone en circulación el dispositivo analítico, la significación no entrega sus conclusiones con el forzamiento de los razonamientos, es decir hay que dar tiempo al tiempo, o ¿acaso el resto de las disciplinas no necesitan un tiempo de despliegue?

La Historia es el desarrollo del concepto, según despliega Hegel en la Fenomenología del Espíritu, si lo tomamos como cierto, ¿no es demasiado pretencioso que el concepto no se equivoque? ¿no es demasiado pretencioso pensar en su infalibilidad? Las perspectivas actuales y la incidencia del mercado nos permiten vislumbrar que el hombre se subsume en una dinámica maquinal, puede que la victoria del concepto puro y la astucia de la razón sobre la imbecilidad se hayan alejado de nuestro horizonte,  y es difícil verlo (al concepto) arando el surco del campo ideal. Y por otra parte, ¿no es cierto que la historia es la evolución del tiempo?, la astucia de la razón, así lo llama Hegel, se impone a lo animal en la evolución del Espíritu, el Estado asumirá todas las tensiones del Espíritu.

Lacan con una ruptura significante llama a los estudiantes del 68 francés “astutados”, su saber va a ser utilizado por la astucia del amo, “ustedes quieren un amo nuevo, lo tendrán”. Entre estos dos discursos, el del Amo (Maître) y el del Esclavo (Universitario), se da un tipo de relación de invasión y sustitución, cuyo articulador es la muerte por puro prestigio (léase la dialéctica del amo/esclavo que desarrolla Hegel).
La idea del psicoanálisis como discurso que lanza Lacan, hace que tengamos que apelar a elementos que nos permitan entender su dinámica: desde la topología, la banda de Möebius, introduce un modo interior/exterior de recorrido de elementos, una variación que nos permite ver que lo que está adentro en otro momento está afuera, así se puede decir que cada elemento del discurso puede estar en lo íntimo y en lo ajeno, dependiendo del momento a eso lo nombró Lacan como éxtimo, lo que está fuera y también dentro:  MoebiusAutor: Emilio Gómez

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El discurso en Lacan y el sueño de Freud

Seminario 17

Detalle de la portada del libro del seminario 17 «El reverso del Psicoanálisis» publicado por Paidós

Encuentro del 2 noviembre de 2013 del seminario “Pensar lo colectivo: discurso y lazo social”  organizado por la Escuela Abierta de Psicoanálisis

Los cuatro discursos

El sueño de Freud

El discurso capitalista
   

Quiero comenzar por hacer un ligero repaso de algunas de las cuestiones que hemos venido tratando en estos últimas encuentros sobre el discurso en Lacan, más concretamente sobre la formalización de los cuatro discursos que se desarrolla en el seminario 17 “El reverso del psicoanálisis” que dicho sea de paso, también se pudo haber titulado “El reverso del discurso del amo”.

Hemos venido hablando de algo que sin duda está referido a la función de lo escrito, en cuanto que se trata de letras y la letra es algo que se lee, dicho así se desprende que una cosa es la letra y otra leer, son cosas distintas y de lo segundo es de lo que se trata en psicoanálisis. Lacan en un momento posterior a este seminario de 1969, exactamente en 1973, dice lo siguiente: “Es bien evidente que en el discurso psicoanalítico no se trata sino de lo que se lee, más allá de lo que se ha incitado al sujeto a decir, que no es tanto, como dije la última vez, decirlo todo, sino decir cualquier cosa, sin vacilar ante las necedades que se puedan decir”[1] Subrayo el término “incitado” en cuanto esa es la invitación, como ya es sabido, a comenzar un análisis, incitación a que el analizante hable, que diga lo que quiera, no importa, es la asociación libre. Entonces y en este sentido, he utilizado el término repasar y podía haber dicho releer, en cuanto de una escritura se trata, en contraposición aquello de que las palabras se las lleva el viento.

Por un lado tenemos cuatro letras:

S1: significante amo

S2: significante del saber

S/ (barrada): Sujeto dividido

a: plus de goce/causa de deseo

Es en la articulación de S1 y S2 como podemos definir al significante diciendo que es lo que representa a un sujeto para otro significante. En ese intervalo en la cadena significante entre S1 y S2 es donde aparece el sujeto del lenguaje, el sujeto social.

“De este trayecto surge algo que se define como una pérdida. Esto es lo que designa la letra que se lee como el objeto a[2]

Los que participaron en el seminario de “Los cuatro conceptos del psicoanálisis” del año pasado, es posible que recuerden que hablamos sobre la constitución del sujeto del lenguaje en el punto que señalábamos que no se trata de la adquisición de sustancia alguna que toma al ser viviente, se trata por el contrario de un menos, de su falta estructural, de su falta en ser. Se trataba de la alienación a los significantes del Otro, ser para el Otro, y su correlato necesario de separación del objeto. Aparición del sujeto del inconsciente en la búsqueda en el Otro de la restitución de la falta, del objeto perdido, en el punto que podemos decir, el sujeto asoma para, paso siguiente, caer, desvanecerse, en un efecto de lo que llamamos afanisis, fading del sujeto, en el significante que viene a señalar la falta en el Otro, que el Otro también es incompleto, está en falta, es decir, puede faltar, desaparecer, desvanecerse, ni más ni menos que el Otro también está castrado. Dicho de otra manera, una pérdida de goce por acceso al lenguaje, al mundo simbólico,  por intervención de la prohibición y a la vez recuperación de goce en la repetición de la misma demanda, aunque de forma diferente, escenarios diferentes, lo que nombramos como objeto a, plus de goce, goce recuperado, y objeto causa de deseo en cuanto está referido a la falta. Recojo una cita de Freud del “Malestar en la cultura”: (…) comienza por oponérsele al yo un objeto, en forma de algo que se encuentra afuera y para cuya aparición es menester una acción particular (…) Surge así la tendencia a disociar del yo cuanto pueda convertirse en fuente de displacer, a excluirlo de sí, a formar un yo puramente hedónico, un yo paciente, enfrentado con un no-yo ajeno y amenazante”[3] Momento de inmersión del ser hablante en lo colectivo, en la cultura, articulación en bisagra entre individuo y sociedad.

Decimos cuatro letras y cuatro lugares:


Cuatro lugares donde vienen a ubicarse las letras que a partir del discurso del amo y haciendo girar un cuarto de vuelta van formando los cuatro discursos:

Autor: Emilio Puchol

[1] Lacan “Aun” 1992 p. 38
[2] Lacan “El reverso del Psicoanálisis” 2004 p.13
[3] Freud O.C. 1974 p. 3019

Carta a Cuba: sobre el golpe policial

Habana2Este texto fue leído en la última  Asamblea del año del Espacio Carta Abierta, grupo de intelectuales militantes políticos de Argentina. Fue escrita hace diez días en ocasión del retiro de la policía de sus funciones en provincias argentinas y lo que desató.  
Buenos Aires, fines de diciembre de 2013

Queridos hermanos:

Los imagino caminando por el malecón, en la noche de la Habana, bajo vuestro cielo cubano; o a ti Tato,  allá en tu Santiago de Cuba.
Recuerdo una tarde en la Habana, creo que era en la 23 o en alguna otra, quizás la 7, allá en el puente que da sobre el rio contaminado donde una vez pasearon barcas y peces. Allí un policía, muy jovencito de Santiguo, un moreno, le pidió papeles a un hombre que le decía con gestos destemplados y sin los papeles: «soy cubano «;  el Joven policía, sorprendido, contesto: “Pero, yo también soy cubano…»
Amalaya las malas noticias. Aquí también tendríamos que haber salido a decirles nosotros a la policía, que se retiró de las calles desnudando lo que la cultura del capitalismo, del consumo y el olvido de la projimidad, la vecindad y la solidaridad ha hecho de nosotros,  “pero… yo también soy argentino.”

Se retiraron haciéndolo aparecer como una huelga, como un acuartelamiento. Fue en  la provincia de Córdoba donde empezó. Allí comenzó el baile: los comercios asaltados, los tiros, los vidrios rotos… Porque siempre hay vidrios rotos, ruido de vidrios pisados en la huida.

