El silencio en la clínica: clínica psiquiátrica/clínica psicoanalítica

LH11_PastranaLa clínica psicoanalítica la inauguró Freud con el estudio de la neurosis histérica a la que Permitió hablar. E inauguró la clínica psicoanalítica al establecer la regla de: “Diga usted cualquier cosa”.

Freud no rompió con la nosografía psiquiátrica de su época. Trató de Introducir un enfoque del inconsciente que debía modificar el discurso y las nociones fundamentales de la psiquiatría.

¿Lo logró? No parece que sí, más bien parece que no, pues en nuestra actualidad la clínica psicológicapsiquiátrica está basada fundamentalmente en el breviario D.S.M. IVª edición revisada y de próxima publicación en 2011 el D.S.M V, donde está casi eliminada, troceada, la neurosis histérica y la neurosis obsesiva, y han tomado sólo significado los llamados trastornos somatomorfos y trastornos obsesivos compulsivos. Y así también ha ocurrido con la angustia, que se la cataloga y significa como ataque de pánico, agorafobia, trastorno de ansiedad, y stress (ahora también stress social).

La histeria, “la enfermedad” para Freud. La enfermedad ante la cual todas las otras Enfermedades nerviosas no son más que rarezas- tal como en una carta de 1912 escribió a C. Jung -está por tanto hoy en día alojada en el campo de la psiquiatría actual, de la ciencia médica.   Y si se la llegase a desalojar definitivamente de la ciencia médica, se encarnará en nuevas versiones, pues su historia atestigua el carácter tenaz y la plasticidad de esta afección. Es decir, la histeria sigue desafiando al saber médico y en la época actual podemos ver que se aloja “en lo demoníaco” de la ciencia actual, que son los microbios, los virus, las ondas, los órganos… que son silenciosos y así muchos sujetos histéricos se entregan hoy a los medicamentos, a la cirugía y a las exploraciones médicas con facilidad. Es la consecuencia en nuestra época de esa clínica psicológica-psiquiátrica donde no está el sujeto de la enunciación, esa clínica muda donde curiosamente hay mucho ruido, muchas palabras en forma de consejos, medicamentos, evaluaciones, protocolos, técnicas…

Clínica muda pues no es escuchado el sujeto, es sólo evaluado, clasificado y diagnosticado tomando al síntoma sólo como signo de una enfermedad. Y ante ese silenciar al sujeto cada vez más aumentan los malestares: las llamadas enfermedades funcionales, así como las enfermedades orgánicas, la angustia y la depresión, y nuevas maneras de enfermar que desafían y cuestionan al saber y que escapan al control de la clínica psicológica psiquiátrica. Por ejemplo: anorexias, bulimias, toxicomanías, adicciones a diferentes objetos técnicos, enfermedades orgánicas de difícil clasificación, nuevos síndromes como fatiga crónica, fibromialgia, psicosis atípicas, hiperactividad con déficit de atención, adicción al sexo que será ya incluido en el D.S.M V, trastornos desadaptativos. A la vez que un incremento del malestar social en nuestra sociedad, llamada del bienestar, malestar que se manifiesta en una cada vez mayor violencia sobre el semejante, acompañándose de ruptura del vínculo social que incrementa progresivamente la indiferencia, la marginación y la exclusión social.

Es decir, cada vez más exclusión tanto particular como colectiva. No hay una sin la otra. Ya nos recuerda Freud en su texto “Psicología de las masas y análisis del Yo” que la psicología individual es la misma que la colectiva.

Freud trabajó de forma especial las neurosis, desarrollando el concepto de represión. Represión primaria que diferenció de la secundaria o represión social, que luego algunos post-freudianos quisieron igualar. Posteriormente a Freud, Lacan en 1955 en su relectura de los conceptos freudianos, introdujo el concepto de forclusión del Nombre-del-Padre. Desde entonces sigue hasta nuestros días el encarar aun “una cuestión preliminar a todo tratamiento posible” con respecto a la psicosis.

Neurosis y psicosis son las estructuras clínicas, y por tanto diríamos que son los diagnósticos que el psicoanálisis plantea. Una tercera estructura, la perversión, como negativo de la neurosis, forma la tríada clásica de las estructuras clínicas para el psicoanálisis con las que sigue operando. Lacan no modificó las estructuras clínicas freudianas, sí aportó con su teoría y práctica psicoanalíticas, nuevos desarrollos teóricos, y por tanto clínicos en el psicoanálisis que es el de nuestra subjetividad contemporánea.

Subjetividad contemporánea con la cual estuvo comprometido, lo mismo que Freud lo estuvo en su época. Entre otros, el texto freudiano “Malestar en la cultura” y el texto lacaniano “El reverso del psicoanálisis, dan prueba de dicho compromiso, pues el psicoanálisis no es ajeno a la cultura, es decir, a la civilización. La traducción al castellano de “Malestar en la civilización” del título en alemán quedó como “Malestar en la cultura”. Civilización es más concreto que cultura, al menos en castellano.

Y recordarles, entre otros aportes innovadores de Lacan al psicoanálisis freudiano, el de discurso dentro de su teoría de los cuatro discursos, las cuatro formas discursivas de establecerse el vínculo social (discurso histérico, discurso del amo, discurso universitario y discurso analítico).

¿Qué significa discurso? Es la adecuación de hábitos, de usos y costumbres, que proponen a la comunidad histórica, una regulación de los goces permitidos, posibles, para garantizar una configuración estable de los lazos sociales.

Jacques Lacan nombró como discurso capitalista, como variante del discurso del amo para dar cuenta de nuestra subjetividad contemporánea. Discurso capitalista que no sólo incluye el modelo económico neoliberal que le es propio, sino como un discurso que rechaza la castración y, por rechazar la castración deja de lado las cosas del amor, del amor simbólico no del imaginario. Intenta hacer posible lo imposible, produciendo un goce sin límite. Desde ahí, goce sin límite, Lacan dice que es un falso discurso porque promete hacer posible lo imposible, al fin ser, al fin tener, el falo, en su alianza con la tecnociencia que con su exacerbada producción de objetos favorece un efecto de autismo social. Autismo social característico del individualismo moderno, del sí mismo en una ilusa promesa de completud, con la esperanza de que si no la conseguimos hoy será mañana, que lógicamente al no ser para todos produce un abismo segregacionista en lo social que conduce a lo peor, tal como Freud y Lacan anticiparon de nuestra época y que se puede constatar en nuestra subjetividad contemporánea: guerras, incluso preventivas, miseria, hambre, violencia, explotaciones diversas, incluida la infantil,… ue han adquirido un carácter pandémico contrariamente a lo que se podía esperar del progreso de la civilización.

Vemos que Lacan elevó a la categoría de discurso a la histeria, como discurso histérico, por ser el discurso de la subjetividad por excelencia, por tanto, de la normalidad. Pues para el psicoanálisis no hay normalidad, la estructura neurótica es la “normalidad” (como decía Freud, la neurosis es lo mejor repartido en el mundo).

Sí discurso histérico y no discurso obsesivo, pues la histeria a diferencia de la obsesión implica y hace a la intersubjetividad, a diferencia de la intrasubjetividad de la obsesión. En ambas neurosis funciona la represión primaria, pero la histeria pone en juego, aunque sea con sus artimañas inconscientes y síntomas, la falta estructural particular del sujeto humano, es decir, pone en juego el deseo. De ahí que sea incorrecta e incómoda. Deseo que la obsesión imposibilita con su estrategia inconsciente y síntomas como el fortalecimiento del pensamiento y así niega silenciosamente la castración, que por otra parte es muy políticamente correcto. La histeria habla y por tanto a veces no sabe lo que dice, y la obsesión piensa en silencio y dice lo que sabe.

Otra manera de silenciar la castración, de no hacer con el deseo, es la de-negación que la estructura perversa pone en acción. Freud en su tiempo estuvo algo forzado para incluir dicha estructura junto a las estructuras clínicas de neurosis y psicosis, pues constató en su clínica que siempre existe un rasgo perverso propio de la sexualidad humana, ya desde su infancia, lo que reflejó al definir al niño/a como “perverso polimorfo” y no como una criatura angelical que el buen sentido dice y sobre todo en el bienpensante. Aunque siempre Freíd diferenció, claramente, el rasgo perverso de la perversión como estructura; son diferentes.

La estructura perversa en sentido estricto deniega, silencia la castración simbólica y por eso no deliran. Sí creen en la posibilidad, por medio de sus prácticas perversas, con la voluntad de goce en sus actos, de la no castración del Otro. De ahí que Lacan denomine a los perversos como “los últimos creyentes”, pues creen en un Otro completo. Y eso aunque incluso les conduzca a una monotonía repetitiva del acto perverso hasta el aburrimiento, para tratar así de obtener la satisfacción plena que el deseo humano, por constitución, no puede lograr.

La perversión es un intentar convertir el deseo humano en instinto, en intentar “animalizar” el deseo para así poder lograr la satisfacción plena que el instinto natural, animal, permitiría. De ahí quizás “el bestialismo” que en ocasiones acompaña a ciertos actos perversos, tratando al otro, al semejante, como objeto absoluto de satisfacción, como puro objeto inanimado exento de toda subjetividad. Así es, por ejemplo, en el sadismo.

Y otra forma de estar silenciado el deseo en el sujeto, se da en la psicosis, donde también existe un sufrimiento sintomático y consecuencias en general más trágicas en sus vínculos sociales, donde la exclusión social suele estar bastante presente, más que en la neurosis y la perversión. Son los llamados locos.

Ha sido discutida la posición de Freud respecto a la esquizofrenia, en concreto si del  psicoanálisis podían o no beneficiarse los esquizofrénicos. Es cierto que dejó escrito que no. No mantuvo la misma opinión con respecto a la paranoia y a la melancolía. Y fue posteriormente Lacan quien planteó un tratamiento posible de la psicosis, pues aunque el psicótico está fuera de discurso no está fuera del lenguaje, como cualquier sujeto.