Una mirada política nos muestra el hueso de lo sucedido. Pienso, quiero pensar, que nos faltó tiempo y quizás decisión política para desmantelar a la policía que hemos heredado de la dictadura pero que desde siempre sirvió a los intereses de los poderosos: desde la  represión en la semana trágica hasta ahora mismo que se comienzan a desanudar los lazos de los jefes policiales con el narcotráfico, la trata de personas y cuanto negocio sucio ande por ahí rondando. Este es un golpe antidemocrático. No es una rebelión., ni una huelga, ni puede justificarse en un pedido de aumento de salarios, quizá justificado, pues todos los trabajadores tienen derecho a pedir mejoras, como no, y más aún, a exigirlas, Pero no tienen derecho, nadie lo tiene, a retirar el cuidado de la ciudadanía, que es lo que se acepta cuando se integra una fuerza de seguridad. No es sólo un trabajador, es una chapa con una insignia que dice que puedo dirigirme a esa persona para pedirle protección… Aunque aquí suceda que en los barrios los jóvenes cruzan a la vereda de enfrente cuando ven un policía.

No quiero generalizar sino comprender una estructura que ha creado el imperio. Esta estructura es la del apoderarme de todo lo que pueda, apenas tenga la ocasión,  y debo armarme para defender mi propiedad. En una palabra: la propiedad está sobre la vida humana. Trece muertos,  mis hermanos, hasta ahora. Trece muertos sin nombre, anónimos, doblemente muertos pues nadie ya los recuerda, son una cifra que llega hasta el hueso del olvido.

En estos días de saqueo vimos algo muy extraño: no eran los más pobres los que saqueaban. Eran bandas que se comunicaban por las redes sociales, se auto convocaban y saqueaban. Anulaban la vieja idea de que eran los hambrientos, los olvidados,  los que transgredían ese límite para calmar necesidades, simplemente porque hoy no se pueden alegar necesidades, en todo caso sí carencias que deben ser curadas, corregidas. Pero fueron vecinos y el fantasma del racismo que emergió por todos lados: el culpable siempre era el morochaje o, por decirlo claramente, los negros de mierda y los comerciantes chinos — que ocupan ahora el lugar del antiguo judío usurero-.

Entonces,  vimos una sociedad desprotegida donde el imperio y su cultura han triunfado. Primero, porque esto ha sucedido justo en el aniversario de los 30 años del retorno de la democracia, y habrá que ser muy inocente para creer que esto es casualidad. Y segundo,  por haber instalado, al menos por ahora, en la sociedad la idea de que debo defenderme solo con mi arma, cual antigua frontera norteamericana. Pues la justicia está llegando siempre tarde. No es la mayoria, pero esto marca a toda la sociedad, crea la conciencia de una culpabilidad del otro, sitúa al prójimo bajo la forma de algo siniestro del cual se puede esperar siempre lo peor.

Sabemos cómo se entra en esto, lo que no sCordoba_saqueoabemos es cómo se sale, cómo se cambia, se corrige esto. Algunos piensan que si la policía u otras fuerzas de seguridad como la gendarmería  se plantan extorsivamente, podemos conseguir la seguridad si sacamos el ejército a la calle.  Pero esto es lo que el imperio quiere: Que todas las fuerzas de seguridad y el ejército de cada país sean los ocupantes interiores de ese país, y que de ese modo creen el clima de guerra que desactive los procesos de transformación que hoy recorren Latinoamérica.   Todo pensamiento oscila entre el azar y el cálculo. No hay azar en los diciembres, ni en el efecto de muerte, ni en la preparación de este golpe antidemocrático en el que toda la sociedad queda de rehén y amenazada. Y el azar -resulta imposible pensar que todo fue calculado- que esta potencialmente presente en esta batalla cultural, que por ahora hemos perdido, en donde los más quedan sujetos a la arbitrariedad de los pocos.   Que simple que ha hablado, compadre. Y no faltaran los que digan que debemos ser cautos y avanzar despacito, callándonos y siendo reales, nada de poesía en la política, nada que ría y cante.    Pero yo recuerdo otra cosa: que debemos tener la decisión política, no el coraje, sino la decisión política de transformar esto. Que los que han perpetrado este golpe deben ser severamente sancionados y apartados del manejo de las fuerzas de seguridad y que estas no pueden regirse sólo por código comunes, pues representan al Estado tanto como a sus gobernantes; son gobernadores de la justicia, representantes de la nación.

Necesitamos de decisión política, mis hermanos… Y la inspiración para esta decisión nos viene de Néstor Kirchner que en su discurso de campo de mayo, delante de miles de oficiales y soldados,  dijo «no les tengo miedo» y así, de un manotazo, como quien aparta una mosca, nos mostró el camino para acabar con los diciembres de la muerte.

Me despido de ustedes, mis hermanos, un gran abrazo

*José L. Slimobich es psicoanalista miembro de la EAP, militante social, miembro de Carta Abierta (colectivo de Buenos Aires) y coordinador internacional de la revista LETRAHORA
Autor | José León Slimobich*

Nota de LETRAHORA sobre lo ocurrido en Córdoba (Argentina) los días 3 y 4 de diciembre durante el acuartelamineto policial y los saqueos que le siguieron: para más información piche aquí >>>

José Luis Juresa ganador del premio Lucian Freud 2013

lucien-freudJosé Luis Juresa, psicoanalista de la Escuela Abierta de Psicoanálisis, ha sido el ganador del Premio Lucian Freud 2013 con la obra «¿Un Pase? Clarice Lispector y la Historia de una Transformación», una lectura de La Pasión según G.H. «. Ya anteriormente en el 2008, finalista y mención especial del jurado junto a Pedro Muerza con el trabajo «Psicoanálisis: los nuevos signos» que luego se convirtió en libro de la colección LetraHora. En la 5ª edición del Premio Lucien Freud quedó en segundo lugar con el trabajo: «Más Allá del Individuo. Lacan y el misterio de la Palabra». Recordar que en el año 2009 otro psicoanalista de la EAP, Pablo Garrofe, fue premiado también en la edición del Lucian Freud, por el trabajo «Letra, música y voz».

El premio Lucien Freud es promovido por la Fundación Proyecto al Sur, y en él participan autores de diferentes ámbitos y prácticas de la cultura en el espacio de cruce entre psicoanálisis y cultura. El jurado de esta edición estuvo compuesto por:  Jorge Alemán, Osvaldo Delgado, Mauro Libertella y como representantes académicos: Alicia Borinsky (Boston University), Manuel Cruz (Universidad de Barcelona), Norma de Lucca (Universidad Nacional de La Plata), Julio Ortega (Brown University), Randolph Pope (Universidad de Virginia), Cristina Bulacio ( Universidad de Tucuman) Juan Ritvo (Universidad Nacional de Rosario), Adriana Rubistein (Universidad Nacional de Buenos Aires) y Susana Romero Sued (Universidad de Cordoba). 

El fallo del jurado ha sido fundamentado de esta manera: «El autor acompaña su prosa al proceso de creación de la obra y ofrece no solo una perspectiva analítica “desde fuera”, sino una escritura contagiada del tema que le sirve como referente. Es un estudio que despliega el idioma con ejemplar habilidad, si bien, sin embargo, sabe abrirse al silencio, a lo inorgánico, y a la caducidad de las palabras. Es un texto sutil y complejo.
El Jurado le otorga el premio por su originalidad, profundidad, y hermosura del texto. Es denso, apasionado y pleno de sabiduría.» 

El silencio en la clínica: clínica psiquiátrica/clínica psicoanalítica

LH11_PastranaLa clínica psicoanalítica la inauguró Freud con el estudio de la neurosis histérica a la que Permitió hablar. E inauguró la clínica psicoanalítica al establecer la regla de: “Diga usted cualquier cosa”.

Freud no rompió con la nosografía psiquiátrica de su época. Trató de Introducir un enfoque del inconsciente que debía modificar el discurso y las nociones fundamentales de la psiquiatría.

¿Lo logró? No parece que sí, más bien parece que no, pues en nuestra actualidad la clínica psicológicapsiquiátrica está basada fundamentalmente en el breviario D.S.M. IVª edición revisada y de próxima publicación en 2011 el D.S.M V, donde está casi eliminada, troceada, la neurosis histérica y la neurosis obsesiva, y han tomado sólo significado los llamados trastornos somatomorfos y trastornos obsesivos compulsivos. Y así también ha ocurrido con la angustia, que se la cataloga y significa como ataque de pánico, agorafobia, trastorno de ansiedad, y stress (ahora también stress social).

La histeria, “la enfermedad” para Freud. La enfermedad ante la cual todas las otras Enfermedades nerviosas no son más que rarezas- tal como en una carta de 1912 escribió a C. Jung -está por tanto hoy en día alojada en el campo de la psiquiatría actual, de la ciencia médica.   Y si se la llegase a desalojar definitivamente de la ciencia médica, se encarnará en nuevas versiones, pues su historia atestigua el carácter tenaz y la plasticidad de esta afección. Es decir, la histeria sigue desafiando al saber médico y en la época actual podemos ver que se aloja “en lo demoníaco” de la ciencia actual, que son los microbios, los virus, las ondas, los órganos… que son silenciosos y así muchos sujetos histéricos se entregan hoy a los medicamentos, a la cirugía y a las exploraciones médicas con facilidad. Es la consecuencia en nuestra época de esa clínica psicológica-psiquiátrica donde no está el sujeto de la enunciación, esa clínica muda donde curiosamente hay mucho ruido, muchas palabras en forma de consejos, medicamentos, evaluaciones, protocolos, técnicas…

Clínica muda pues no es escuchado el sujeto, es sólo evaluado, clasificado y diagnosticado tomando al síntoma sólo como signo de una enfermedad. Y ante ese silenciar al sujeto cada vez más aumentan los malestares: las llamadas enfermedades funcionales, así como las enfermedades orgánicas, la angustia y la depresión, y nuevas maneras de enfermar que desafían y cuestionan al saber y que escapan al control de la clínica psicológica psiquiátrica. Por ejemplo: anorexias, bulimias, toxicomanías, adicciones a diferentes objetos técnicos, enfermedades orgánicas de difícil clasificación, nuevos síndromes como fatiga crónica, fibromialgia, psicosis atípicas, hiperactividad con déficit de atención, adicción al sexo que será ya incluido en el D.S.M V, trastornos desadaptativos. A la vez que un incremento del malestar social en nuestra sociedad, llamada del bienestar, malestar que se manifiesta en una cada vez mayor violencia sobre el semejante, acompañándose de ruptura del vínculo social que incrementa progresivamente la indiferencia, la marginación y la exclusión social.

Es decir, cada vez más exclusión tanto particular como colectiva. No hay una sin la otra. Ya nos recuerda Freud en su texto “Psicología de las masas y análisis del Yo” que la psicología individual es la misma que la colectiva.

Freud trabajó de forma especial las neurosis, desarrollando el concepto de represión. Represión primaria que diferenció de la secundaria o represión social, que luego algunos post-freudianos quisieron igualar. Posteriormente a Freud, Lacan en 1955 en su relectura de los conceptos freudianos, introdujo el concepto de forclusión del Nombre-del-Padre. Desde entonces sigue hasta nuestros días el encarar aun “una cuestión preliminar a todo tratamiento posible” con respecto a la psicosis.

Neurosis y psicosis son las estructuras clínicas, y por tanto diríamos que son los diagnósticos que el psicoanálisis plantea. Una tercera estructura, la perversión, como negativo de la neurosis, forma la tríada clásica de las estructuras clínicas para el psicoanálisis con las que sigue operando. Lacan no modificó las estructuras clínicas freudianas, sí aportó con su teoría y práctica psicoanalíticas, nuevos desarrollos teóricos, y por tanto clínicos en el psicoanálisis que es el de nuestra subjetividad contemporánea.

Subjetividad contemporánea con la cual estuvo comprometido, lo mismo que Freud lo estuvo en su época. Entre otros, el texto freudiano “Malestar en la cultura” y el texto lacaniano “El reverso del psicoanálisis, dan prueba de dicho compromiso, pues el psicoanálisis no es ajeno a la cultura, es decir, a la civilización. La traducción al castellano de “Malestar en la civilización” del título en alemán quedó como “Malestar en la cultura”. Civilización es más concreto que cultura, al menos en castellano.

Y recordarles, entre otros aportes innovadores de Lacan al psicoanálisis freudiano, el de discurso dentro de su teoría de los cuatro discursos, las cuatro formas discursivas de establecerse el vínculo social (discurso histérico, discurso del amo, discurso universitario y discurso analítico).

¿Qué significa discurso? Es la adecuación de hábitos, de usos y costumbres, que proponen a la comunidad histórica, una regulación de los goces permitidos, posibles, para garantizar una configuración estable de los lazos sociales.

Jacques Lacan nombró como discurso capitalista, como variante del discurso del amo para dar cuenta de nuestra subjetividad contemporánea. Discurso capitalista que no sólo incluye el modelo económico neoliberal que le es propio, sino como un discurso que rechaza la castración y, por rechazar la castración deja de lado las cosas del amor, del amor simbólico no del imaginario. Intenta hacer posible lo imposible, produciendo un goce sin límite. Desde ahí, goce sin límite, Lacan dice que es un falso discurso porque promete hacer posible lo imposible, al fin ser, al fin tener, el falo, en su alianza con la tecnociencia que con su exacerbada producción de objetos favorece un efecto de autismo social. Autismo social característico del individualismo moderno, del sí mismo en una ilusa promesa de completud, con la esperanza de que si no la conseguimos hoy será mañana, que lógicamente al no ser para todos produce un abismo segregacionista en lo social que conduce a lo peor, tal como Freud y Lacan anticiparon de nuestra época y que se puede constatar en nuestra subjetividad contemporánea: guerras, incluso preventivas, miseria, hambre, violencia, explotaciones diversas, incluida la infantil,… ue han adquirido un carácter pandémico contrariamente a lo que se podía esperar del progreso de la civilización.

Vemos que Lacan elevó a la categoría de discurso a la histeria, como discurso histérico, por ser el discurso de la subjetividad por excelencia, por tanto, de la normalidad. Pues para el psicoanálisis no hay normalidad, la estructura neurótica es la “normalidad” (como decía Freud, la neurosis es lo mejor repartido en el mundo).

Sí discurso histérico y no discurso obsesivo, pues la histeria a diferencia de la obsesión implica y hace a la intersubjetividad, a diferencia de la intrasubjetividad de la obsesión. En ambas neurosis funciona la represión primaria, pero la histeria pone en juego, aunque sea con sus artimañas inconscientes y síntomas, la falta estructural particular del sujeto humano, es decir, pone en juego el deseo. De ahí que sea incorrecta e incómoda. Deseo que la obsesión imposibilita con su estrategia inconsciente y síntomas como el fortalecimiento del pensamiento y así niega silenciosamente la castración, que por otra parte es muy políticamente correcto. La histeria habla y por tanto a veces no sabe lo que dice, y la obsesión piensa en silencio y dice lo que sabe.

Otra manera de silenciar la castración, de no hacer con el deseo, es la de-negación que la estructura perversa pone en acción. Freud en su tiempo estuvo algo forzado para incluir dicha estructura junto a las estructuras clínicas de neurosis y psicosis, pues constató en su clínica que siempre existe un rasgo perverso propio de la sexualidad humana, ya desde su infancia, lo que reflejó al definir al niño/a como “perverso polimorfo” y no como una criatura angelical que el buen sentido dice y sobre todo en el bienpensante. Aunque siempre Freíd diferenció, claramente, el rasgo perverso de la perversión como estructura; son diferentes.

La estructura perversa en sentido estricto deniega, silencia la castración simbólica y por eso no deliran. Sí creen en la posibilidad, por medio de sus prácticas perversas, con la voluntad de goce en sus actos, de la no castración del Otro. De ahí que Lacan denomine a los perversos como “los últimos creyentes”, pues creen en un Otro completo. Y eso aunque incluso les conduzca a una monotonía repetitiva del acto perverso hasta el aburrimiento, para tratar así de obtener la satisfacción plena que el deseo humano, por constitución, no puede lograr.

La perversión es un intentar convertir el deseo humano en instinto, en intentar “animalizar” el deseo para así poder lograr la satisfacción plena que el instinto natural, animal, permitiría. De ahí quizás “el bestialismo” que en ocasiones acompaña a ciertos actos perversos, tratando al otro, al semejante, como objeto absoluto de satisfacción, como puro objeto inanimado exento de toda subjetividad. Así es, por ejemplo, en el sadismo.