Fuera de discurso es que antes de hacerse pregunta ya le llega la respuesta y todo tiene una significación unívoca tal y como ocurre en los delirios. Siendo estos, los delirios, tal como Freud ya elaboró, un intento imaginario, no simbólico, de restitución del desastre en genera  angustioso, del caos subjetivo que ocurre en los episodios psicóticos, esas urgencias subjetivas cuando se desencadena el brote psicótico.

Lacan plantea un posible tratamiento de la psicosis desde el psicoanálisis e invita a los psicoanalistas a no retroceder ante la psicosis y poner a prueba también la teoría analítica y el dispositivo analítico en la psicosis, lo mismo que en la neurosis y la perversión, aunque no sea la misma manera de intervenir. Por tanto, ninguna heroicidad, sí disponibilidad. Restituir al loco su estatuto de sujeto, escucharlo.

Para ir terminando, como conclusión de manera parcial claro está, ya que no puedo extenderme más en esta comunicación que hago hoy para Uds., el psicoanálisis, inaugurado por Freud al dar cuenta del individuo afectado de inconsciente (que es una manera de definir al sujeto por Lacan) plantea que el sujeto queda en su constitución desnaturalizado. Esto quiere decir que pierde la naturalidad biológica y queda parasitado por algo y por ello no puede ya decirse “yo soy yo”, salvo si se delira, neurótica o psicóticamente, que tiene sus diferencias.

Pues el llamado sí mismo está afectado por el Otro, el lenguaje, de por vida. Esta particularidad humana (últimamente se habla de la condición humana), que desnaturaliza, pre-determina, ace un destino a cada viviente hablante.

Freud al invitar y al permitir dejar hablar a la histérica con “diga Vd. cualquier cosa”, es decir al instaurar el dispositivo analítico, se encontró no sin tropiezos, no sin equivocaciones, y no sin reelaboraciones de su práctica clínica, y eso caso a caso, se encontró digo, con poder leer, tal como dice “leo en los sueños”. Otra cosa, algo que es del orden de la escritura, de la escritura del inconsciente.

Para que pueda tener lugar esta lectura de la escritura del inconsciente, que se da simultáneamente, tiene que estar instalado el dispositivo analítico. Por tanto el que habla ha tenido que consentir, decir sí. Es decir, permitir poner a hablar al síntoma dirigiéndolo a la escucha de un psicoanalista que ocupa el lugar de Sujeto Supuesto Saber. Digo que hay que consentir. Hay quienes no consienten y prefieren mantenerse en el sufrimiento sintomático y quedarse en la queja, no voluntariamente claro está.

Esta constatación clínica no tan infrecuente es trabajada en Más allá del principio del placer por Freud. Es escandaloso para el pensamiento este poder preferir el malestar y el sufrimiento, es más escandalosos que la sexualidad infantil que se ha solido utilizar con tanta frecuencia para desautorizar y denigrar al psicoanálisis acusándole de ser un pansexualismo (hoy en día ya no tanto pero todavía se mantiene dicho prejuicio).

Es escandaloso que “el bien del sujeto no coincide con su bienestar” y así poder preferir vivir en el sufrimiento y eso sin ser masoquista. Es lo que Freud elaboró como pulsión de muerte, que actúa silenciosamente en el sujeto. Este planteamiento teórico y clínico produjo efectos y hubo determinadas desviaciones y rupturas en el movimiento psicoanalítico posfreudiano, omo por ejemplo: Jung que negó la pulsión de muerte; Hartman con el psicoanálisis del yo, del reforzamiento del yo; las diversas psicoterapias de inspiración analítica que tratan de terapeutizar la mente.

Lacan sostiene el concepto freudiano de pulsión de muerte, de lo que está más allá del principio del placer y acuño el término goce para dar cuenta de esta satisfacción paradójica, de esta otra satisfacción no regulada por el principio del placer que puede confinar con el dolor. A nivel de imagen podemos verlo por ejemplo en ciertas estatuas de Bernini y en obras de la imaginería española como por ejemplo obras de Gregorio Fernández y otros imagineros de la Escuela Castellana.

La pulsión de muerte actúa silenciosamente en el sujeto. Guste o no guste, se quiera voluntariamente que sea así o no se quiera, se proteste incluso por ello o no se proteste. Lo vemos en la atención clínica y lo vemos también todos los días en la civilización. La violencia hacia uno mismo y la violencia sobre el semejante, en sus diferentes modos y grados no desaparece. Parece haber acuerdo, nunca general, en que la violencia, lo que podríamos llamar “enfermedades de la violencia”, van en aumento en nuestra época.

El sujeto contemporáneo, es decir, todos nosotros, está en esta encrucijada por este silencio pulsional, que el discurso capitalista favorece con la muerte discursiva propia de este discurso, donde el objeto, de consumo, sustituye al significante.
¿Hay salida? El psicoanálisis no da, no puede dar una solución universal. El psicoanálisis propone la salida por la subversión del sujeto de deseo, ese sujeto que es bisagra entre lo singular (lo pulsional) y lo universal (efecto de cultura), y así poder hacer con, en, los vínculos sociales de su época de otro modo que no sea la destrucción y el dominio del otro. Esto implica que el sujeto, sea hombre o mujer, no eluda la responsabilidad subjetiva, que no sea indiferente y que al estar advertido pueda decidir.

Autor | Enrique Pastrana

La introducción del sujeto en la medicina

LH11_Manuel_DuroJ. Slimobich me animaba hace ya más de 10 años para que entrase en el campo de Voluntad de enfermo. Mi actividad como psicoanalista del CEF y medico especialista en Medicina Intensiva se prestaba a ello.

Recogí el testimonio viviente mediante dispositivos fonatorios de pacientes conectados a ventilación mecánica prolongada en casos tipo como el S. de Guillan-Barré (1). Así mismo percibí la importancia de la subjetividad  en las patologías orgánicas graves y desde hace 2 años se realiza un Practicum en colaboración  con la Facultad de Psicología de Granada en el Servicio de Medicina Intensiva  del  H. G. E Virgen de las Nieves y que tiene por cometido la importancia del sujeto en las patologías orgánicas graves “objetivo también de un curso de Experto que está en marcha”.

Así pues, no me extrañó nada que hace unos años Diego Gracia trajese a colación una expresión de Lain Entralgo que afirmaba “que una de las máximas conquistas de la medicina del siglo XX fue la introducción del sujeto en la medicina, y que esto por si solo definía el impacto de la obra de Freud.

Es decir lo que afirmaba Lain es que Freud es el gran introductor del sujeto en la medicina (no estaría afirmando que Freud es el introductor del sujeto en el mundo, que como sabemos fue  Descartes). Desde o después de Freud, la medicina comienza a ver al enfermo, no como paciente sino como sujeto pato-geneticamente activo, y por tanto como creador o modulador al menos de su enfermedad.

Desde el campo de la Bioética se diría que la enfermedad  no solo consta de hechos, sino también de valores; no solo se tiene, se es o se padece, sino también se hace y se crea.

Esto que ha tenido implicaciones éticas y legales se ha traducido como la importancia de conocer el punto de vista del enfermo o su participación en la toma de decisiones.

Se resume en el Consentimiento Informado y el documento legal más representativo del mismo es la Ley Básica de Autonomía del paciente del 14 Nov/2002 que se complementa con el añadido de  “Derechos y obligaciones del paciente en materia de información y documentación clínica”.

Ahora bien ¿Qué es lo que llamamos sujeto? Esta pregunta se hace necesaria en tanto en cuando el científico puede olvidar sin mayor perjuicio al sujeto requerido por la operación critica, en el sentido Kantiano.

Hace poco, concretamente, el 21 de Septiembre  del año en curso, Juan Abarca Cidon publicaba un articulo en un periódico de tirada nacional que llevaba por titulo “Mitos sobre la Sanidad Privada” y allí y en defensa de la Sanidad  Privada se afirmaba que: “Lo único que es valido y objetivo para determinar la calidad en sanidad son los resultados sanitarios, y que hoy por hoy, -continuaba afirmando el autor,- no hay ninguna institución publica y si las hay privadas que lo exponen públicamente”. Continuaba afirmando que ni siquiera sirve como indicador, el índice de satisfacción de los usuarios, precisamente por su subjetividad.

Acababa afirmando: “El único análisis valido que se  puede  hacer es por especialidades, bien por la morbilidad y mortalidad de los procesos o bien por el pronostico y la evolución de las enfermedades.

Aunque estoy bien lejos de ratificar la opinión del autor con respecto a la diferencia de Sanidad Privada – Sanidad Publica- más bien observo una homogeneidad en ambas, al menos con respecto a su ideal de validación científica –  me interesa resaltar qué pronto la subjetividad ha quedado invalidada frente al análisis objetivo de los resultados en sanidad.

Donde queda la tan cacareada “Unicidad del paciente” significando que todo paciente debe ser tratado como un individuo concreto, con su propia historia personal, con sus atributos, necesidades y deseos únicos. Y donde queda también que el paciente debe ser tratado en su “globalidad” como una personalidad compleja y total que desborda las actitudes reduccionista que restringen al paciente a su dolencia o a su sintomatología.

Lo que está en juego aquí, en la concepción de la Bioética, es la concepción animista que afirma que cada ser viviente tiene un alma propia perfectamente individuada. Individuación del alma que invade la noción de sujeto a través de los siglos , hasta llegar a Locke quien llega a derivar al termino sujeto del concepto de persona en relación directa con una conciencia capaz de sentirse una, a pesar de la extrema diversidad de las condiciones que atraviesa.

Esto último ha llegado a ser el sentido común de la palabra sujeto.

Muy lejos del sujeto del significante inventado por Lacan, que ante todo no es Uno, limitándose a atar o vincular significantes.

También en la tradición filosófica, existen sujetos que no se confunden con ningún ser humano individualizado, ejemplo de ello son:
a) el sujeto transcendente de Kant o b) el intelecto posible del averroísmo latino.
Se trata de sujetos en el sentido fuerte del término – agentes del pensamiento – sin que se puedan confundir con una persona cualquiera. Son condiciones para que se piense algo y nada más.