Y otra forma de estar silenciado el deseo en el sujeto, se da en la psicosis, donde también existe un sufrimiento sintomático y consecuencias en general más trágicas en sus vínculos sociales, donde la exclusión social suele estar bastante presente, más que en la neurosis y la perversión. Son los llamados locos.

Ha sido discutida la posición de Freud respecto a la esquizofrenia, en concreto si del  psicoanálisis podían o no beneficiarse los esquizofrénicos. Es cierto que dejó escrito que no. No mantuvo la misma opinión con respecto a la paranoia y a la melancolía. Y fue posteriormente Lacan quien planteó un tratamiento posible de la psicosis, pues aunque el psicótico está fuera de discurso no está fuera del lenguaje, como cualquier sujeto.

Fuera de discurso es que antes de hacerse pregunta ya le llega la respuesta y todo tiene una significación unívoca tal y como ocurre en los delirios. Siendo estos, los delirios, tal como Freud ya elaboró, un intento imaginario, no simbólico, de restitución del desastre en genera  angustioso, del caos subjetivo que ocurre en los episodios psicóticos, esas urgencias subjetivas cuando se desencadena el brote psicótico.

Lacan plantea un posible tratamiento de la psicosis desde el psicoanálisis e invita a los psicoanalistas a no retroceder ante la psicosis y poner a prueba también la teoría analítica y el dispositivo analítico en la psicosis, lo mismo que en la neurosis y la perversión, aunque no sea la misma manera de intervenir. Por tanto, ninguna heroicidad, sí disponibilidad. Restituir al loco su estatuto de sujeto, escucharlo.

Para ir terminando, como conclusión de manera parcial claro está, ya que no puedo extenderme más en esta comunicación que hago hoy para Uds., el psicoanálisis, inaugurado por Freud al dar cuenta del individuo afectado de inconsciente (que es una manera de definir al sujeto por Lacan) plantea que el sujeto queda en su constitución desnaturalizado. Esto quiere decir que pierde la naturalidad biológica y queda parasitado por algo y por ello no puede ya decirse “yo soy yo”, salvo si se delira, neurótica o psicóticamente, que tiene sus diferencias.

Pues el llamado sí mismo está afectado por el Otro, el lenguaje, de por vida. Esta particularidad humana (últimamente se habla de la condición humana), que desnaturaliza, pre-determina, ace un destino a cada viviente hablante.

Freud al invitar y al permitir dejar hablar a la histérica con “diga Vd. cualquier cosa”, es decir al instaurar el dispositivo analítico, se encontró no sin tropiezos, no sin equivocaciones, y no sin reelaboraciones de su práctica clínica, y eso caso a caso, se encontró digo, con poder leer, tal como dice “leo en los sueños”. Otra cosa, algo que es del orden de la escritura, de la escritura del inconsciente.

Para que pueda tener lugar esta lectura de la escritura del inconsciente, que se da simultáneamente, tiene que estar instalado el dispositivo analítico. Por tanto el que habla ha tenido que consentir, decir sí. Es decir, permitir poner a hablar al síntoma dirigiéndolo a la escucha de un psicoanalista que ocupa el lugar de Sujeto Supuesto Saber. Digo que hay que consentir. Hay quienes no consienten y prefieren mantenerse en el sufrimiento sintomático y quedarse en la queja, no voluntariamente claro está.

Esta constatación clínica no tan infrecuente es trabajada en Más allá del principio del placer por Freud. Es escandaloso para el pensamiento este poder preferir el malestar y el sufrimiento, es más escandalosos que la sexualidad infantil que se ha solido utilizar con tanta frecuencia para desautorizar y denigrar al psicoanálisis acusándole de ser un pansexualismo (hoy en día ya no tanto pero todavía se mantiene dicho prejuicio).

Es escandaloso que “el bien del sujeto no coincide con su bienestar” y así poder preferir vivir en el sufrimiento y eso sin ser masoquista. Es lo que Freud elaboró como pulsión de muerte, que actúa silenciosamente en el sujeto. Este planteamiento teórico y clínico produjo efectos y hubo determinadas desviaciones y rupturas en el movimiento psicoanalítico posfreudiano, omo por ejemplo: Jung que negó la pulsión de muerte; Hartman con el psicoanálisis del yo, del reforzamiento del yo; las diversas psicoterapias de inspiración analítica que tratan de terapeutizar la mente.

Lacan sostiene el concepto freudiano de pulsión de muerte, de lo que está más allá del principio del placer y acuño el término goce para dar cuenta de esta satisfacción paradójica, de esta otra satisfacción no regulada por el principio del placer que puede confinar con el dolor. A nivel de imagen podemos verlo por ejemplo en ciertas estatuas de Bernini y en obras de la imaginería española como por ejemplo obras de Gregorio Fernández y otros imagineros de la Escuela Castellana.

La pulsión de muerte actúa silenciosamente en el sujeto. Guste o no guste, se quiera voluntariamente que sea así o no se quiera, se proteste incluso por ello o no se proteste. Lo vemos en la atención clínica y lo vemos también todos los días en la civilización. La violencia hacia uno mismo y la violencia sobre el semejante, en sus diferentes modos y grados no desaparece. Parece haber acuerdo, nunca general, en que la violencia, lo que podríamos llamar “enfermedades de la violencia”, van en aumento en nuestra época.

El sujeto contemporáneo, es decir, todos nosotros, está en esta encrucijada por este silencio pulsional, que el discurso capitalista favorece con la muerte discursiva propia de este discurso, donde el objeto, de consumo, sustituye al significante.
¿Hay salida? El psicoanálisis no da, no puede dar una solución universal. El psicoanálisis propone la salida por la subversión del sujeto de deseo, ese sujeto que es bisagra entre lo singular (lo pulsional) y lo universal (efecto de cultura), y así poder hacer con, en, los vínculos sociales de su época de otro modo que no sea la destrucción y el dominio del otro. Esto implica que el sujeto, sea hombre o mujer, no eluda la responsabilidad subjetiva, que no sea indiferente y que al estar advertido pueda decidir.

Autor | Enrique Pastrana

La introducción del sujeto en la medicina

LH11_Manuel_DuroJ. Slimobich me animaba hace ya más de 10 años para que entrase en el campo de Voluntad de enfermo. Mi actividad como psicoanalista del CEF y medico especialista en Medicina Intensiva se prestaba a ello.

Recogí el testimonio viviente mediante dispositivos fonatorios de pacientes conectados a ventilación mecánica prolongada en casos tipo como el S. de Guillan-Barré (1). Así mismo percibí la importancia de la subjetividad  en las patologías orgánicas graves y desde hace 2 años se realiza un Practicum en colaboración  con la Facultad de Psicología de Granada en el Servicio de Medicina Intensiva  del  H. G. E Virgen de las Nieves y que tiene por cometido la importancia del sujeto en las patologías orgánicas graves “objetivo también de un curso de Experto que está en marcha”.

Así pues, no me extrañó nada que hace unos años Diego Gracia trajese a colación una expresión de Lain Entralgo que afirmaba “que una de las máximas conquistas de la medicina del siglo XX fue la introducción del sujeto en la medicina, y que esto por si solo definía el impacto de la obra de Freud.

Es decir lo que afirmaba Lain es que Freud es el gran introductor del sujeto en la medicina (no estaría afirmando que Freud es el introductor del sujeto en el mundo, que como sabemos fue  Descartes). Desde o después de Freud, la medicina comienza a ver al enfermo, no como paciente sino como sujeto pato-geneticamente activo, y por tanto como creador o modulador al menos de su enfermedad.

Desde el campo de la Bioética se diría que la enfermedad  no solo consta de hechos, sino también de valores; no solo se tiene, se es o se padece, sino también se hace y se crea.

Esto que ha tenido implicaciones éticas y legales se ha traducido como la importancia de conocer el punto de vista del enfermo o su participación en la toma de decisiones.

Se resume en el Consentimiento Informado y el documento legal más representativo del mismo es la Ley Básica de Autonomía del paciente del 14 Nov/2002 que se complementa con el añadido de  “Derechos y obligaciones del paciente en materia de información y documentación clínica”.

Ahora bien ¿Qué es lo que llamamos sujeto? Esta pregunta se hace necesaria en tanto en cuando el científico puede olvidar sin mayor perjuicio al sujeto requerido por la operación critica, en el sentido Kantiano.

Hace poco, concretamente, el 21 de Septiembre  del año en curso, Juan Abarca Cidon publicaba un articulo en un periódico de tirada nacional que llevaba por titulo “Mitos sobre la Sanidad Privada” y allí y en defensa de la Sanidad  Privada se afirmaba que: “Lo único que es valido y objetivo para determinar la calidad en sanidad son los resultados sanitarios, y que hoy por hoy, -continuaba afirmando el autor,- no hay ninguna institución publica y si las hay privadas que lo exponen públicamente”. Continuaba afirmando que ni siquiera sirve como indicador, el índice de satisfacción de los usuarios, precisamente por su subjetividad.

Acababa afirmando: “El único análisis valido que se  puede  hacer es por especialidades, bien por la morbilidad y mortalidad de los procesos o bien por el pronostico y la evolución de las enfermedades.

Aunque estoy bien lejos de ratificar la opinión del autor con respecto a la diferencia de Sanidad Privada – Sanidad Publica- más bien observo una homogeneidad en ambas, al menos con respecto a su ideal de validación científica –  me interesa resaltar qué pronto la subjetividad ha quedado invalidada frente al análisis objetivo de los resultados en sanidad.

Donde queda la tan cacareada “Unicidad del paciente” significando que todo paciente debe ser tratado como un individuo concreto, con su propia historia personal, con sus atributos, necesidades y deseos únicos. Y donde queda también que el paciente debe ser tratado en su “globalidad” como una personalidad compleja y total que desborda las actitudes reduccionista que restringen al paciente a su dolencia o a su sintomatología.

Lo que está en juego aquí, en la concepción de la Bioética, es la concepción animista que afirma que cada ser viviente tiene un alma propia perfectamente individuada. Individuación del alma que invade la noción de sujeto a través de los siglos , hasta llegar a Locke quien llega a derivar al termino sujeto del concepto de persona en relación directa con una conciencia capaz de sentirse una, a pesar de la extrema diversidad de las condiciones que atraviesa.

Esto último ha llegado a ser el sentido común de la palabra sujeto.

Muy lejos del sujeto del significante inventado por Lacan, que ante todo no es Uno, limitándose a atar o vincular significantes.

También en la tradición filosófica, existen sujetos que no se confunden con ningún ser humano individualizado, ejemplo de ello son:
a) el sujeto transcendente de Kant o b) el intelecto posible del averroísmo latino.
Se trata de sujetos en el sentido fuerte del término – agentes del pensamiento – sin que se puedan confundir con una persona cualquiera. Son condiciones para que se piense algo y nada más.

El sujeto lacaniano definido como representado por un significante para otro significante se  encontraría localizado entre la materialidad de los significantes sin sentido y la espiritualidad de las significaciones  que pueblan el sentido. Como tal lo puedo distinguir, pero no lo puedo separar, ni aislar. Carece de identidad y reflexividad. A este sujeto apuntamos cuando decimos: “El sujeto en las patologías orgánicas graves”, sujeto que se distingue de la función psíquica y de la psicológica en tanto nebulosas barridas por el discurso de la ciencia. Por último, una mención al segundo titulo de la ponencia “La importancia de sostener la vacilación en casos extremos”.

En la toma de decisiones orientadas por la Bioética es importante reseñar un momento que vacila entre dos cursos de acción extremos, un ejemplo sería: entre la limitación del esfuerzo terapéutico con retirada de los medios de soporte vital y el encarnizamiento terapéutico, aumentando los medios de soporte vital hasta la futilidad.

Se comprende aquí la importancia de la duda o la vacilación que podríamos vincular al primer movimiento del cogito cartesiano.

Wittgenstein en el Tractatus Lógico-Filosófico en 6.51, muy cerca del final, dice: El escepticismo no es irrebatible, sino manifiestamente absurdo, cuando quiere dudar allí donde no puede preguntarse. Porque solo puede existir duda donde exista una pregunta, una pregunta solo donde exista una respuesta, y este, solo donde algo puede ser dicho.

Para que algo sea dicho es necesaria la vacilación que habita el silencio. Pero cuando algo es dicho, no basta con la escucha, es necesaria la lectura, que sostenida por un discurso, permite el vaciamiento del sujeto. Y es ahí donde está la dificultad de introducir al sujeto en las patologías orgánicas graves.
Autor | Manuel Duro Lombardo
Notas:
(1) Se trata de un cuadro de poliradiculoneuritis que consiste en una parálisis progresiva y ascendente de las cuatro extremidaddes, llegando a afectar a la musculatura respiratoria y precisando respiración artificial.

El silencio en el diálogo analítico

“En música, lo más importante no se encuentra en la partitura”
Gustav Mahler

freud_sofa
P
alabra y silencio. Ambas son importantes equitativamente por su función, por su poder, por sus efectos. Pero inmediatamente surgen las preguntas, ¿qué tipo de palabra?, ¿qué tipo de silencio?, ¿hay distintos silencios?


D
esde el sentido común, se pueden situar diferentes silencios. Tenemos la expresión «el que calla otorga» que señala un consentimiento tácito a lo hablado. Está el silencio como signo anticipatorio de la importancia de lo que se va decir a continuación. Está el silencio del secreto que conlleva la tensión e incertidumbre sobre los efectos que puede acarrear
levantarlo. Está el silencio cómplice. Y muchos otros. Además, está la política o la estrategia sobre el silencio. Así vemos el silencio destructivo del odio o de la negación que intenta reducir a nada acontecimientos importantes, hechos y dichos que, por silenciarlos, se quiere hacer pasar como si no hubieran sucedido. Callarse o hablar se presentan, en
ocasiones, como verdaderos dilemas por las consecuencias que son capaces de desencadenar. Desde la Antigüedad se considera un arte saber cuando uno ha de tomar la palabra o escuchar en silencio, el arte del diálogo.


E
n un psicoanálisis hay una invitación a hablar: «diga Vd. cualquier cosa», pero esa exhortación no quiere decir que esté prohibido el silencio. Quizás pueda haber una aspiración a que se pueda decirlo todo pero cuando uno dice algo envía el resto al silencio. Es más, el silencio está presente, hablen o callen los interlocutores de ese diálogo inédito que surgió con el psicoanálisis.


E
n el analizante, quien sí esta obligado a seguir la ley de la asociación libre por más que le entren ganas de reservarse y callarse en lo tocante a algunas miserias, puede darse este silencio a causa de la transferencia. Cuando eso ocurre, Freud nos brinda la indicación de hacerle hablar con aquello de, «quizás Vd. está pensando en algo acerca de mí» y a este truco se responde siempre, cien por cien de efectividad… Puede producirse el silencio como reserva de decir algo porque no conviene decirlo todavía, que responde a un «ahora no», lo diré más tarde, no vaya a ser que por decirlo demasiado pronto confunda a mi analista. Hay otro silencio que, como indica Lacan, hay que entender «no como negativo sino que vale como más allá de la palabra. Algunos momentos de silencio, en la transferencia, representan la aprehensión más aguda de la presencia del otro como tal». Es decir, momento de aprehensión de que se esta hablando a otro, presencia del prójimo que se puede entender no como semejante, reflejo de nosotros mismos, sino sobre todo ese otro en su diferencia de modo de gozar, el prójimo al que conocemos pero que nos sorprende, con quien podemos tener una relación intensa pero que, al mismo tiempo, conserva un velo fundamental que es el misterio.


A
l analista, por el contrario, ante una demanda del analizante, le asiste «el derecho» a guardar silencio. Expresión que tiene esa connotación de que en ese momento es más importante lo que silencie que lo que pudiera decir, que diciendo algo (fuese lo que fuese) malograría la situación. El silencio del analista puede tener también distintos sentidos. Y es importante hacerlo ingresar en el momento justo y así: puede ser respuesta a la palabra vacía en lugar de relleno locuaz, hacer silencio ante lo que el analizante le ha
confiado, hacer silencio como tiempo de espera, hacer silencio como corte. O algunos otros.


P
ronto se vio que el silencio era generador de una serie de problemas prácticos en la cura analítica y, además de Freud, fue trabajado por distintos analistas postfreudianos. Uno
de ellos es Robert Fliess, hijo de Fliess, el interlocutor de Freud por correo. Escribió un texto: «Silencio y verbalización: suplemento a la teoría de la «regla analítica».