El sujeto lacaniano definido como representado por un significante para otro significante se  encontraría localizado entre la materialidad de los significantes sin sentido y la espiritualidad de las significaciones  que pueblan el sentido. Como tal lo puedo distinguir, pero no lo puedo separar, ni aislar. Carece de identidad y reflexividad. A este sujeto apuntamos cuando decimos: “El sujeto en las patologías orgánicas graves”, sujeto que se distingue de la función psíquica y de la psicológica en tanto nebulosas barridas por el discurso de la ciencia. Por último, una mención al segundo titulo de la ponencia “La importancia de sostener la vacilación en casos extremos”.

En la toma de decisiones orientadas por la Bioética es importante reseñar un momento que vacila entre dos cursos de acción extremos, un ejemplo sería: entre la limitación del esfuerzo terapéutico con retirada de los medios de soporte vital y el encarnizamiento terapéutico, aumentando los medios de soporte vital hasta la futilidad.

Se comprende aquí la importancia de la duda o la vacilación que podríamos vincular al primer movimiento del cogito cartesiano.

Wittgenstein en el Tractatus Lógico-Filosófico en 6.51, muy cerca del final, dice: El escepticismo no es irrebatible, sino manifiestamente absurdo, cuando quiere dudar allí donde no puede preguntarse. Porque solo puede existir duda donde exista una pregunta, una pregunta solo donde exista una respuesta, y este, solo donde algo puede ser dicho.

Para que algo sea dicho es necesaria la vacilación que habita el silencio. Pero cuando algo es dicho, no basta con la escucha, es necesaria la lectura, que sostenida por un discurso, permite el vaciamiento del sujeto. Y es ahí donde está la dificultad de introducir al sujeto en las patologías orgánicas graves.
Autor | Manuel Duro Lombardo
Notas:
(1) Se trata de un cuadro de poliradiculoneuritis que consiste en una parálisis progresiva y ascendente de las cuatro extremidaddes, llegando a afectar a la musculatura respiratoria y precisando respiración artificial.

El silencio en el diálogo analítico

“En música, lo más importante no se encuentra en la partitura”
Gustav Mahler

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P
alabra y silencio. Ambas son importantes equitativamente por su función, por su poder, por sus efectos. Pero inmediatamente surgen las preguntas, ¿qué tipo de palabra?, ¿qué tipo de silencio?, ¿hay distintos silencios?


D
esde el sentido común, se pueden situar diferentes silencios. Tenemos la expresión «el que calla otorga» que señala un consentimiento tácito a lo hablado. Está el silencio como signo anticipatorio de la importancia de lo que se va decir a continuación. Está el silencio del secreto que conlleva la tensión e incertidumbre sobre los efectos que puede acarrear
levantarlo. Está el silencio cómplice. Y muchos otros. Además, está la política o la estrategia sobre el silencio. Así vemos el silencio destructivo del odio o de la negación que intenta reducir a nada acontecimientos importantes, hechos y dichos que, por silenciarlos, se quiere hacer pasar como si no hubieran sucedido. Callarse o hablar se presentan, en
ocasiones, como verdaderos dilemas por las consecuencias que son capaces de desencadenar. Desde la Antigüedad se considera un arte saber cuando uno ha de tomar la palabra o escuchar en silencio, el arte del diálogo.


E
n un psicoanálisis hay una invitación a hablar: «diga Vd. cualquier cosa», pero esa exhortación no quiere decir que esté prohibido el silencio. Quizás pueda haber una aspiración a que se pueda decirlo todo pero cuando uno dice algo envía el resto al silencio. Es más, el silencio está presente, hablen o callen los interlocutores de ese diálogo inédito que surgió con el psicoanálisis.


E
n el analizante, quien sí esta obligado a seguir la ley de la asociación libre por más que le entren ganas de reservarse y callarse en lo tocante a algunas miserias, puede darse este silencio a causa de la transferencia. Cuando eso ocurre, Freud nos brinda la indicación de hacerle hablar con aquello de, «quizás Vd. está pensando en algo acerca de mí» y a este truco se responde siempre, cien por cien de efectividad… Puede producirse el silencio como reserva de decir algo porque no conviene decirlo todavía, que responde a un «ahora no», lo diré más tarde, no vaya a ser que por decirlo demasiado pronto confunda a mi analista. Hay otro silencio que, como indica Lacan, hay que entender «no como negativo sino que vale como más allá de la palabra. Algunos momentos de silencio, en la transferencia, representan la aprehensión más aguda de la presencia del otro como tal». Es decir, momento de aprehensión de que se esta hablando a otro, presencia del prójimo que se puede entender no como semejante, reflejo de nosotros mismos, sino sobre todo ese otro en su diferencia de modo de gozar, el prójimo al que conocemos pero que nos sorprende, con quien podemos tener una relación intensa pero que, al mismo tiempo, conserva un velo fundamental que es el misterio.


A
l analista, por el contrario, ante una demanda del analizante, le asiste «el derecho» a guardar silencio. Expresión que tiene esa connotación de que en ese momento es más importante lo que silencie que lo que pudiera decir, que diciendo algo (fuese lo que fuese) malograría la situación. El silencio del analista puede tener también distintos sentidos. Y es importante hacerlo ingresar en el momento justo y así: puede ser respuesta a la palabra vacía en lugar de relleno locuaz, hacer silencio ante lo que el analizante le ha
confiado, hacer silencio como tiempo de espera, hacer silencio como corte. O algunos otros.


P
ronto se vio que el silencio era generador de una serie de problemas prácticos en la cura analítica y, además de Freud, fue trabajado por distintos analistas postfreudianos. Uno
de ellos es Robert Fliess, hijo de Fliess, el interlocutor de Freud por correo. Escribió un texto: «Silencio y verbalización: suplemento a la teoría de la «regla analítica».


E
n ese texto, Fliess toma en cuenta las observaciones de Karl Abraham[1] sobre ciertos rasgos de carácter que pueden atribuirse al desplazamiento de la satisfacción oral de la succión a una necesidad de dar por la boca, es decir personas que además de querer obtenerlo todo tienen una constante necesidad de hablar y atribuyen a sus palabras un valor o poder especial, entre sus rasgos principales. El silencio se convierte en una defensa frente al erotismo oral. Asimismo toma en cuenta la indicación de Ella Sharpe por la que el hablar reemplaza a la actividad de apertura de los orificios erógenos y las palabras son sustitutos de sustancias corporales.


S
e producen entonces equivalencias y así hablar representa un sustituto de la apertura esfinteriana mientras que el silencio es equivalente del cierre de los orificios erógenos. La boca se puede «convertir» en una uretra o un ano pudiéndose hacer con las palabras lo mismo que se hace con la micción o las heces: retenerlas o expulsarlas. Parte de que se pueden distinguir tres tipos de lenguaje erótico-parcial: uretral, anal y oral con sus correspondientes tipos de
silencio en la cura analítica. Cada forma de silencio puede ser referido al
cierre de un esfínter particular. [2]
¿Por qué son importantes estos tipos de silencio en la cura analítica? Porque merced a la regla analítica, al reactivar la neurosis infantil, se produce un desplazamiento de la erogeneidad infantil latente sobre el aparato del lenguaje, produciéndose un lenguaje erótico parcial y una descarga pulsional por medio de la palabra. Las diferentes formas de silencio son cortes de ese lenguaje erótico, sintomáticos de una lucha por el control de una descarga pulsional de afectos regresivos. El discurso se ha convertido entonces en objeto de una erotización, que sigue los desplazamientos de la erogeneidad de la imagen corporal. Todo ello determinado por la transferencia.


E
l mérito, dice Lacan, es que, por la vía de una cierta percepción, haya captado que si el discurso toma esa función erótica, esos silencios indican la inhibición de la satisfacción que experimenta en él el sujeto. «El silencio es el lugar donde aparece el texto sobre el que se desarrolla el mensaje del sujeto». Porque no está en juego el yo sino que se trata del sujeto. Nos enseña a distinguir la calidad y el valor de un silencio por el modo como el sujeto entra allí, lo hace durar, lo sostiene y sale de él. Hasta ahí se juega la presencia erótica del sujeto.


M
ás allá de las descripciones y usos del silencio, hay un silencio estructural que, precisamente, los diferentes discursos tratan de regular, el silencio de la pulsión de muerte o goce.


E
l discurso analítico se rige por una lógica de lugares. Así, el analista hace semblante de objeto a, quiere decir que es el lugar del que causa palabras, en ese causar palabras
logra que el otro diga cosas que le pasan.


L
a persona viene y nos trae sus malestares, sus enredos, sus acontecimientos para trabajar y el analista tiene la posibilidad de interpretar lo que dice el analizante basándose en la homología, la similitud, la conexión («Vd .hace con esto como con tal otra») traduciendo de un sentido a otro, o puede dejarle hablar y agregarle la dimensión subjetiva que no puede ver por ella misma. Un ejemplo puede ser el de una mujer que dilapida en su trabajo y en ese dilapidar compromete a toda la serie de mandos por encima de ella. ¿Por qué hace eso?, ¿Por qué se metió ella y metió a sus jefas en ese lío? La lectura dice: le gusta hacer bochinche, hacer ruido, lo ha hecho desde adolescente, no es de llevar a cabo importantes empresas, lo que le va es hacer ruido provocando barullos y comentarios, con pérdidas importantes para ella. Esta lectura representa muy bien «el ser» del sujeto,
está en la estructura de su mismo acto.


E
s decir, en lo que dice el analizante, que tomamos como texto, se sobreimprime o acompaña otro texto que se puede leer. ¿Qué se lee? se lee algo que no esta en el sentido, se lee lo que se escribe en silencio. Aparece sorpresivamente algo inconfesable pues es imposible de decir y por tanto imposible de ser escuchado pero sí posible de escribirse y, por tanto, de ser mostrada en una lectura.