E
n ese texto, Fliess toma en cuenta las observaciones de Karl Abraham[1] sobre ciertos rasgos de carácter que pueden atribuirse al desplazamiento de la satisfacción oral de la succión a una necesidad de dar por la boca, es decir personas que además de querer obtenerlo todo tienen una constante necesidad de hablar y atribuyen a sus palabras un valor o poder especial, entre sus rasgos principales. El silencio se convierte en una defensa frente al erotismo oral. Asimismo toma en cuenta la indicación de Ella Sharpe por la que el hablar reemplaza a la actividad de apertura de los orificios erógenos y las palabras son sustitutos de sustancias corporales.


S
e producen entonces equivalencias y así hablar representa un sustituto de la apertura esfinteriana mientras que el silencio es equivalente del cierre de los orificios erógenos. La boca se puede «convertir» en una uretra o un ano pudiéndose hacer con las palabras lo mismo que se hace con la micción o las heces: retenerlas o expulsarlas. Parte de que se pueden distinguir tres tipos de lenguaje erótico-parcial: uretral, anal y oral con sus correspondientes tipos de
silencio en la cura analítica. Cada forma de silencio puede ser referido al
cierre de un esfínter particular. [2]
¿Por qué son importantes estos tipos de silencio en la cura analítica? Porque merced a la regla analítica, al reactivar la neurosis infantil, se produce un desplazamiento de la erogeneidad infantil latente sobre el aparato del lenguaje, produciéndose un lenguaje erótico parcial y una descarga pulsional por medio de la palabra. Las diferentes formas de silencio son cortes de ese lenguaje erótico, sintomáticos de una lucha por el control de una descarga pulsional de afectos regresivos. El discurso se ha convertido entonces en objeto de una erotización, que sigue los desplazamientos de la erogeneidad de la imagen corporal. Todo ello determinado por la transferencia.


E
l mérito, dice Lacan, es que, por la vía de una cierta percepción, haya captado que si el discurso toma esa función erótica, esos silencios indican la inhibición de la satisfacción que experimenta en él el sujeto. «El silencio es el lugar donde aparece el texto sobre el que se desarrolla el mensaje del sujeto». Porque no está en juego el yo sino que se trata del sujeto. Nos enseña a distinguir la calidad y el valor de un silencio por el modo como el sujeto entra allí, lo hace durar, lo sostiene y sale de él. Hasta ahí se juega la presencia erótica del sujeto.


M
ás allá de las descripciones y usos del silencio, hay un silencio estructural que, precisamente, los diferentes discursos tratan de regular, el silencio de la pulsión de muerte o goce.


E
l discurso analítico se rige por una lógica de lugares. Así, el analista hace semblante de objeto a, quiere decir que es el lugar del que causa palabras, en ese causar palabras
logra que el otro diga cosas que le pasan.


L
a persona viene y nos trae sus malestares, sus enredos, sus acontecimientos para trabajar y el analista tiene la posibilidad de interpretar lo que dice el analizante basándose en la homología, la similitud, la conexión («Vd .hace con esto como con tal otra») traduciendo de un sentido a otro, o puede dejarle hablar y agregarle la dimensión subjetiva que no puede ver por ella misma. Un ejemplo puede ser el de una mujer que dilapida en su trabajo y en ese dilapidar compromete a toda la serie de mandos por encima de ella. ¿Por qué hace eso?, ¿Por qué se metió ella y metió a sus jefas en ese lío? La lectura dice: le gusta hacer bochinche, hacer ruido, lo ha hecho desde adolescente, no es de llevar a cabo importantes empresas, lo que le va es hacer ruido provocando barullos y comentarios, con pérdidas importantes para ella. Esta lectura representa muy bien «el ser» del sujeto,
está en la estructura de su mismo acto.


E
s decir, en lo que dice el analizante, que tomamos como texto, se sobreimprime o acompaña otro texto que se puede leer. ¿Qué se lee? se lee algo que no esta en el sentido, se lee lo que se escribe en silencio. Aparece sorpresivamente algo inconfesable pues es imposible de decir y por tanto imposible de ser escuchado pero sí posible de escribirse y, por tanto, de ser mostrada en una lectura.


D
ecía antes que se puede pensar que nuestra función es añadirle la dimensión subjetiva que la persona no puede ver por sí misma. Pues la persona es el sujeto mas el objeto a. Porque el sujeto recibe su lugar, su sustancia, su ser (dasein), del objeto pulsional, de la letra. Es en la escritura de esa letra a que es objeto, en el relato, donde aparece como el sujeto es captado por alguno de ellos. Por ejemplo, en lo que nos relata podemos situar el masoquismo, la potencia superyoica de la voz que no suena pero que indica, da órdenes y críticas con tal silencio que funciona como nuestro propio pensamiento. Lacan se pregunta por qué millones de judíos fueron al Holocausto sin ningún gesto de
desobediencia o defensa. Una respuesta que agrega es por la potencia de la voz que funciona en silencio. Theodor Reik, discípulo de Freud, en su articulo «En principio es el silencio» (1926) dice: «El analista no oye solamente lo que está en las palabras. Oye también lo que las palabras no dicen» que está cercano, en parte, a lo que venimos diciendo. Sin embargo, cuando añade: Oye con «el tercer oído…» nos alejamos de él pues no se necesita un psicoanalista biónico con un tercer o incluso un cuarto oído ¿por qué no?, sino
un analista lector pues con la sola escucha del analista no es suficiente.
[1] La influencia del erotismo oral sobre la formación del carácter. K. Abraham. Obras escogidas. RBA.2006
[2] En esta descripción tiene en cuenta el comienzo del silencio, el grado de oposición al habla, el comportamiento y el cese del silencio. El primero de ellos es el más «normal», parecido al silencio que puntúa una conversación normal. Ni al comienzo ni al final del silencio aparece ningún conflicto. El analizante parece absorto en sus pensamientos, solamente parece haber olvidado la regla analítica que retoma diligentemente a la indicación del analista. Pero el silencio ha servido para cambiar el tema de análisis, ahora
menos comprometido para el sujeto. El aparato del lenguaje funciona según el modelo del esfínter uretral en el momento de cierre, al interrumpir el flujo de palabras la
actividad es «cuasi» voluntaria y de débil contracción. Al segundo tipo de silencio lo llama erótico-anal. Parece como si proviniese de una inhibición: el silencio interrumpe la sintaxis, parece perturbar al hablante. No prosigue cuando el analista lo invita a ello. El analizante esta en estado de tensión y de conflicto y la duración del silencio es variable. Hay signos corporales de esta tensión: el rostro, la postura evocan los de un sujeto atribulado. Cuando puede hablar lo hace revelando solo una parte del pensamiento. El conflicto a favor o en contra de la verbalización es más dramático y el proceso excretorio trasladado al habla es de índole de fuerte contracción, siguiendo el modelo del esfínter anal. Hay una lucha entre decir o no decir algo, la interrupción en el discurso parece «involuntaria», al volver a hablar parece que lucha contra una resistencia casi física. Para controlar un afecto por medio del silencio el aparato del lenguaje debe funcionar como el erotismo anal: tratar el producto excretado, la palabra, como si fuera sólida e inhibir
su «excrección» una especie de estreñimiento verbal.
Autor | Pedro Muerza

El silencio y palabra como lenguaje del cuerpo y sus resonancaias

MoisesEl silencio es estruendo del lenguaje, en ausencia de la palabra. Esta ausencia habla en el silencio, establece parámetros, da lugar al gesto, presumede arrogancia, nos arroja la desazón y fortalece el mensaje. El poeta se inspira en silencio y el grito hace un agujero donde entra el exceso. Y mejor callar si no se puede mejorar el silencio. También el del animal es silencio, si por silencio se entiende el callar de la palabra y es en silencio que un estremecimiento recorre los cuerpos,

Y en todo esto el cuerpo transcurre en el silencio. El ruido, todo, es exterior y si suena en el interior del cuerpo, gutural, rítmico, corazón o tripa, jadeo o exhalación a un sonido claro, sin música ni significación. 

Y
 eso no priva al corporeizado de, atento a su cuerpo, al sonido como perfección de su respiración, del latido, o por lo contrario, el disturbio, el anuncio del desperfecto. De hecho, la medicina logro un salto de gigante al penetrar el sonido al interior del cuerpo.

E
n ocasiones el cuerpo es definido como envoltorio de una sustancia que lo anima, que puede tomar el nombre de “yo” y en otras ocasiones nombrase “alma”.

Esto es así, en un sentido o sentimiento común del cuerpo. Es vivido como unidad material, ya hemos dicho bolsa que encierra órganos, que posee mo vimientos
y necesidades que lo mantienen sobre esa superficie llamada vida.

La duración en el tiempo, fechada incierta pero con certeza de fin, logra de mostrar que el cuerpo humano no es diferente de cualquier especie que viva en el camino de su envejecimiento y corrupción.

Este es uno de lo modos de pensar el cuerpo, pertenece al campo de la evidencia y del sentido común. Pero no es de este modo como debemos acercarnos, desde nuestra disciplina, el psicoanálisis, al cuerpo del humano.

D
e allí que asumamos una reflexión, o mejor aun su pregunta y discusión, y las consecuencias de su respuesta:

A- O el lenguaje es una herramienta, colosal por cierto, exterior al cuerpo, de la sobrevivencia humana y de su reinado sobre otras fuerzas de la naturaleza
B- O se hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo , y no herramienta exterior al cuerpo
C O e encierra en esto un debate cierto, porque no dejando de lado la primera hipótesis de la razón del lenguaje como herramienta en el acontecer humano, la segunda hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo y no de herramienta exterior al cuerpo.

Por ejemplo: la razón y su discurrir encuentran en el cerebro, la base mate rial necesaria para el lenguaje, es condición material. Pero no suficiente para definir la incidencia del lenguaje en su encuentro con el cuerpo. Y más aún, radicalmente, desde el punto de vista de la mutación que lo humano propone a la naturaleza animal, no hay cuerpo sin lenguaje, no hay lenguaje sin cuerpo.

Finalmente, no podemos pensar el lenguaje sin el anudarse de la palabra y el silencio que lo hacen necesario. 

E
s evidente que el lenguaje hace la cultura, es decir, la realización de la sociedad en sus múltiples aspectos. Y desde el punto de vista del juego de la naturaleza, esa que funciona en silencio, no podemos negar la influencia quela geografía, el paisaje de un sitio, hacen al cuerpo humano y sus modos de reaccionar frente a lo que se le presenta dado.Este casi preámbulo es útil para peticionar el lugar del silencio en la estructura del lenguaje y en su relación con el cuerpo. Y lo que sucede en el lenguaje con el término función. Tomemos una pintura, que en silencio nos muestra de tal modo cuestiones que las épocas se delimitan y las políticas se muestran y donde alguien puede gritarle “habla” a una estatua pues es lo único que falta, romper el silencio, aunque esto introduce una duda, pues quien sabe si el tal David de Miguel Ángel al tomar la palabra no hubiese hecho alabanzas insensatas o jugar a las adivinanzas acerca de quien era su padre y que a la postre se muestra que es mejor callar si no puede mejorarse el silencio.

N
os muestra en silencio Velázquez la apertura a la época moderna, donde el hombre, por primera vez es captado, no es su ser, siempre peregrino en el lenguaje, sino en su función: Velázquez se pinta a si mismo en Las Meninas como pintor de la corte, Y desde entonces cuando preguntamos por el cómo es de cualquiera, nos dirán su función social, profesión o empleo, y luego algún dato sobre su carácter o modos. Hay un silencio sobre el ser, que no comparece al lenguaje más que ocasionalmente, interrumpiendo la cadena de representaciones del sujeto. Y se especifica en el psicoanálisis como el ser del inconsciente, siempre huyendo en las metonimias del lenguaje.

Resaltando el silencio, encontramos la política como lugar donde se nos muestra éste, en forma magistral. Pues siendo la política el arte de lo posible, debe callar lo imposible, Y a cambio, nos propone la imagen, consistencia de lo imaginario,

E
s entonces que una imagen muda “vale por mil palabras.”. Y deja caer sig nificados latentes que el observador completa o lee, con los criterios que le son propios. Así, un afiche de un candidato muestra su imagen con una sola frase:”con x ganamos”. Este significante “ganamos” apela, por la ley del significante a su contrario “perdemos” y a la imagen contraria, con lo que la imagen del afiche en cuestión nos dice “con x ganamos, con los otros perdemos”.

N
o hay imposible para la prédica política, pues no se trata del campo de ver dad, sino del campo de seducción, cumplida por una función del significante.

Así como podemos encontrar en la política el silencio, trabajando el sobreentendido, la apelación a las fuerzas oscuras de la enemistad, utilizando la sospecha como modo de la certeza de las miserias del contrincante, encontramos el silencio de otro modo y en otras prácticas.

E
l psicoanálisis muestra que la voz, que trae la palabra, se confunde con el ruido. Es que tanto la palabra como el ruido necesitan de la escucha. Nos problematiza el hecho de que hay voces que irritan y logran transformar nuestro ánimo. Es decir, que el oído nunca se cierra, pues no tiene la posibilidad de hacerlo. Pero también es verdad que no escuchamos todo lo que se nos presenta, y como señala la frase “hacemos oídos sordos” en aquello que no nos interesa.¿Como se resuelve esta cuestión de un oído que no deja de escuchar, incesante voz del mundo, con el silencio que podemos habitar, ya que la voz puede convertirse en lejanía y silencio? El discurso analítico nos muestra como es que la voz se convierte en muda, o al menos se aleja del puro ruido: es cuando introducimos el significante, es decir que al puro sonido de la voz se le introduce la ley del significante y se organiza, con respecto a lo que se escucha las dimensiones de la significación y de una dialéctica organizadora de ese campo de significaciones. Si esto no sucede, somos invadidos por una voz o sea por un ruido, que estremece todo nuestro cuerpo y que en ocasiones nos conduce a la ira. Por ello, no toda música es agradable, siendo aquella que nos permite vibrar, introduciendo la tristeza, la alegría, e incluso la angustia, para hacerla vivir más allá del sonido.

A medida que desenvolvemos la función del silencio , en las distintas practicas,nos encontraremos con asombro el lugar que ocupa el silencio , pues este queda relegado en un punto de atención, como un actor secundario, pero teniendo en cuenta que la obra no resaltaría de ningún modo sin ese actor.

S
obre el fondo del silencio la palabra nos anuncia su falta, tanto como el silencio puede asumir la forma de la falta de palabras. En la práctica analítica, el psicoanalista calla, aunque en ocasiones tenga algo que decir sobre lo que se le plantea, Y calla para dejar lugar al silencio, donde los dichos de su analizante valdrán sobre el fondo de su silencio. Es, por otra parte, lo que pide la histérica a Freud, cuando le pide que calle, pues ella, la histérica, que llama al psicoanálisis la cura por la palabra, no quiere que Freud rompa el silencio, sino que la escuche. Y el silencio es fundamental para que exista la escucha.Como sabemos, Moisés recibe las tablas de la ley en silencio, pues Dios escribe con letras de fuego sobre las piedras los mandamientos, siendo muy pocos los términos que le dirige, además de algunos rayos y truenos y aquel “Soy el que soy” con el que zanja la pregunta del “quien eres”que le dirige Moisés. Es en silencio que eso se escribe y luego circulara por los pueblos del universo.

P
ero de otra Operación hablamos: esta sucede en un oscuro presidio peruanos, entre un grupo numeroso de guerrilleros , que serán utilizados como ejemplo de una circulación en silencio, donde se compromete el lenguaje y el cuerpo, y de ningún modo un debate ideológico o un acuerdo con los métodos proclamados por este grupo ni oposición , como si ocupáramos la posición de un observador neutral, cerca de la pretensión de una ciencia, que no ocupándose d el sujeto, hacen suyos los postulados de objetividad, racionalidad, y generalización necesaria con que avalan sus investigaciones Sin embargo, es inútil y nada eficaz dejar de lado el termino Sujeto, pues en el se sustenta los criterios de la transitividad individual. Debemos explicar esto: el sujeto no solo no se refiere a yo alguno, por lo contrario es lo que de cada cual pertenece a un orden transindivual, haciendo depender a dicho yo, en gran parte, fuera de sus posibilidades de creación y sublimación, de la cultura de su tiempo y de la historia, de los linajes, que le precedieron.