D
ecía antes que se puede pensar que nuestra función es añadirle la dimensión subjetiva que la persona no puede ver por sí misma. Pues la persona es el sujeto mas el objeto a. Porque el sujeto recibe su lugar, su sustancia, su ser (dasein), del objeto pulsional, de la letra. Es en la escritura de esa letra a que es objeto, en el relato, donde aparece como el sujeto es captado por alguno de ellos. Por ejemplo, en lo que nos relata podemos situar el masoquismo, la potencia superyoica de la voz que no suena pero que indica, da órdenes y críticas con tal silencio que funciona como nuestro propio pensamiento. Lacan se pregunta por qué millones de judíos fueron al Holocausto sin ningún gesto de
desobediencia o defensa. Una respuesta que agrega es por la potencia de la voz que funciona en silencio. Theodor Reik, discípulo de Freud, en su articulo «En principio es el silencio» (1926) dice: «El analista no oye solamente lo que está en las palabras. Oye también lo que las palabras no dicen» que está cercano, en parte, a lo que venimos diciendo. Sin embargo, cuando añade: Oye con «el tercer oído…» nos alejamos de él pues no se necesita un psicoanalista biónico con un tercer o incluso un cuarto oído ¿por qué no?, sino
un analista lector pues con la sola escucha del analista no es suficiente.
[1] La influencia del erotismo oral sobre la formación del carácter. K. Abraham. Obras escogidas. RBA.2006
[2] En esta descripción tiene en cuenta el comienzo del silencio, el grado de oposición al habla, el comportamiento y el cese del silencio. El primero de ellos es el más «normal», parecido al silencio que puntúa una conversación normal. Ni al comienzo ni al final del silencio aparece ningún conflicto. El analizante parece absorto en sus pensamientos, solamente parece haber olvidado la regla analítica que retoma diligentemente a la indicación del analista. Pero el silencio ha servido para cambiar el tema de análisis, ahora
menos comprometido para el sujeto. El aparato del lenguaje funciona según el modelo del esfínter uretral en el momento de cierre, al interrumpir el flujo de palabras la
actividad es «cuasi» voluntaria y de débil contracción. Al segundo tipo de silencio lo llama erótico-anal. Parece como si proviniese de una inhibición: el silencio interrumpe la sintaxis, parece perturbar al hablante. No prosigue cuando el analista lo invita a ello. El analizante esta en estado de tensión y de conflicto y la duración del silencio es variable. Hay signos corporales de esta tensión: el rostro, la postura evocan los de un sujeto atribulado. Cuando puede hablar lo hace revelando solo una parte del pensamiento. El conflicto a favor o en contra de la verbalización es más dramático y el proceso excretorio trasladado al habla es de índole de fuerte contracción, siguiendo el modelo del esfínter anal. Hay una lucha entre decir o no decir algo, la interrupción en el discurso parece «involuntaria», al volver a hablar parece que lucha contra una resistencia casi física. Para controlar un afecto por medio del silencio el aparato del lenguaje debe funcionar como el erotismo anal: tratar el producto excretado, la palabra, como si fuera sólida e inhibir
su «excrección» una especie de estreñimiento verbal.
Autor | Pedro Muerza

El silencio y palabra como lenguaje del cuerpo y sus resonancaias

MoisesEl silencio es estruendo del lenguaje, en ausencia de la palabra. Esta ausencia habla en el silencio, establece parámetros, da lugar al gesto, presumede arrogancia, nos arroja la desazón y fortalece el mensaje. El poeta se inspira en silencio y el grito hace un agujero donde entra el exceso. Y mejor callar si no se puede mejorar el silencio. También el del animal es silencio, si por silencio se entiende el callar de la palabra y es en silencio que un estremecimiento recorre los cuerpos,

Y en todo esto el cuerpo transcurre en el silencio. El ruido, todo, es exterior y si suena en el interior del cuerpo, gutural, rítmico, corazón o tripa, jadeo o exhalación a un sonido claro, sin música ni significación. 

Y
 eso no priva al corporeizado de, atento a su cuerpo, al sonido como perfección de su respiración, del latido, o por lo contrario, el disturbio, el anuncio del desperfecto. De hecho, la medicina logro un salto de gigante al penetrar el sonido al interior del cuerpo.

E
n ocasiones el cuerpo es definido como envoltorio de una sustancia que lo anima, que puede tomar el nombre de “yo” y en otras ocasiones nombrase “alma”.

Esto es así, en un sentido o sentimiento común del cuerpo. Es vivido como unidad material, ya hemos dicho bolsa que encierra órganos, que posee mo vimientos
y necesidades que lo mantienen sobre esa superficie llamada vida.

La duración en el tiempo, fechada incierta pero con certeza de fin, logra de mostrar que el cuerpo humano no es diferente de cualquier especie que viva en el camino de su envejecimiento y corrupción.

Este es uno de lo modos de pensar el cuerpo, pertenece al campo de la evidencia y del sentido común. Pero no es de este modo como debemos acercarnos, desde nuestra disciplina, el psicoanálisis, al cuerpo del humano.

D
e allí que asumamos una reflexión, o mejor aun su pregunta y discusión, y las consecuencias de su respuesta:

A- O el lenguaje es una herramienta, colosal por cierto, exterior al cuerpo, de la sobrevivencia humana y de su reinado sobre otras fuerzas de la naturaleza
B- O se hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo , y no herramienta exterior al cuerpo
C O e encierra en esto un debate cierto, porque no dejando de lado la primera hipótesis de la razón del lenguaje como herramienta en el acontecer humano, la segunda hace del lenguaje parte del mismo concepto de cuerpo y no de herramienta exterior al cuerpo.

Por ejemplo: la razón y su discurrir encuentran en el cerebro, la base mate rial necesaria para el lenguaje, es condición material. Pero no suficiente para definir la incidencia del lenguaje en su encuentro con el cuerpo. Y más aún, radicalmente, desde el punto de vista de la mutación que lo humano propone a la naturaleza animal, no hay cuerpo sin lenguaje, no hay lenguaje sin cuerpo.

Finalmente, no podemos pensar el lenguaje sin el anudarse de la palabra y el silencio que lo hacen necesario. 

E
s evidente que el lenguaje hace la cultura, es decir, la realización de la sociedad en sus múltiples aspectos. Y desde el punto de vista del juego de la naturaleza, esa que funciona en silencio, no podemos negar la influencia quela geografía, el paisaje de un sitio, hacen al cuerpo humano y sus modos de reaccionar frente a lo que se le presenta dado.Este casi preámbulo es útil para peticionar el lugar del silencio en la estructura del lenguaje y en su relación con el cuerpo. Y lo que sucede en el lenguaje con el término función. Tomemos una pintura, que en silencio nos muestra de tal modo cuestiones que las épocas se delimitan y las políticas se muestran y donde alguien puede gritarle “habla” a una estatua pues es lo único que falta, romper el silencio, aunque esto introduce una duda, pues quien sabe si el tal David de Miguel Ángel al tomar la palabra no hubiese hecho alabanzas insensatas o jugar a las adivinanzas acerca de quien era su padre y que a la postre se muestra que es mejor callar si no puede mejorarse el silencio.

N
os muestra en silencio Velázquez la apertura a la época moderna, donde el hombre, por primera vez es captado, no es su ser, siempre peregrino en el lenguaje, sino en su función: Velázquez se pinta a si mismo en Las Meninas como pintor de la corte, Y desde entonces cuando preguntamos por el cómo es de cualquiera, nos dirán su función social, profesión o empleo, y luego algún dato sobre su carácter o modos. Hay un silencio sobre el ser, que no comparece al lenguaje más que ocasionalmente, interrumpiendo la cadena de representaciones del sujeto. Y se especifica en el psicoanálisis como el ser del inconsciente, siempre huyendo en las metonimias del lenguaje.

Resaltando el silencio, encontramos la política como lugar donde se nos muestra éste, en forma magistral. Pues siendo la política el arte de lo posible, debe callar lo imposible, Y a cambio, nos propone la imagen, consistencia de lo imaginario,

E
s entonces que una imagen muda “vale por mil palabras.”. Y deja caer sig nificados latentes que el observador completa o lee, con los criterios que le son propios. Así, un afiche de un candidato muestra su imagen con una sola frase:”con x ganamos”. Este significante “ganamos” apela, por la ley del significante a su contrario “perdemos” y a la imagen contraria, con lo que la imagen del afiche en cuestión nos dice “con x ganamos, con los otros perdemos”.

N
o hay imposible para la prédica política, pues no se trata del campo de ver dad, sino del campo de seducción, cumplida por una función del significante.

Así como podemos encontrar en la política el silencio, trabajando el sobreentendido, la apelación a las fuerzas oscuras de la enemistad, utilizando la sospecha como modo de la certeza de las miserias del contrincante, encontramos el silencio de otro modo y en otras prácticas.

E
l psicoanálisis muestra que la voz, que trae la palabra, se confunde con el ruido. Es que tanto la palabra como el ruido necesitan de la escucha. Nos problematiza el hecho de que hay voces que irritan y logran transformar nuestro ánimo. Es decir, que el oído nunca se cierra, pues no tiene la posibilidad de hacerlo. Pero también es verdad que no escuchamos todo lo que se nos presenta, y como señala la frase “hacemos oídos sordos” en aquello que no nos interesa.¿Como se resuelve esta cuestión de un oído que no deja de escuchar, incesante voz del mundo, con el silencio que podemos habitar, ya que la voz puede convertirse en lejanía y silencio? El discurso analítico nos muestra como es que la voz se convierte en muda, o al menos se aleja del puro ruido: es cuando introducimos el significante, es decir que al puro sonido de la voz se le introduce la ley del significante y se organiza, con respecto a lo que se escucha las dimensiones de la significación y de una dialéctica organizadora de ese campo de significaciones. Si esto no sucede, somos invadidos por una voz o sea por un ruido, que estremece todo nuestro cuerpo y que en ocasiones nos conduce a la ira. Por ello, no toda música es agradable, siendo aquella que nos permite vibrar, introduciendo la tristeza, la alegría, e incluso la angustia, para hacerla vivir más allá del sonido.

A medida que desenvolvemos la función del silencio , en las distintas practicas,nos encontraremos con asombro el lugar que ocupa el silencio , pues este queda relegado en un punto de atención, como un actor secundario, pero teniendo en cuenta que la obra no resaltaría de ningún modo sin ese actor.

S
obre el fondo del silencio la palabra nos anuncia su falta, tanto como el silencio puede asumir la forma de la falta de palabras. En la práctica analítica, el psicoanalista calla, aunque en ocasiones tenga algo que decir sobre lo que se le plantea, Y calla para dejar lugar al silencio, donde los dichos de su analizante valdrán sobre el fondo de su silencio. Es, por otra parte, lo que pide la histérica a Freud, cuando le pide que calle, pues ella, la histérica, que llama al psicoanálisis la cura por la palabra, no quiere que Freud rompa el silencio, sino que la escuche. Y el silencio es fundamental para que exista la escucha.Como sabemos, Moisés recibe las tablas de la ley en silencio, pues Dios escribe con letras de fuego sobre las piedras los mandamientos, siendo muy pocos los términos que le dirige, además de algunos rayos y truenos y aquel “Soy el que soy” con el que zanja la pregunta del “quien eres”que le dirige Moisés. Es en silencio que eso se escribe y luego circulara por los pueblos del universo.

P
ero de otra Operación hablamos: esta sucede en un oscuro presidio peruanos, entre un grupo numeroso de guerrilleros , que serán utilizados como ejemplo de una circulación en silencio, donde se compromete el lenguaje y el cuerpo, y de ningún modo un debate ideológico o un acuerdo con los métodos proclamados por este grupo ni oposición , como si ocupáramos la posición de un observador neutral, cerca de la pretensión de una ciencia, que no ocupándose d el sujeto, hacen suyos los postulados de objetividad, racionalidad, y generalización necesaria con que avalan sus investigaciones Sin embargo, es inútil y nada eficaz dejar de lado el termino Sujeto, pues en el se sustenta los criterios de la transitividad individual. Debemos explicar esto: el sujeto no solo no se refiere a yo alguno, por lo contrario es lo que de cada cual pertenece a un orden transindivual, haciendo depender a dicho yo, en gran parte, fuera de sus posibilidades de creación y sublimación, de la cultura de su tiempo y de la historia, de los linajes, que le precedieron.

Es difícil, aparentemente, de comprender el término sujeto, pero si tomamos por ejemplo, el cuerpo femenino de moda en siglos pasados y el actual modelo anoréxico, daremos cuenta de la transformación de los cuerpos según los criterios culturales de la época. Del mismo modo que las playas donde cuerpos se hacen del sol, era propio de las clases bajas, teniendo en cuenta que la blancura de la piel era un símbolo de distinción. Estas aparentes tonterías marcan las épocas y los estilos. Y un poco más aún, el sujeto pende de un discurso y sin la lógica de un discurso, el sujeto no se produce, ya que el discurso da cuenta del lugar desde donde se habla, aunque aquel
que habla no lo sabe con exactitud. El sujeto lleva al yo a actuar según la época, en silencio.

L
ugar, letra, posición, el sujeto no es uno, es el gira en los vínculos sociales y en el campo de los discursos

R
etornando a la función del silencio en la cárcel, estos presos aislados, de a dos o tres por celdas, mudados y mezclados nuevamente, para que no puedan existir conspiraciones, buscan un modo de conectarse. Y lo intentan a través de dos caminos.
Por un lado, la distribución de lugares: en cada celda el uno debe encargarse de tal asunto, el 2 de otro, y el tercero, si lo hay de otro. Así, al llegar alguien nuevo, desde otro sitio de la misma prisión, ocupa tal numero, sabe su sitio, conoce su función, y es la de ser un numero. Es buena opinión la que percibe que este sistema funcional es el de la fábrica, donde cada operario conoce su función y su número. Aunque la objeción posible es que ninguna dirección organiza este modo de circulación, es obra de una comunicación intracarcelaria, que se logra discutiendo un libro. Esto muestra en forma muy clara y extraordinaria un lugar del sujeto, como algo que va más allá del individuo.

Este libro que se discute es el único que se le permite a estos presos leer: la Biblia. Y como todas las ventanas del penal desembocan sobre un patio central, donde los prisioneros hacen su ronda, leen la biblia en voz alta, y comentan, informan. ¿Cómo lo hacen? Con un doblaje de la narración. Dan a leer la actualidad de su situación y los modos de sobrellevarla: ellos son los esclavos del faraón, unos llevan el barro, otros la paja, el tercero los mezcla, y si para estos esclavos la construcción es la pirámide, para estos presos es soportar la inermidad que proviene de la individualidad. Así, distribuirán sus lugares, harán soportar en ellos su función, y se informaran
de cómo están las cosas en el dominio del faraón, al cual combaten con la fuerza de un libro.

Y
 lo que éste da de si, cuando un libro se lee del modo conveniente, no para pegarse a lo que dice, sino para que vibre en lo no dicho.

I
gual que un cuerpo
Autor | José León Slimobich

Historia y silencio

LH11_JuresaCuando Freud escribió “Moisés y el monoteísmo” reformuló, para la historia judía, el origen mismo de su pueblo a través de la construcción de una “verdad histórica indocumentada para la que no había más “soporte material”, (en cuanto a documentación, en cuanto a registros y fuentes habitualmente llamadas “históricas”) que lo que él mismo había descubierto a través de su experiencia con el método de su invención, el método analítico de exploración del inconciente. Es conocido que Ernest Jones, fiel discípulo y biógrafo oficial de Freud, tomó a este libro como un juego senil de su venerado maestro.

Los historiadores positivistas jamás tomarían como válida una manera de “hacer historia” mediante inobservables directos, en el sentido clásico del método científico. Freud, en su libro histórico por excelencia, realiza la construcción de un relato. ¿Sobre qué? ¿Cuál es el concepto articulador que le permite fundar una “verdad histórica” sin ninguna evidencia o registro observable?

Tengamos en cuenta que “lo observable” para la ciencia acontece en un campo de registro que precisa de la percepción, y para ello es que la tecnología “afina” y “amplifica” esa capacidad natural del hombre para percibir a través de sus sentidos. La ciencia moderna se inaugura con un paso hacia delante respecto al campo de la percepción. El desarrollo moderno de la matemática permite anticipar fenómenos que no podemos registrar mediante alguno de los sentidos, ni siquiera a través de alguno de los aparatos que los afinan o amplifican. La teoría de la relatividad de Einstein fue un gran ejemplo de anticipación en abstracto, de fenómenos que posteriormente se pudieron experimentar a través del desarrollo científico-tecnológico, mediante aparatos de medición acordes a las exigencias que formulaba la teoría.

Este nivel de formalización de lo real nos aproxima a un modo de percibir la verdad, ausentes de todo registro empírico, de los sentidos. Una verdad en ausencia de evidencia empírica, que no se muestra “a los ojos”, sino que causa su apertura (recordemos el comentario sobre el sueño de Freud: “se ruega cerrar los ojos”, en relación al momento clave de la invención del psicoanálisis[1]).

En este registro Freud construye una historia, la de Moisés, ausente de toda prueba documental, ausente de evidencia empírica. Sin embargo, resulta. ¿Verdadera para qué?

Volvamos a la pregunta formulada al principio del artículo. ¿Sobre qué concepto se puede articular un relato histórico que resulte verdadero, aún ausente de todo registro empírico que la constate en forma directa?: decimos que es el concepto de pulsión. Un concepto que también tiene su historia dentro del psicoanálisis. Aquí solo afirmaremos que no se trata de un concepto biológico ni puramente espiritual. Es un concepto que soporta la creación de un cuerpo afectado de lenguaje, fundado en esa afección, y que por eso mismo, no se abarca a si mismo. Es decir, su comprensión científica no termina en los límites de su individualidad, sino que recibe del lenguaje una inscripción en la cultura, en
la historia de la comunidad en la que en ese cuerpo se funda la afección antedicha. Esa afección individual, a su vez, implica al conjunto, en la cadena de las generaciones.

Por lo tanto, no se trata solo de la historia construida a partir de los registros, de las evidencias, de las pruebas, sino de una nueva historia que se incorpora, que es la historia pulsional. Esa historia pulsional, al decir de Freud, deja marcas, huellas, los hitos de su verdad. Pero esas evidencias, como en los sueños, no están a la vista ni se hacen oír en forma directa, permanecen oscuras y en silencio. Son increadas. Lo cuál no significa que no existen. Podemos decir que no se pueden crear de cualquier forma, de la nada y a gusto personal. Esta es su verdad o el fundamento de su verdad. Se crean en una relación casi forzada con el lenguaje, ya que las huellas, las marcas del goce pulsional son la letra de la lengua hablada. Restos vivos de lo muerto, que hacen lo inmortal. Es decir, que de cualquier forma siempre hablamos en relación a esas marcas, las marcas del goce, porque eso nos hace hablar.

Eneste sentido, del silencio que habitó la palabra de sus pacientes, y de su propia historia y marca de inscripción judía, Freud extrajo el descubrimiento de su propia judeidad.

En el mismo acto por el que se construye una historia fundada en la verdad de las marcas del goce pulsional, se renuncia a una porción de ese goce, y se le da un destino sublimatorio. A esto Freud lo denomina en el Moisés: “progreso de la espiritualidad”.