Es difícil, aparentemente, de comprender el término sujeto, pero si tomamos por ejemplo, el cuerpo femenino de moda en siglos pasados y el actual modelo anoréxico, daremos cuenta de la transformación de los cuerpos según los criterios culturales de la época. Del mismo modo que las playas donde cuerpos se hacen del sol, era propio de las clases bajas, teniendo en cuenta que la blancura de la piel era un símbolo de distinción. Estas aparentes tonterías marcan las épocas y los estilos. Y un poco más aún, el sujeto pende de un discurso y sin la lógica de un discurso, el sujeto no se produce, ya que el discurso da cuenta del lugar desde donde se habla, aunque aquel
que habla no lo sabe con exactitud. El sujeto lleva al yo a actuar según la época, en silencio.

L
ugar, letra, posición, el sujeto no es uno, es el gira en los vínculos sociales y en el campo de los discursos

R
etornando a la función del silencio en la cárcel, estos presos aislados, de a dos o tres por celdas, mudados y mezclados nuevamente, para que no puedan existir conspiraciones, buscan un modo de conectarse. Y lo intentan a través de dos caminos.
Por un lado, la distribución de lugares: en cada celda el uno debe encargarse de tal asunto, el 2 de otro, y el tercero, si lo hay de otro. Así, al llegar alguien nuevo, desde otro sitio de la misma prisión, ocupa tal numero, sabe su sitio, conoce su función, y es la de ser un numero. Es buena opinión la que percibe que este sistema funcional es el de la fábrica, donde cada operario conoce su función y su número. Aunque la objeción posible es que ninguna dirección organiza este modo de circulación, es obra de una comunicación intracarcelaria, que se logra discutiendo un libro. Esto muestra en forma muy clara y extraordinaria un lugar del sujeto, como algo que va más allá del individuo.

Este libro que se discute es el único que se le permite a estos presos leer: la Biblia. Y como todas las ventanas del penal desembocan sobre un patio central, donde los prisioneros hacen su ronda, leen la biblia en voz alta, y comentan, informan. ¿Cómo lo hacen? Con un doblaje de la narración. Dan a leer la actualidad de su situación y los modos de sobrellevarla: ellos son los esclavos del faraón, unos llevan el barro, otros la paja, el tercero los mezcla, y si para estos esclavos la construcción es la pirámide, para estos presos es soportar la inermidad que proviene de la individualidad. Así, distribuirán sus lugares, harán soportar en ellos su función, y se informaran
de cómo están las cosas en el dominio del faraón, al cual combaten con la fuerza de un libro.

Y
 lo que éste da de si, cuando un libro se lee del modo conveniente, no para pegarse a lo que dice, sino para que vibre en lo no dicho.

I
gual que un cuerpo
Autor | José León Slimobich

Historia y silencio

LH11_JuresaCuando Freud escribió “Moisés y el monoteísmo” reformuló, para la historia judía, el origen mismo de su pueblo a través de la construcción de una “verdad histórica indocumentada para la que no había más “soporte material”, (en cuanto a documentación, en cuanto a registros y fuentes habitualmente llamadas “históricas”) que lo que él mismo había descubierto a través de su experiencia con el método de su invención, el método analítico de exploración del inconciente. Es conocido que Ernest Jones, fiel discípulo y biógrafo oficial de Freud, tomó a este libro como un juego senil de su venerado maestro.

Los historiadores positivistas jamás tomarían como válida una manera de “hacer historia” mediante inobservables directos, en el sentido clásico del método científico. Freud, en su libro histórico por excelencia, realiza la construcción de un relato. ¿Sobre qué? ¿Cuál es el concepto articulador que le permite fundar una “verdad histórica” sin ninguna evidencia o registro observable?

Tengamos en cuenta que “lo observable” para la ciencia acontece en un campo de registro que precisa de la percepción, y para ello es que la tecnología “afina” y “amplifica” esa capacidad natural del hombre para percibir a través de sus sentidos. La ciencia moderna se inaugura con un paso hacia delante respecto al campo de la percepción. El desarrollo moderno de la matemática permite anticipar fenómenos que no podemos registrar mediante alguno de los sentidos, ni siquiera a través de alguno de los aparatos que los afinan o amplifican. La teoría de la relatividad de Einstein fue un gran ejemplo de anticipación en abstracto, de fenómenos que posteriormente se pudieron experimentar a través del desarrollo científico-tecnológico, mediante aparatos de medición acordes a las exigencias que formulaba la teoría.

Este nivel de formalización de lo real nos aproxima a un modo de percibir la verdad, ausentes de todo registro empírico, de los sentidos. Una verdad en ausencia de evidencia empírica, que no se muestra “a los ojos”, sino que causa su apertura (recordemos el comentario sobre el sueño de Freud: “se ruega cerrar los ojos”, en relación al momento clave de la invención del psicoanálisis[1]).

En este registro Freud construye una historia, la de Moisés, ausente de toda prueba documental, ausente de evidencia empírica. Sin embargo, resulta. ¿Verdadera para qué?

Volvamos a la pregunta formulada al principio del artículo. ¿Sobre qué concepto se puede articular un relato histórico que resulte verdadero, aún ausente de todo registro empírico que la constate en forma directa?: decimos que es el concepto de pulsión. Un concepto que también tiene su historia dentro del psicoanálisis. Aquí solo afirmaremos que no se trata de un concepto biológico ni puramente espiritual. Es un concepto que soporta la creación de un cuerpo afectado de lenguaje, fundado en esa afección, y que por eso mismo, no se abarca a si mismo. Es decir, su comprensión científica no termina en los límites de su individualidad, sino que recibe del lenguaje una inscripción en la cultura, en
la historia de la comunidad en la que en ese cuerpo se funda la afección antedicha. Esa afección individual, a su vez, implica al conjunto, en la cadena de las generaciones.

Por lo tanto, no se trata solo de la historia construida a partir de los registros, de las evidencias, de las pruebas, sino de una nueva historia que se incorpora, que es la historia pulsional. Esa historia pulsional, al decir de Freud, deja marcas, huellas, los hitos de su verdad. Pero esas evidencias, como en los sueños, no están a la vista ni se hacen oír en forma directa, permanecen oscuras y en silencio. Son increadas. Lo cuál no significa que no existen. Podemos decir que no se pueden crear de cualquier forma, de la nada y a gusto personal. Esta es su verdad o el fundamento de su verdad. Se crean en una relación casi forzada con el lenguaje, ya que las huellas, las marcas del goce pulsional son la letra de la lengua hablada. Restos vivos de lo muerto, que hacen lo inmortal. Es decir, que de cualquier forma siempre hablamos en relación a esas marcas, las marcas del goce, porque eso nos hace hablar.

Eneste sentido, del silencio que habitó la palabra de sus pacientes, y de su propia historia y marca de inscripción judía, Freud extrajo el descubrimiento de su propia judeidad.

En el mismo acto por el que se construye una historia fundada en la verdad de las marcas del goce pulsional, se renuncia a una porción de ese goce, y se le da un destino sublimatorio. A esto Freud lo denomina en el Moisés: “progreso de la espiritualidad”.

¿Qué es tal progreso? “consiste en decidirse uno contra la percepción sensorial directa a favor de los procesos intelectuales llamados superiores, vale decir, recuerdos, reflexiones, razonamientos; determinar, por ejemplo, que la paternidad es más importante que la maternidad, aunque no pueda ser demostrada, como esta última, por testimonio de los sentidos”[2]

Por lo tanto, el “progreso de la espiritualidad” implica aprender a valerse del padre, y en ese sentido es “más importante”. ¿Valerse para qué? Esta misma nota trata de aclararlo: para que cada quien construya su historia en su comunidad, una historia para su comunidad y una historia común. La clínica lo demuestra, tanto para hombres como para mujeres. Es evidente que de lo que Freud habla, en su definición sobre el progreso de la espiritualidad, con la frase: “aunque no pueda ser demostrada” (a la paternidad), es que el padre es un nombre antes que un hombre.

Un nombre con el que poder hacerse de una vida.
Autor | José Luis Juresa

[1] Psicoanálisis: los nuevos
signos. Juresa- Muerza Ed Atuel 2009

[2] Moises y la Religión Monoteísta.
Sigmund Freud. Ed. Amorrortu