¿Qué es tal progreso? “consiste en decidirse uno contra la percepción sensorial directa a favor de los procesos intelectuales llamados superiores, vale decir, recuerdos, reflexiones, razonamientos; determinar, por ejemplo, que la paternidad es más importante que la maternidad, aunque no pueda ser demostrada, como esta última, por testimonio de los sentidos”[2]

Por lo tanto, el “progreso de la espiritualidad” implica aprender a valerse del padre, y en ese sentido es “más importante”. ¿Valerse para qué? Esta misma nota trata de aclararlo: para que cada quien construya su historia en su comunidad, una historia para su comunidad y una historia común. La clínica lo demuestra, tanto para hombres como para mujeres. Es evidente que de lo que Freud habla, en su definición sobre el progreso de la espiritualidad, con la frase: “aunque no pueda ser demostrada” (a la paternidad), es que el padre es un nombre antes que un hombre.

Un nombre con el que poder hacerse de una vida.
Autor | José Luis Juresa

[1] Psicoanálisis: los nuevos
signos. Juresa- Muerza Ed Atuel 2009

[2] Moises y la Religión Monoteísta.
Sigmund Freud. Ed. Amorrortu

El concepto de la carencia: modulaciones de la plusvalía y el plus de goce

Presentado en la jornada «Silencio y Política» celebrada en la UAM (Universidad Autónoma de Madrid)
LH11_Gomez

«El problema de los islotes de conocimiento es el desmontaje que se produce en su contacto con la realidad. La voz alemana Umbegriff alude a la negatividad de Begriff (concepto), sin embargo, no es una negación del concepto, sino el intento de recoger lo que éste expulsa y se organiza de otra manera, señalando la precariedad del mismo».

M
e gustaría situar un poco el trabajo que me he propuesto para este espacio, a caballo entre la filosofía y el psicoanálisis, ya que aunque exista cierta migración de los conceptos
analíticos a la filosofía, y viceversa, no representan ámbitos homogéneos.

E
n el ámbito del pensamiento se considera a Hegel el último representante del pensamiento fuerte y el primero del débil. ¿Por qué estas dos etiquetas? Hegel produce una nueva forma de movimiento de las ideas, a la que se ha denominado dialéctica.

É
l mismo sitúa su moción en una especie de aspiración a que el concepto abrazara toda la realidad. Esto plantea una astucia de la razón de difícil cumplimiento. Si la Historia para Hegel es la ciencia por excelencia, su despliegue ha de ser coincidente en el tiempo con la razón. El tiempo, para Hegel, representaría la astucia del concepto para volver a ser él mismo. Sin embargo, esta propuesta implica que la historia del pensamiento se clausurará en el momento en que el concepto se iguale a la historia. Él creyó ver en el brillo de la cabeza de Napoleón volviendo de Jena la clausura de la Historia. Definitivamente lo salvaje se habría cubierto con el vestido de la lógica, se habían superado los excesos de la Revolución Francesade 1789. Puede que no le faltara razón, con respecto al código civil, de cuya transmisión se jacta el mismo Napoleón: «Nadie me recordará en la historia por
las batallas que he ganado pero sí por mi código civil». Ustedes saben que una gran parte de los Estados contemporáneos organizan sus constituciones alrededor de este código, respetando, sobre todo la propiedad, y la capacidad de las personas para organizarse alrededor de esto.

E
s el mismo Marx, el Marx más hegeliano, el que asesta un duro golpe a esta astucia. Introduce el movimiento del mercado en la lógica, y dice: «Es como si la Santa Lógica, para
Hegel, se viera libre de los avatares del mercado». Esta mistificación nos lleva a preguntarnos qué ocurre con esta nueva forma de circulación que imprime la sociedad burguesa a cualquier cosa que anteriormente fuera sagrada, hasta los pensamientos más perfectos y más elevados.

T
odos los sistemas de pensamiento anteriores habían necesitado de una lógica fuerte que concluía en un cierre categorial, sin embargo, la dialéctica es un sistema envolvente, pero lógicamente débil.

D
e esta especie de aspiración burguesa a cambiar la vida y el movimiento de las cosas, quedan fuera todas las cuestiones que no tengan que ver con la propiedad, la igualdad y la libertad, éstas dos últimas más o menos constreñidas por la primera. Hasta el estatuto de mayorazgo, pergeñado por Hegel para los más pobres, queda en entredicho, ya que el destino de los recursos a la acumulación de propiedad no se ve libre de la continua incitación al consumo. Lo poco que el pobre pudiera apretarse el cinturón se ve ontinuamente golpeado por la incitación al consumo, necesaria para el sostenimiento del sistema.

E
l movimiento de las mercancías, en ese baile que capta muy bien Marx: Mercancía- dinero- mercancía, se paraliza en cualquier momento, cualquier eslabón de la cadena que se rompa representa una crisis. Y las crisis no son nuevas, ya Marx vivió una, de la que da cuenta él mismo. Esta dialéctica entre los propietarios de los medios de producción y la
mano de obra se detiene por diferentes factores. Con lo cual es imposible el infinito progreso.

S
in embargo, el gran descubrimiento de Marx no es esta dialéctica entre los propietarios de los medios de producción y la mano de obra, (y su reducción de la Historia al movimiento de éstas es bastante sumaria), sino que el hombre asalariado trabaja, no para producir sus condiciones de vida, produce objetos de intercambio. Estos objetos arrebatados de la mano del que los produce van generando un plus, se fabrican más objetos de los que el que los produce necesita y los beneficios de estos vuelven al
bolsillo del que ha permitido su fabricación. El mismo mercado produce una especie de fetichismo, de circulación vertiginosa, de adoración del objeto, del que la mayoría nos quedamos prendidos, y unos cuantos tienen la posibilidad de soltarlo cuanto antes de que se devalúe.

E
sa es la filosofía, algo que genera la función de la prisa, y a su vez una especie de intersubjetividad que compite para captar cuanto antes la solución de que se trata.

M
arx, hablando de esta primera crisis vivida del capitalismo, comenta la ingenuidad de Say y Ricardo (economistas ingleses), que pensaban que realmente producción y onsumo, demanda y oferta estarían en un equilibrio constante. Su crítica va hacia esta especie de equivalencia en la circulación. En las crisis se destruye la equivalencia, mercancías detenidas, salarios bajos y fuga de capitales son la muestra del desequilibrio. Está claro que el dinero en esa circulación ha sufrido una
metamorfosis, no le interesan las mercancías, sino los lugares de refugio, a salvo de una especie de locura colectiva, producida por el mismo sistema. Ya Derrida en Dar(el) tiempo señala una clasificación con respecto a las garantías del dinero, no suya, sino del tío de André Gide:
1-Moneda-oro moneda-plata con pleno valor intrínseco.
2-Papel moneda representativo, cuya convertibilidad garantiza el Estado.
3-Papel moneda fiduciario, con garantía no segura.
4-Papel moneda convencional o moneda ficticia, no convertible y de curso forzoso.

Charles Gide
(economista francés)

E
s decir, el dinero en circulación puede aumentar bajo formas ficticias para dar más dinamismo al mercado y financiar proyectos que producen una mayor contención social y a su vez abren nuevos mercados, no obstante la garantía sobre este dinero logra una jurisprudencia poco sensata, y viene teñida de un carácter ludológico (al final gana la banca).

¿Adónde quiero llegar con esto?

S
ubrayemos la garantía del Estado, a todos nos remite a lo más reciente, el Estado exige a la burguesía un movimiento, capaz de generar trabajo suficiente para que la población no permanezca ociosa. Pero, esta atmósfera tan dinámica implica que seamos una sociedad más dromológica que lógica, más pendiente del movimiento que de la coherencia.
Esta acepción no me corresponde a mí, sino a Paul Virilio, que incluso plantea la sociedad actual, no como democrática, sino como dromocrática.

L
a sociedad contemporánea y la economía capitalista proceden con una enorme capacidad de aplastar el tiempo, aumentando la velocidad y disminuyendo el tiempo de reacción. Por ello, para pensar esto, necesitamos algo que catetice la función de la prisa.

U
stedes saben que los objetos pulsionales que teorizó Freud son cuatro: la voz, el excremento, la mirada y el seno. No estamos en el espacio para explicarlos, así que señalaré solamente que estos objetos pulsionales no remiten al órgano sino al placer y su extensión, van más allá de su satisfacción. La introducción del campo pulsional en el pensamiento produce la pregunta por el origen y el borramiento de éste en el propio movimiento. Por ello, a mi juicio, se nombra, desde el pensamiento, al psicoanálisis con el estatuto de revolución.

D
e este más allá, que produce el campo pulsional, Lacan infiere que hay algo que no se satisface con el abrochamiento lógico, pero que se escribe. Y que él condensa en una letra «a» que implica el objeto y la relación con el objeto, es decir, la voz no es solamente el sonido que sale de la boca, sino el lugar desde el que creo ser escuchado y demandado.
El escíbalo no es solamente el desecho, sino lo que puedo ofrecer y retener. El objeto pulsional catetiza la posición del sujeto, es decir, en el discurso se percibe cómo es captado.

A
hí tienen dos ejemplos de lo que implica el movimiento analítico. Sin embargo, esto no es una dromología, ni lo podemos elevar a la categoría de sistema, es algo que condensa un modo de acción esencialmente humano y desde el cual se puede operar.

E
l recorrido pulsional que plantean Freud y Lacan, no concluye en la satisfacción o en la coincidencia del impulso con el objeto que busca, el objeto no estaría en función de ser para la satisfacción, sino que, como apunta Lacan, allá donde la satisfacción es colmada, eso no era. Por tanto, el objeto puede faltar o puede estar, pero si está eso no era.

E
n los comportamientos de los mercados podemos observar esta ausencia de satisfacción. El monstruo no se satisface con la reforma laboral, con la revisión de las pensiones, con la magra delgadez de los Estados, con las revisiones del gasto, etc. Esto se comporta como un objeto errado.

E
sto es lo que hace homológicos la plusvalía y el plus de goce, ese más allá que se plantea como una carrera donde ninguno de los dos se alcanza, como en la fábula de Aquiles y la tortuga, sino que en todo caso no llega o sobrepasa al otro y la captura o el intento de captura del exceso no es fácil, al menos desde la lógica tradicional, donde se espera un final perfecto, aunque sea negativo.

T
omaré una punta de la madeja más, para dar cuenta de cómo las cosas emigran del concepto. Tampoco me corresponde a mí esta pista, sino a Foucault, él habla de la migración de las cosas. Problemas tradicionales tales como el infinito emigran de la filosofía para posarse en las matemáticas, tal vez por la ausencia de métodos para captarla. También podemos ver cómo desde la economía emigran al estado de ánimo, términos mercantiles como depresión, stress, tendencias bipolares, que a su vez constituyen el negocio de los diagnósticos del Manual de Diagnóstico Psiquiátrico. Esta migración se produce más bien por invasión de lo que Marx llamó superestructura y que hago extensiva a los poderes fácticos, tanto de la salud como del poder económico.

V
oy a tomar un ejemplo de un libro (Lacan: entre el arte y la ideología) de Pablo Garrofe, compañero de la Escuela Abierta de Psicoanálisis, para mostrar esto. Un paciente dice: Si me devalúan me mato. Confundiéndose en ese reflexivo con una moneda. Esta tensión entre el sujeto y el objeto es lo que intenta captar el psicoanálisis. En este nivel no
hablaríamos del yo, que aspira a captar una identidad, sino del sujeto dividido entre lo que quiere decir y lo que dijo.

E
ntramos en el mundo del lenguaje, que capta al sujeto en la tirada de dados, en el azar de la historia y la arbitrariedad de los signos. Pero, no estamos en el corsé de la lingüística, sino que es preciso tener en cuenta lo anteriormente dicho, el placer, y otra cosa más, el significado puede faltar, y hay que esperarlo, no en su correspondencia con el significante, según la fórmula de Saussure, sino en una especie de juego del escondite. No es lo mismo el progreso del significante que el sentido de lo que se dice, hay que esperarlo.

L
acan iguala el mercado al campo del Otro, al campo del lenguaje, y este Otro escrito así de manera mayestática puede remitir a lo divino, pero tiene sus carencias, es decir, no puede dar cuenta del significante que lo funda, así se percibe que no posee una lógica fuerte, no todo abrocharía con ese amor del concepto por sí mismo. Por ello Lacan dice que el goce del Otro no es signo de amor.

P
ara nosotros, los miembros de la Escuela Abierta de Psicoanálisis, esta experiencia con el campo de la letra no ha sido fácil de armar, siempre uno se resiste, siempre uno apela al refugio de los conceptos, como el dinero apela a refugios en los momentos de crisis.

T
uvimos que aprender de la experiencia, por ejemplo, de nuestros compañeros argentinos, cuando en plena época del corralito les resultaba muy difícil trabajar en los consultorios, el ruido de las caceroladas se introducía en los diálogos del diván, y tuvieron que poner un pie en la calle para entender algo de lo que sucedía en el diván.

E
sto es la letra, algo que se introduce en la escucha perfecta y que cambia a su vez la posición del lector, ya no es una interpretación, sino una lectura lo que se juega, como bien
plasman José Luis Juresa y Pedro Muerza en su libro: «Psicoanálisis: los nuevos signos. La escritura hablante como don del lenguaje».

H
e intentado plasmar algo que no se ajusta al sentido, pero sin embargo, juega con esa ausencia de justeza. Ustedes saben muy bien que los en los Estados contemporáneos la coerción y la justica pertenecen al Derecho, sin embargo, no corren parejos, la mayoría de las veces el marco de convivencia se produce por un debate de intereses, muy alejado, por ejemplo, de la restitución de la memoria, o del ajuste de la injusticia al tiempo actual. Sin embargo, no podemos perder el norte de la justicia, es un lujo, ya que se corre el riesgo de que el término justicia emigre del Derecho y acabe posándose en lugares más incómodos, y esto no es malo es curioso, el sistema nombra como antisistema lo que expulsa, y sin embargo, como en una vuelta topológica lo que queda fuera encuentra el modo de organizarse y volver adentro, disputando el poder al mismo sistema, el número y los modos de organización son importantes.

A
sistimos pues a una política que se juega en el silencio, una política que es capaz de tirar abajo cualquier Estado, no importa cual, y lo vuelve delgado, ya que su acción, esa acción patriótica que reclaman algunos, también cotiza en bolsa.
Esto implica un peligro, en altas esferas, ya se está hablando de una generación perdida, de una generación inútil, para la cual no hay acceso al Estado de bienestar. Esta generación, y no estoy diciendo nada nuevo, es convocada a trabajar con contratos precarios,y incluso los más formados, y de ahí la futilidad del saber, que ya apuntaba Lacan con respecto a la comprensión del sistema.

N
o nos vemos libres de la incidencia de viejas estructuras, incluso la represión de los mapuches por parte del gobierno chileno, porta un nombre antiguo: «Ley del robo de leña», (ley de la cual se ocupa Marx en sus primeros escritos de la Gaceta Renana). Así, no podemos decir que el problema de los mapuches* no haya nacido en el origen
de los cercados ingleses y alemanes, y de la transformación de los feudos medievales en los Estados modernos.
*El gobierno chileno pretende aprobar una ley que se llama «Ley del robo de leña», diseñada para arrebatar las condiciones de subsistencia de los mapuches, y así surtir de mano de obra las minas de cobre.
Autor: Emilio Gomez

NO nukes

No NukesPertenezco a una generación que creció con el lema de Nucleares No. Cuando contaba con apenas 20 años recibimos con gran júbilo las notas variadas de un gran concierto en el Madison Square Garden, cuyos participantes habían llenado ya nuestras tardes de hastío y reunión alrededor del aparato de música: Doobie Brothers, Bonnie Raitt, John Hall, Jackson Browne, Graham Nash, Ry Cooder, Jesse Colin Young & the Youngbloods, Chaka Khan,
James Taylor, Carly Simon, Poco, Bruce Springsteen & the E Street Band, Crosby, Stills & Nash, habían construido temas tan memorables como “Después del diluvio”, “Plutonio para siempre” o “Teach Your Children”, que también invadían nuestras habitaciones junto con los posters con frases de Khalil Gibran, algunos lo recordarán: “tus hijos no son tus hijos, sino hijos del destino…”

T
odos esos músicos reunidos alrededor de salvarnos de una energía que había demostrado sus efectos devastadores y duraderos (Hiroshima, ojo no confundir con Fukushima). Me  pregunto qué pasó después, qué nos volvió defensores de una energía, que hasta hace poco se ha considerado limpia, excepto por los residuos que deja su rastro, aunque eso sea otro cantar. Los músicos no son demasiado fiables, se rigen por el poema y la ley del corazón, siempre son más apocalípticos, menos calculadores y por lo tanto menos recopiladores de datos en busca de un progreso, por supuesto, conveniente para todos.

G
eneraciones muertas, generaciones escépticas, que han crecido alrededor de unas tesis que calculan el peligro sometiéndolo al protocolo de unos cuantos elegidos. El problema no son las centrales, que cumplen un ciclo, el problema es cómo se frena el cumplimiento de un ciclo y el cálculo del protocolo en un lenguaje que no tiene en cuenta lo sorprendente, lo real de la ausencia de cálculo.

¿Quién detiene esto? El cálculo de lo posible ya no viene dado por una relación con el espacio que ocupamos, no tiene que ver con el hábitat, sino con la velocidad. Nos han convencido de que el único parámetro a tener en cuenta es la velocidad, no importa velocidad de qué, de aplastamiento, de producción, de aniquilación, pero hay que correr, es necesaria mucha energía para sostener la velocidad de intercomunicación. Fracciones de segundo suponen miles de millones de beneficio, miles de millones que pasan de Europa a Asia o de Asia a América y esto es lo realmente importante. Y a mayor velocidad menor tiempo de reacción, y esto sí que es científico.

E
l protocolo se cumple, se frenan los ciclos productivos de las centrales, pero inmediatamente después se aprueban moratorias, cuando las centrales ya están en manos de amigos convenientes, es decir, a aquellos que conviene más que se llenen los bolsillos durante los próximos 10 años de moratoria. Cuando se cumplan estos veremos, a una velocidad adecuada, cual es el freno.

P
restigiosos economistas están calculando el daño que hace a la “ciencia de la economía” la ecuación economía=tesis liberales, ya que los errores no se descubren en los primeros pasos de la fórmula, sino en los momentos finales del algoritmo, cuando el veneno no hay más remedio que igualarlo a la solución: más publicidad sobre la velocidad conveniente y el aprendizaje sobre los errores de cálculo.

F
reud no era músico, pero sabía leer en la partitura de la civilización las notas disonantes de algo esencialmente humano: la pulsión de muerte. ¿Acaso no se percibe ya que ese exceso de cálculo oculta la percepción de algo no calculable?

L
a imposibilidad de calcular la propia palabra tsunami, de origen marcadamente japonés, en la resistencia de un edificio diseñado (seguramente con unos gastos limitados a la ganancia esperada) para abastecer de una energía cuyos efectos liberados eran de sobra conocidos para el pueblo japonés.

E
s imposible percibir esto de una manera racional, pero sí que se puede percibir de manera evidente la plasticidad de lo que se muestra con la palabra pulsión.

S
e nos había explicado que el protocolo nuclear de Chernobil había sido una chapuza, y que Rusia no era el primer mundo, que se habían producido una cadena de fallos humanos, ocultos tras una censura desafinada con la claridad democrática, pero ¿cuál es la opinión de los expertos cuando el protocolo ni si quiera alcanza para cubrir la seguridad del primer mundo? Se nos había explicado que el desastre económico argentino era producto de una amalgama entre la corrupción política y el vaciado de un Estado (culto además) que importaba muy poco a los demás Estados. Muy pocas voces lúcidas habían transmitido esto como una prueba de laboratorio que iba a ser aplicada en el resto del mundo.

L
o siento por los defensores de semejantes ciencias unidas al poder pero, como una ironía más del destino, vuelve la religión, en palabras del jefe de protocolo de seguridad nuclear europeo, el fin de tal velocidad es apocalíptico. Veremos cuánto dura este pesimismo global. Veremos lo que tarda la censura oficial en devolver un clima de confianza calculada en datos convenientes. Aunque mientras tanto desde el biopoder se asocia como relación causa- efecto que el cáncer de pulmón está ligado al consumo de tabaco. Sin embargo, recuerdo que de los datos que se manejaban en las manifestaciones populares de antaño, los casos de cáncer aumentaban en las proximidades de las instalaciones nucleares, pero nunca fue publicitado como una relación causa- efecto, sino que las nucleares eran un mal necesario para la vida contemporánea, y cómo no, también para la vida de un futuro bien lejano.
Autor: Emilio Gómez

Comunicado sobre 15-M (Política y Asambleas)

15_M_SolEs difícil transmitir lo que estamos viviendo estos días, ese rumor incesante de las plazas, donde han aparecido mensajes de los colores más diversos. La primera sensación que hemos tenido es que por fin las palabras calan más allá de la piel, que los carteles aparecidos en las calles y en las plazas eran mensajes directos al silencio vivido mucho tiempo. Por primera vez la crítica al sistema aparecía como crítica al sistema, en su totalidad, a la acción continua de su aplastante rueda y a la reacción contra ese ritmo frenético, era una crítica a las formas de habitarlo.
Este movimiento nos ha dado a todos una esperanza, ha representado, en palabras de la gente que lo ha vivido muy de cerca, un acontecimiento. Nada que objetar a esta apreciación, efectivamente lo ha sido, nadie se podía creer que una sentada de apenas 30 personas en una plaza iba a tener este eco, y a prender una llama que no encontraba forma de encenderse.

Lo sorprendente es su trascendencia internacional, multitud de lugares se han hecho eco de formas parecidas de protesta, por primera vez se ha escuchado a una generación que ya estaba siendo condenada en los siniestros cálculos de la economía liberal, por primera vez la calle ha recogido los restos de la vergüenza de los últimos movimientos del capitalismo. Esto ha mostrado que el lenguaje está vivo, que de un lema sin apenas esperanza, porque era el lema del imperio “yes we can”, se ha pasado al “yes we camp”, con toda esa ironía.

Suponemos, que a estas alturas hay agotamiento, sobre todo en las personas que han estado todo el tiempo ahí, casi sin moverse, organizando algo que iba creciendo con una rapidez inusitada, que se escapaba de las manos, y eso no es malo, el habitar la calle se ha hecho para todos.

El problema son las descalificaciones, el ninguneo, y los impulsos ocultos de que todo vuelva a la inercia del narcótico, los intentos continuos de localizar las caras de los detonadores. Sin embargo, se ha avivado un sentimiento que hemos portado todos, un sentimiento que nos ha inculcado la forma de esquivar el guardián que estaba destinado a cada uno de nosotros.

El varapalo de las urnas es una diana a la que se apunta para debilitarlo, para nosotros no es tal, ya que si vamos más allá de la propaganda de los medios oficiales, que dan como vencedor a la derecha, el fracaso ha sido del PSOE,
es el PSOE el que tiene que cuestionar su posición ideológica, ha perdido el bipartidismo y, si contamos el número de votos blancos, abstenciones, partidos minoritarios, y pequeños partidos de izquierdas, es un 20% mayor que el de la derecha. En el País Vasco y Navarra, ha arrasado Bildu (izquierda abertzale), es la segunda fuerza, y eso no es baladí, hay mucha gente que toma esto como una esperanza para el País Vasco. Entre otras reivindicaciones se está pidiendo que el sistema electoral sea más justo, que la famosa ley D´Hont no esconda estas opciones bajo el reparto injusto de votos perdidos para las mayorías. De momento esta es la política del poder no la política de la calle. La política del negocio, no la del que se queda fuera del comercio.

Esto no está llamado a apagarse con semejante soplo publicitario, es una fuerza que debe ir más allá, hay que disminuir la distancia que hay entre la política del poder y la necesidad política del Pueblo. Si el Parlamento no es capaz de bajarse a la calle, hagamos de la calle una asamblea, aprovechemos la experiencia de otros que sufrieron esta dura prueba del gran capital, con un vaciado fuerte del Estado.

Parece que llega el momento de recoger la plaza, al menos eso se escucha, pero este movimiento se va a llevar a los barrios, y ese es todo un reto dar voz a la gente dormida en la cuneta del paraíso publicitario.

Salud y ánimo
Autores
| Emilio Puchol, Jorge Ríos, Rosa Fornals, Emilio Gómez: Miembros de la Escuela Abierta de Psicoanálisis

“La segregación en la infancia: violencia, racismo y xenofobia en la escuela”

“Asociación del Psicoanálisis en la Cultura de Madrid”
Universidad de Granada (Facultad de Psicología)-Practicum de Psicoanálisis: Conferencia pronunciada el 18 de noviembre 2005
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Epígrafes:

– Panorama de la actualidad, la escuela hoy
– La diferencia insoportable: la voz (odio a los pueblos) y la mirada (odio a la raza)
– El problema de la normalización – Violencia sobre sí mismo (el grupo y la exclusión social)
– La crisis de la autoridad: el problema del padre disuelto, el Otro vigilado – Más allá de los países, más allá de las      fronteras: Capitalismo y técnica como elisión de las diferencias – Otra vuelta más sobre la mirada: la exclusión, la  inacción y la impotencia de la justicia ciega

Presentación


N
uestra intención es abrir un espacio de reflexión sobre las distintas variaciones que encuentra el niño en el campo educativo actual. En el cual, y de modo encadenado, han aparecido distintas crisis, nombradas de diferente manera por los aparatos de control. Crisis morales, dicen algunos, hundimiento de los niveles de aprendizaje, dicen otros. Así, tras la apertura del mercado de trabajo y el ámbito social a otras culturas, en el seno de una intención globalizadora, la escuela no podía escapar a las tensiones de la violencia social: la convivencia en las aulas, la identidad cultural y las preguntas por la autoridad, la religión y la moral, como límites tradicionales a la agresividad del individuo.

Los límites de tal fenómeno se extienden más allá de la pregunta por la persona, más allá de la identificación de la autoridad con el amo. De manera que debemos cuestionarnos por la dirección de los problemas, ¿a dónde va el sujeto? Pregunta por la resquebrajadura entre el goce de la identidad, desde una aspiración legítima a que lo que está afuera se parezca a lo que sentimos, cuestión que Freud desarrolló en psicología de las masas, y lo extraño que invade. Se exige que el otro se identifique con la cultura que lo acoge, pero no se puede transmitir de manera clara un modo de acceso a la cultura, es por eso que lo nombramos como goce, ya que es algo de lo que se participa, pero es difícil traducirlo a conceptos generales, pues cada uno participa de una manera singular del rechazo a lo extraño.

Pretendemos también llevar la reflexión al campo de la justicia, ¿no se está exigiendo que la justicia se ajuste a un limbo beatífico, donde no caben las experiencias propias de la infancia con respecto a la agresividad, la separación del otro, rivalidad y competencia?

La aldea educativa, nombrémoslo así con este apelativo que se hizo famoso no hace mucho, está compuesta en este momento por un abanico de diferentes culturas que vienen a ser reguladas por una sola, la cultura de acogida. También el tiempo de convivencia en el ámbito educativo es más extenso, ya que este tiempo está ajustado a los hábitos laborales y mercantiles que predominan en la actualidad. Han aparecido síntomas y enfermedades nuevas en los alumnos nombradas desde el aparato de salud mental con términos como buylling (trastorno del comportamiento que denota una excesiva agresividad incluso persecución hacia una sola persona). Pero no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores, e incluso entre los padres, que son también acosados en su responsabilidad y en la atención o dedicación familiar. Los padres siempre lo hacen mal, aún sin modelo para hacerlo mejor.

Aparece asimismo un mayor índice de fracaso escolar que se interpreta una y otra vez desde parámetros competitivos y, en aras de un mayor rendimiento en el aprendizaje, la convivencia con otras culturas que se asientan en nuestro sistema educativo se interpreta como atraso, ya que lo se busca sobre todo es la eficacia, no el índice de mayor o menor convivencia, queda ésta del lado de lo moral.

Autores: Ana Parra Benito | Emilio Gómez Barroso
Texto completo[toggle_box]
[toggle_item title=»Texto completo» active=»true»]Violencia en la escuela Granada 18-11-2005.doc[/toggle_item]
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Osvaldo Martín, in memoriam (psicoanalista de la EAP y fundador de la ONG «Murmullos»)

OsvaldoPara quienes no lo conocieron, es bueno saber que OSVALDO  fue un buscador de verdades, tanto en el  discurso analítico, como en la política sindical, donde fue un dirigente importante del sindicato de Docentes. Fundador de la  ONG Murmullos, produjo con ella trabajos sobre la violencia y el riesgo social. No era socialista ni comunista. Su  linaje era el anarquismo, al cual siempre sumó ese fuera-de. Un estar a favor y en contra al mismo tiempo,  adherir y quedar fuera, en una rebeldía social, en una lógica del no todo. Cultivó la amistad, el futbol, el buen comer. No era palabrero, pero en un mundo de sordos, que solo saben escucharse a si mismo., sabía escuchar. Y  sus palabras siempre marcaron la impostura y la injustica. Cuando alguien al que se ha conocido durante años,  dentro del campo analítico, muere, surgen dos versiones. Una, que no importa demasiado, porque no hay esencia,  porque el ser se tacha. La otra, justamente, por lo mismo, porque no hay esencia del ser, porque el ser se tacha,  florecen en el lenguaje la tristeza y el amor.  Como psicoanalista, «nada espero del otro, solo me ha tocado el  desencanto y el odio». Pero en algunos casos, me ha sido dado conocer a seres como Osvaldo Martín, ese al cual  un día pregunté si temía a la muerte. Y contestó, con buen criterio, que morir, morimos todos. Mi único temor es  que exista el infierno, porque seguro que Osvaldo esta allí.

JOSÉ L. SLIMOBICH